Bolivia se ha visto rezagada en sus planes de implementar la nacionalización de sus industrias de gas y petróleo, lo que muestra cuán difícil será tamaño desafío para un país pequeño con poca experiencia y casi nada de dinero. El presidente del país, Evo Morales, nacionalizó el sector energético el primero de mayo, el mismo […]
Bolivia se ha visto rezagada en sus planes de implementar la nacionalización de sus industrias de gas y petróleo, lo que muestra cuán difícil será tamaño desafío para un país pequeño con poca experiencia y casi nada de dinero.
El presidente del país, Evo Morales, nacionalizó el sector energético el primero de mayo, el mismo día en el que ordenó al Ejército tomar las instalaciones de las compañías privadas y darle a Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos, o YPFB, un control mayoritario del sector. Poco, sin embargo, ha ocurrido desde entonces en el país que tiene las segundas reservas de gas más grandes de Sudamérica.
El ministro de Energía boliviano admitió ayer que YPFB no tiene el dinero suficiente para tomar el control de instalaciones como refinerías y gasoductos. Dijo que la compañía le había pedido prestado US$180 millones al banco central para que la ayude a financiar la nacionalización.
«Esto no va a ser un proceso fácil para Bolivia. No tienen los recursos, los conocimientos, el capital ni los mercados para administrar una industria por ellos mismos», dijo David Mares, un profesor de ciencias políticas de la Universidad de California, en San Diego.
Estos problemas iniciales de la nacionalización destacan los límites al crecimiento del nacionalismo energético en América Latina, que ha sido impulsado por el crecimiento en los precios del crudo y el gas. Países como Venezuela, Ecuador y Bolivia han reclamado una mayor porción de los recursos energéticos para el Estado, pero hasta ahora han fracasado a la hora de aumentar la producción o encontrar nuevas reservas. La producción de petróleo en Venezuela ha disminuido constantemente en los últimos años.
Bolivia es un caso especial porque el empobrecido país andino tiene muy poco dinero para invertir. El país ha administrado en otras épocas su sector energético, pero terminaba permitiendo el ingreso de compañías privadas cuando las reservas caían. La última nacionalización es la tercera en el último siglo.
La mayoría de los analistas coincide en que Bolivia tendrá que negociar algún tipo de acuerdo con las compañías extranjeras para continuar apoyándose en su experiencia durante algunos años, mientras gradualmente le da más control operativo a YPFB, una compañía que sólo tenía unos pocos cientos de empleados y muy poca experiencia antes de la nacionalización.
«Esta puede ser una oportunidad para compañías inteligentes que ayuden a YPFB a ponerse de pie y se ayuden a sí mismo al mantenerse dentro del sector energético boliviano», dijo Rob Cordray, analista de la consultora PFC Energy. Cordray dice que es positivo que Bolivia esté admitiendo que necesita dinero.
La nacionalización de Bolivia tiene previsto un rol para las empresas privadas, pero el país quiere darle a YPFB un mínimo de 51% de las acciones de todas las empresas, y una mayor proporción de los ingresos de los pozos. Bolivia también está intentando negociar un precio mayor para el gas que le vende a Brasil, su mayor cliente.