Cuando está en marcha una de las crisis económicas más abarcadoras en el mundo, con caídas generales del Producto Interno Bruto, quiebras de empresas productivas y de servicios y millones de personas desempleadas debido al azote del nuevo coronavirus, el grupo alemán Bayer-Monsanto se lucra a consecuencia de la enfermedad.
Bayer informó que en el primer trimestre de 2020 tuvo una ganancia de más del 20 % lo que equivale a unos 1 500 millones de euros, entre otras cosas, motivada por la demanda de sus productos para atenuar o paliar la pandemia. En ese período facturó 12 800 millones de euros.
Razón tenía el Premio Nobel de Medicina 1993, Richard Robert cuando once años cuando en una entrevista con el periódico español Público, afirmó: “No podemos pensar que las empresas van a buscar soluciones, porque no les interesa”.
En el segundo semestre de 2018 el grupo Bayer compró la multinacional estadounidense Monsanto por 66 000 millones de dólares y se convirtió a la vez en uno de los principales dueños mundiales de la producción alimentaria.
De esa forma, mientras más de 2 500 millones de personas se ven privadas del derecho a la salud y los alimentos, Bayer domina el sector farmacéutico con millonarias ganancias, y Monsanto controla el 41 % de la producción de semillas y el 90 % de las semillas transgénicas, al tiempo que produce el herbicida Round Up a base de glifosato, clasificado como cancerígeno en 2015 por el Centro Internacional contra el Cáncer, una dependencia de la OMS.
La unión Bayer-Monsanto provoca que los agricultores tengan que comprar lo necesario a una única multinacional pues los productos principales son organismos modificados genéticamente. También les venden fertilizantes, equipamiento digital y maquinaria agrícola.
En consecuencia, esa monopolización acabará con pequeñas empresas locales algunas de las cuales aun defienden modelos de agricultura más tradicional.
El consorcio produce semillas modificadas que no fertilizan nuevas semillas las que solo son tratadas con herbicidas Round Up a base de glifosato. El resultado: extensos sembrados de monocultivos y comida envenenada.
O sea, un mundo que se alimenta de productos tóxicos y luego recibe las medicinas para atenuar los padecimientos que genera ese tipo de alimentación.
Un personaje bastante infausto como el ex jefe del Departamento de Estado norteamericano, Henry Kissinger dijo por los años de 1970, “quien controle los alimentos controla a la humanidad”, y esto lo entendió el gigante germano Bayer.
Se estima que para 2050 la demanda de alimentos en el orbe ascenderá a 9 billones de dólares y con esa afán de lucro, las grandes multinacionales están adquiriendo y controlando fuentes de agua y extensas porciones de tierra, a la par que llevan adelante costosas investigaciones dirigidas a la producción acelerada de alimentos.
Ahora repacemos algunos de los graves problemas creados por estas dos corporaciones unidas en un solo monopolio.
Recientemente este gigante de la industria química-farmacéutica-agropecuaria reveló que su filial Monsanto, enfrenta 52 500 demandas judiciales por el uso del herbecida Round Up a base de glifosato.
Antes de la unión, Bayer tenía antecedentes en la fabricación de productos utilizados en las cámaras de gas de los campos de concentración nazis durante la Segunda Guerra Mundial y Monsanto fue la empresa que aportó al gobierno estadounidense el llamado agente naranja del cual se usaron 76 millones de litros en la guerra contra Vietnam que dejaron millones de personas y unos 500 000 niños afectados.
A la farmacéutica alemana, las pastillas confeccionadas a base de la hormona drospirenona le han costado 2 000 millones de dólares, en pago a cerca de 10 000 mujeres para evitar largos debates judiciales y más escándalos.
En junio de 2009, Felicitas Rohrer, de 25 años, tuvo un paro cardíaco de 10 minutos, tenía en sus pulmones coágulos de sangre y tras varios estudios se demostró que las pastillas de tercera y cuarta generación (a base de drospirenona y otras progesteronas recientes) multiplican por dos el riesgo de tromboembolismo, con respecto a las de segunda generación.
Rohrer, que padece embolia pulmonar y debe ingerir anticoagulantes que rebajan sus posibilidades de tener hijos, se enfrentó en 2015 al laboratorio Bayer por haber puesto en peligrosu vida con un anticonceptivo oral del tipo Yasmin. Además del caso de Rohrer fueron recogidos 1 250 testimonios de mujeres con efectos secundarios similares.
Otro caso con mucha repercusión sucedió en enero de 2010 cuando en Barcelona, España, la compañía fue condenada por daños provocados al vender el fármaco Liposterol (cerivastatina) para tratar el colesterol.
Tras ingerir el medicamento, varios de los demandantes sufrieron de rabdomiolisis (insuficiencia renal y síndromes psiquiátricos). Son innumerables las demandas contra Bayer por diversos fármacos que dañan la salud.
En cuanto a Monsanto haría falta un extenso libro para relacionarlos pues su largo historial contra la salud humana son interminables.
Solo dos casos: En una planta ubicada en Anniston, Alabama, produjo en la década de 1920 el bifenilos policlorados, líquido refrigerante para condensadores, transformadores y motores eléctricos. Cincuenta años más tarde, la Agencia de Protección del Medio Ambiente (APMA), probó que ese elemento provoca cáncer en humanos y animales. Monsanto pagó más de 600 millones a los residentes, pero el daño y los sufrimientos ocasionados fueron irreparables.
Para aumentar la producción de leche en las vacas, creó la hormona modificada, somatotropina bovina recombinante (rBGH). Investigaciones indican que la leche rBGH esta relacionada con el cáncer de mama, de colon y de próstata en los humanos. La hormona esta vetada en Canadá, Japón, Australia, Nueva Zelanda, la Unión Europea y Argentina.
Hedelberto López Blanch, periodista, escritor e investigador cubano.