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América Latina: los cuatro intereses estratégicos del imperialismo y el papel de la FLACSO-Ecuador (III)

Bill Clinton-George Bush: La conquista de América Latina y la incapacidad teórica-política de las fuerzas bolivarianas latinoamericanas para impedirla

Fuentes: Rebelión

3.1 El Plan de Guerra de Clinton El plan de guerra del Presidente William Clinton, destinado a reconsolidar el estado neocolonial de América Latina, fue puesto en marcha en  la Primera Cumbre de las Américas en Miami, 1994. A diferencia del proyecto  de Bush para Irak, no tenía ambigüedades ni improvisaciones.  No iba a ser […]

3.1 El Plan de Guerra de Clinton

El plan de guerra del Presidente William Clinton, destinado a reconsolidar el estado neocolonial de América Latina, fue puesto en marcha en  la Primera Cumbre de las Américas en Miami, 1994. A diferencia del proyecto  de Bush para Irak, no tenía ambigüedades ni improvisaciones.

 No iba a ser una guerra relámpago (Blitzkrieg)), sino una guerra de desgaste, planeada para once años y con tres frentes de ataque, en los cuales el imperio concentraba sus fuerzas para arrollar a cualquier resistencia latinoamericana: 1. la reconquista económica con el ALCA; 2. la reconquista política y, 3. la reconquista militar.

El éxito de toda guerra depende, estructuralmente, de dos factores: a) del poder real de los antagonistas y, b) de la  definición correcta del Centro de Gravedad (CG) del enemigo, es decir, de su centro de poder y movimiento, contra el cual tiene que dirigirse el golpe principal de las propias fuerzas.

Esos centra gravitatis del enemigo latinoamericano fueron correctamente definidos por los planificadores de Clinton, como los Estados latinoamericanos. La conciencia imperial, de que esos Estados no disponen de un proyecto histórico ni de capacidades de previsión estratégica, que pudieran cohesionar a sus Fuerzas Armadas, a la burocracia diplomática y las demás burocracias estatales en un frente anti-monroeista, los autodefinía como el blanco principal del ataque.  

La determinación de lo que constituiría el «triunfo decisivo» de la guerra tampoco fue igualmente clara: capitulación incondicional de las fuerzas enemigas en los tres frentes de guerra, manifiesta en su consentimiento a la  reestructuración monroeista del sistema interamericano.

Las tres guerras se implementarían de manera autónoma en sus respectivos teatros de operaciones, pero sincronizadas dentro del plan maestro, a través de la Casa Blanca. El tiempo del triunfo final fue definido para los años 2005/6.

La incapacidad de los Estados latinoamericanos para detener los avances de las tres ofensivas   —a las cuales se agregó ahora la ofensiva para ocupar a la Amazonia (véase el primer artículo de esta serie), en la cual la Secretaria General de la Organización de Cooperación del Tratado de la Amazonia (OTCA),  Doña Rosalía Arteaga aprovecha actualmente la perturbadora  desorganización de sectores del Estado venezolano para colocar monroeistas en la organización y crear las condiciones para privatizar a la Amazonia—   demostró que los cálculos del gobierno de Clinton fueron correctos.

En toda América Latina no hay ni un solo Instituto de Estudios Estratégicos con perspectiva bolivariana que pudiera producir la teoría e inteligencia para enfrentar y ganar esta guerra. Los mal llamados servicios de inteligencia de las Fuerzas Armadas latinoamericanas y sus Escuelas de Guerra no tienen nivel, ni visión estratégica que merezcan el nombre, al igual que las cancillerías, carentes de doctrina y plagadas de nepotismo y clientelismo, y  los Centros de Estudios Latinoamericanos (CELA) en las universidades que se han hundido en la mediocridad y el academicismo.

Los Estados latinoamericanos y sus diplomáticos que avalan todo lo que el Monroeísmo les ponga de frente, desde la propuesta del ALCA y la Carta Democrática Interamericana (DCI) hasta el envío de tropas a Haití, carecen de  capacidad y, en muchos casos, de voluntad de defensa de la integración latinoamericana.

Las únicas orientaciones de los Estados a la comprensión de la situación estratégica latinoamericana vienen de los Presidentes Hugo Chávez y Fidel Castro y esto, pese a su genialidad individual, no es suficiente para el proceso de liberación. Ambos demiurgos tienen una abrumadora carga de tareas prácticas cotidianas y son, además, hombres de Estado, lo que limita sustancialmente lo que puedan decir.

El vacío tampoco se ve llenado por los movimientos populares y los intelectuales. A los primeros, quizás, por condiciones estructurales, no les es posible llenarlo, cosa que es diferente para los intelectuales, quienes, sin embargo, no asumen la tarea.

3.2 La implementación del Plan de Guerra

La implementación del Plan de Reestructuración Monroeista de Clinton se realizó, por una parte sobre las estructuras existentes del sistema interamericano y, por otra, a través de la creación de nuevas instituciones hemisféricas generadas ex profeso para el proyecto.

Entre las nuevas instituciones destacan cuatro: 1. las Cumbres de las Américas, de los Jefes de Estado del continente, la primera de las cuales se realizó en Miami en 1994. Según el Departamento de Estado fue la primera reunión de su tipo en 27 años y celebró «el compromiso con la democracia y las economías de mercado en América Latina». 2. las Conferencias de Ministros de Defensa de América (CMDA). 3. Las estructuras del ALCA y, 4. el Centro Hemisférico de Estudios para la Defensa (CHED), creado por el Pentágono dentro de la Universidad Nacional de Defensa de las Fuerzas Armadas estadounidenses, la  National Defense University  (NDU).

Clinton abrió el primer frente de guerra, el ALCA, en la cumbre de Miami. El éxito fue completo. Los latinoamericanos aceptaron la propuesta e instruyeron a sus ministros, en la Tercera Cumbre en Québec, 2001,  que asegurasen «que las negociaciones del Acuerdo ALCA concluyan, a más tardar, en enero de 2005, para tratar de lograr su entrada en vigencia lo antes posible, y no más allá de diciembre de 2005…El Acuerdo deberá ser equilibrado, comprensivo, y congruente con las reglas y disciplinas de la Organización Mundial del Comercio (OMC)…».

Una década después del primer cañonazo de la ofensiva de Clinton, el avance del ALCA  cubre Norteamérica, Centroamérica y partes de Sudamérica.

En la misma Cumbre de  Québec se inició la guerra por los propósitos del Monroeismo político.  La idea fue canalizada por el sucesor de Clinton, George Bush, mediante funcionarios peruanos y un mandato referente a la elaboración de una Carta Democrática Interamericana (CDI). Redactada la Carta, fue ratificada por aclamación (¡!)  —parece que los diplomáticos latinoamericanos ni siquiera se atreven a pedir el uso de los mecanismos más esenciales de la democracia formal en estas reuniones—   el 11 de septiembre del 2001, en una reunión extraordinaria de la OEA en Lima, con la obvia intención de convertirla en arma contra el gobierno venezolano de Hugo Chávez y el cubano.

El carácter modernizador-monroeista de la Carta quedó totalmente claro en una evaluación, que el diplomático peruano y exSecretario General de la ONU, Javier Pérez de Cuellar, realizó un año después de su ratificación. «La Carta constituye un instrumento internacional que sintetiza las disposiciones de la OEA en materia de preservación y defensa de la democracia, superando las limitaciones e incoherencias de los textos preexistentes.»

«Según la Carta la obligación de los Estados americanos de constituirse en regímenes democráticos tiene tres características: en primer lugar, la de constituir una condición para formar parte del sistema interamericano; en segundo lugar, considera la democracia como un propósito o fin que los Estados miembros, individual y colectivamente, se comprometen a promover y desarrollar; en tercer lugar, una obligación de hacer que los compromete a una acción colectiva para asegurar el restablecimiento del orden democrático, allí donde haya sido alterado u objeto de una ruptura.»

«La Carta establece, en ese sentido, una suerte de sistema de seguridad colectiva para la preservación de la democracia, que va desde el recurso voluntario de un gobierno que demanda la acción colectiva para superar problemas que afecten su institucionalidad democrática, hasta en los casos de ruptura o grave alteración del orden democrático, la suspensión de la pertenencia de un gobierno ilegítimo a la organización de los estados americanos…»

«El golpe de estado clásico parece cada vez menos viable. Entre otros factores, porque la democracia es ahora, en la región, una obligación internacionalmente exigible.» Esta es una afirmación un tanto extraña, considerando que Pérez de Cuellar la pronuncia a pocos meses del golpe de Estado contra el Presidente Hugo Chávez, aclamado por Washington.

«Sin embargo, las amenazas de autogolpes, ejercicios tiránicos del poder por parte de gobiernos legítimamente electos pero que actúan ilegítimamente, alianzas inconstitucionales entre los militares y gobernantes en crisis, siguen siendo una potencial realidad. De esto ultimo surge como un dogma que un gobierno inobjetablemente elegido, sólo es democrático si gobierna democráticamente.»

Ese precepto dogmático de Pérez de Cuellar, intencionado para convertirse en normatividad legal internacional  —y utilizado a pie de la letra como apología del  coup d´etat contra el Presidente Chávez  por  Condoleezza Rice, Jefa del Consejo de Seguridad Nacional estadounidense—  fue adoptado en seguida por la nueva institución intervencionista hemisférica militar creada por Clinton, en la V Conferencia de Ministros de Defensa de América (CMDA) en Santiago de Chile, en el 2002.

Ese precepto  tiene un corolario obvio. Debe de haber un instituto que certifique, mediante un catálogo de criterios si un gobierno actúa «democráticamente». Al desarrollo de este decálogo y de la institución fiscalizadora se dedican actualmente las fuerzas monroeistas, a fin de crear el instrumento operativo definitivo para completar su intervencionismo en los asuntos internos de los Estados latinoamericanos y terminar con la poca soberanía política que les queda.

El tercer frente de guerra fue abierto por Clinton con la institucionalización de la Conferencia de los Ministros de Defensa de las Américas (CMDA), en 1995 y, el Centro Hemisférico de Estudios para la Defensa, propuesto por su Ministro de Defensa, William Perry, durante la I Conferencia de los Ministros de Defensa de las Américas, en Williamsburg, Virginia, en 1995, ratificado por la II CMDA en Bariloche, Argentina, en 1996, y establecido en septiembre de 1997 por el Pentágono dentro de la universidad del complejo militar-industrial, la Universidad de Defensa Nacional (NDU).

Analizaremos en la entrega de mañana en detalle ese avance del militarismo monroeísta que es perentorio detener en la VI Conferencia de Ministros de Defensa de América, que tendrá lugar en Quito del 16 al 21 de Noviembre, del 2004.

19.10.2004