La quiebra de Bear Stearns, el quinto banco de Estados Unidos, causó un impacto profundo en el sistema financiero mundial. La Reserva Federal percibió la urgencia -en un raro arrebato de velocidad intelectual- y en 36 horas gestionó la venta a precio de remate con un préstamo «especial» de 30 mil millones a la JP […]
La quiebra de Bear Stearns, el quinto banco de Estados Unidos, causó un impacto profundo en el sistema financiero mundial. La Reserva Federal percibió la urgencia -en un raro arrebato de velocidad intelectual- y en 36 horas gestionó la venta a precio de remate con un préstamo «especial» de 30 mil millones a la JP Morgan, que ofertó 2 dólares por acción. Con apuro, también, anunciaron el rescate de Bear Stearns y la solución a un grave problema que, según Bernake, hubiera generado un efecto dominó en toda la banca norteamericana con consecuencias dramáticas.
Parecía que todo iba por buen camino hasta que los accionistas de Bear Stearns decidieron no aceptar la estafa institucional. Efectivamente, Joseph Lewis, dueño del 9 por ciento del banco quebrado, podría perder más de mil millones de dólares con la liquidación. Él y otros accionistas rechazaron la propuesta, lo que obligó a la JP Morgan a subir la oferta a 10 dólares la acción, para, finalmente, proponer hacerse cargo del 35 por ciento del paquete accionario total de Bear Stearns.
Llama la atención que desde el 20 de marzo aproximadamente las noticias sobre esta quiebra multimillonaria y su «rescate» no figuren más ni en los titulares de la prensa especializada ni en la Web. ¿Es por pérdida de interés en el tema? ¿O será porque la venta no se realizó y hay que bajarle el perfil a esa crítica situación? Si usted piensa que están ocultando el fracaso de la venta anunciada para tranquilidad del mercado, está en lo cierto. Bear Stearns sigue quebrado y sin ser rescatado por nadie, lo que tiene graves consecuencias para las finanzas globales.
El último informe sobre la cuestión señalaba que el 29 de mayo a las 14 horas GMT ser reunirá la asamblea de accionistas para aceptar, o no, la última oferta de JP Morgan, lo que deja en el limbo la situación del quebrado quinto banco de Estados Unidos, con todos los efectos que esto trae aparejado. En primer lugar, los acreedores del banco tendrán que seguir anotando sus préstamos en la columna de pérdidas de capital, así como los inversores que pusieron sus miles o sus millones a buen resguardo en las arcas de los dos fondos de inversión que gestionaba Bear Stearns y que marcharon a la quiebra. Asimismo, las empresas propiedad del banco sentirán el cimbronazo. Bear Stearns es dueña en Estados Unidos de Ameren Corp (2.3%), de Dreyer’s Grand Ice Cream (3.6%), del Eaton Vance Corp (1.4%), de Eidos plc, de Ethyl Corp, (1.2%), de Hooker Furniture Corp (1.3%), de MGP Ingredients Inc (3.95%), de Scholastic Corp (4%), de Viasystems (0.2%) y de WGL Holfings Inc. (1.5%). Fuera de fronteras tiene acciones en el Banco Francés en Argentina (0.3%), en el Citic Industrial Bank de China (2%), en Gucci Group NV de Países Bajos (1.3%), en Ironshore de Bermudas, en Spirent plc (0.2%) y tiene la propiedad del 100% del paquete accionario de la filial italiana Meyl Fiber. Todas estas empresas deben estar, por lo menos, preocupadas.
Si como sostuvieron Bernake y Paulson que el salvataje del banco fue para evitar un efecto en cascada con consecuencias imprevisibles y si como ahora sabemos Bear Stearns no se vendió, entonces los peligros de quiebras en cadena están todavía sobre la mesa y todo dependerá de cómo se levanten las manos en la asamblea de accionistas el próximo 29 de mayo. Mientras tanto América Economía, la única publicación que informó algo sobre esta grave situación, hizo público un documento del banco donde se subraya que si fracasa la votación sobre la venta, probablemente tendrá que reducir una «cantidad significativa» de personal, no garantizaría que las personas despedidas reciban indemnización y posiblemente tenga que declararse en quiebra.
Sólo resta esperar.