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El artista plástico Alberto Kaplan convirtió su casa en lo que llama "un museo del arte de los orígenes"

Belleza cruda

Fuentes: IPS

n Santa Teresa, un barrio que es una referencia cultural de esta ciudad brasileña, Alberto Kaplan convirtió su casa en lo que llama «un museo del arte de los orígenes», donde se acumulan piezas del acervo popular brasileño y de pacientes de centros psiquiátricos.

Son todas obras con las que intenta reivindicar el arte en su concepción más pura, explica este artista plástico.

Es difícil encontrar un espacio vacío en los cuatro pisos del caserón donde vive Kaplan, también profesor universitario de historia del arte y botánico, entre otros títulos que colecciona con el mismo entusiasmo que sus obras.

Incontables, porque a Kaplan no le gusta calificar ni sentenciar ni profundizar, las piezas llenan cada mesa, cada rincón, cada espacio libre de las paredes, y cuando superan los sitios de permanencia cotidiana de la casa, se acumulan en estantes, vitrinas y depósitos improvisados.

Pero no se trata de un orden arbitrario. El eje común, dice, es «la pureza».

«Existe un eje que alinea toda mi colección. Una cierta ingenuidad, un cierto primitivismo, aunque primitivo sea una palabra peligrosa porque podría implicar rebajar el arte de una civilización», comentó Kaplan a IPS.

Un eje que atraviesa desde obras del arte indígena latinoamericano, africano, y del arte popular y religioso-popular brasileño.

Kaplan cuida uno de sus tesoros más preciados en el cuarto piso de la casa, donde tiene el atelier y pinta acuarelas, entre otras obras que con cierto desdén llama de «arte erudito» para contraponer al «crudo» que colecciona.

Se trata de una colección de juguetes antiguos de lata, que, con un sistema básico de cuerda, representan al ritmo de la música de banda de pueblo, circos, orquestas populares y hasta un arca de Noé.

«Yo bauticé mi casa como «Arca de Noe» porque intento resguardar todo lo que me parece que está en proceso de extinción. Sea una planta, una piedra o una obra de arte, yo intento preservarlas como Noé intento preservar las especies animales».

Kaplan no tiene la variedad de animales del arquetípico bíblico, pero sí 16 perros con los que también convive, una colección de centenas de cactus, de fósiles, y de especies acuáticas que cultiva en una de las tantas terrazas de la casa.

Y dentro de la concepción, que el artista francés Jean Dubuffet (1901-1985) llamó «arte bruto», es decir trabajos realizados por artistas técnicamente inexpertos pero con un carácter espontáneo y altamente inventivo, Kaplan también tiene una colección de pinturas, collages y esculturas de pacientes de centros psiquiátricos.

Espantajos, vestidos hechos con papeles de golosinas, un cuadro de formas geométricas con relieves y colores, máscaras, acuarelas. «Un arte del inconciente», que en Brasil fue impulsado por la psiquiatra Nise de Silveira (1906-1999), discípula de Carl Jung (1875-1961) y pionera en Brasil de la lucha contra el tratamiento en manicomios.

Militante contra las prácticas violentas en los hospitales psiquiátricos de los años 50, como la lobotomía, el electroshock y la insulinoterapia, Silveira promovió tratamientos no agresivos, como el ocupacional y el «arte-terapia».

Precisamente, Kaplan recolectó varias piezas de su colección en centros de este tipo como el «Hospital de Custodia y Tratamiento Psiquiátrico Herique Roxo», un penal de tratamiento de la ciudad de Niteroi.

Allí, donde reciben tratamiento terapéutico pacientes que cometieron crímenes como homicidio, robo, violaciones, el psiquiatra Antonio Pedro Bocaiuva aplica la experiencia que dejó como legado Silveira.

Son esquizofrénicos, sicóticos, maniacos depresivos y dependientes químicos, que como parte de su tratamiento pintan, dibujan, esculpen, entre otras expresiones artísticas.

Bocaiuva explica que el arte-terapia cumple un «papel coadyuvante» en el tratamiento psiquiátrico.

Un tratamiento que según subraya, humanizó el tratamiento psiquiátrico y contribuyó de manera fundamental a la re-socialización de muchos pacientes».

Una de las máximas expresiones de este tipo de arte es en Brasil la de Bispo de Rosario, fallecido en 1989, quien fue un paciente esquizofrénico-paranoico internado en un hospital desde donde produjo obras que hoy recorren muestras y museos de todo el mundo y que los críticos reivindican como uno de los representantes más geniales del también llamado arte crudo.

Una genialidad que, si bien no está presente en las obras de los pacientes del centro penal de Niteroi, para Bocaiuva es igualmente importante en términos de resultados.

«Yo diría que estos trabajos son manifestaciones artísticas de personas sin formación, pero lo extraordinario es que revelan la riqueza del inconciente y esa revelación nos ayuda a los técnicos y psiquiatras a entender mejor la mente de su paciente», dice el especialista.

Obras en las que, según dice, se manifiestan expresiones gráficas similares, o «manifestaciones del inconciente colectivo», como las llamó Jung.

«Pajarito», como se hace llamar un paciente del centro psiquiátrico penal, tiene su propia definición. «Yo dejo de ser una criatura y paso a ser un creador», dice a IPS mientras espera que «se firme mi (orden) de libertad».

«Con el arte terapia, nosotros ponemos afuera nuestras fantasías, lo que estamos sintiendo, nos liberamos de nuestras depresiones de nuestra angustia», acota otro paciente.

Es lo que la artista plástica Beatriz Daudt, quien actualmente organiza una exposición de las obras de los pacientes del centro penal de Niteroi, define como «arte verdadero».

«Cuando uno sueña no censura nada. Las imágenes vienen a la cabeza. De la misma manera es el arte de estos pacientes, un sueño desnudo, al descubierto», puntualiza.

Desde su propio «museo del inconciente», Kaplan intenta otras definiciones del arte que lo cerca cotidianamente.

«No me gusta enjuiciar. El mundo tiene manía de enjuiciar y las cosas no son tan exactas como el hombre pretende. Las cosas tienen varias fronteras, son fronterizas y en esas fronteras es que este arte y yo me sitúo», explica el artista.

Aunque como artista plástico y profesor de historia del arte admite practicar el «arte erudito», que rechaza. Le gusta referirse al arte «no erudito» que colecciona como un «arte puro», el que surge «con la necesidad de expresarse del hombre».

«Aunque los eruditos coloquen todo eso dentro de un libro e intenten descifrar de una manera erudita todo ese conocimiento», agrega con resignación.