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Batallas

Fuentes: Rebelión

Muchos se empeñan en deslegitimar por obsoletos los conflictos de clase o la existencia de las ideologías de izquierda o derecha, cuando si algo nos muestra esta mal llamada crisis es su rotunda vigencia. Nunca se había plasmado de forma tan diáfana la batalla entre dos modelos de entender el futuro; y cómo para que […]

Muchos se empeñan en deslegitimar por obsoletos los conflictos de clase o la existencia de las ideologías de izquierda o derecha, cuando si algo nos muestra esta mal llamada crisis es su rotunda vigencia. Nunca se había plasmado de forma tan diáfana la batalla entre dos modelos de entender el futuro; y cómo para que algunos sigan enriqueciéndose, los más han de perder renta, derechos y servicios. De un lado, los partidarios de unas instituciones fuertes que garanticen la igualdad de oportunidades; que nadie quede excluido; que existan una educación y una sanidad pública de calidad. Del otro, aquellos que se desviven por facilitar a las multinacionales oportunidades de negocio en el sector público, los amantes de la privatización, que enmascaran intereses crematísticos bajo falsos argumentos como la insostenibilidad o la ineficiencia de nuestro sistema de bienestar, el gran logro de nuestro tiempo.

Esta pseudo-crisis hace más evidente cómo los intereses de las grandes empresas se contraponen con los de las pequeñas; las políticas de austeridad no afectan lo mismo a unas que a otras; y revela a quienes defienden nuestros gobernantes. Porque el gran problema que padecen los españoles guarda relación con que las grandes trasnacionales energéticas, de comunicaciones o infraestructuras, ya no nos necesitan como antes, ni como consumidores, ni como trabajadores. Las políticas de recorte generalizado no les dañan. Si fuera así se implementarían otras. Nuestra constante pérdida de poder adquisitivo, nuestro brutal empobrecimiento, les supone apenas un rasguño. En sus balances de beneficios el peso de otros países, como los emergentes, es cada vez mayor. Allí disponen de nuevos mercados de consumidores y de trabajadores low cost, con clases medias en plena vorágine de consumo; entornos donde invertir, deslocalizar y expansionarse con total apoyo institucional. Al otro lado, las pequeñas empresas que no han salido al exterior forcejean contra la liberalización comercial y se ven forzadas a despedir empleados y cerrar sus puertas, ahogadas por el descenso del consumo, sin poder acceder a la barra libre del crédito. Aun siendo las verdaderas creadoras de empleo, sobreviven solas, sin ayudas. Las otras grandes perdedoras de esta batalla.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.