Dicen que operan guiados por cierta «sensibilidad» de mercado y dicen que son el alma de lo que ellos llaman «economía» (es decir del secuestro de la riqueza que, en realidad, pertenece a la clase trabajadora) Dicen -ellos- (inversionistas y publicistas) que debemos creerles sus dichos y sus hechos como si fuesen voces confiables… como […]
Dicen que operan guiados por cierta «sensibilidad» de mercado y dicen que son el alma de lo que ellos llaman «economía» (es decir del secuestro de la riqueza que, en realidad, pertenece a la clase trabajadora) Dicen -ellos- (inversionistas y publicistas) que debemos creerles sus dichos y sus hechos como si fuesen voces confiables… como si fuesen «buenos muchachos». Son los autores de los fraudes más escandalosos y de los «salvatajes» gubernamentales más vergonzosos, las «Bolsas de Valores» y las «Agencias de Publicidad» (con sus aliados en las «Agencias de Información»; los monopolios mediáticos y las industrias bélicas) despliegan su plumaje de poder dueños de todos los colores de la corrupción, la impunidad y la impudicia. Bajo el manto protector del gobierno de los empresarios.
Se robaron sumas de dinero estratosféricas, desfalcaron a los gobiernos serviles, siempre listos a garantizar el rol del Estado oligarca como policía de la propiedad privada más sucia (¿recuerdas Obama?) Gobiernos que compraron, bancos, deudas y todo tipo de canalladas e inmoralidades para proteger a quienes manejan el mercado y a sus jefes. Les pagaron «seguros», «retiros», y todo tipo de «paracaídas» pactados como garantía de tranquilidad a la hora de fugar capitales y disfrazar el saqueo. Mientras tanto, el circo mediático oligarca fabricó los blindajes más inimaginables para dejar a salvo a los delincuentes millonarios conocidos y «desconocidos».
Su desfachatez, disfrazada de «hipotecas» basura, produjo un colapso de avaricia que ha dejado huellas hasta hoy maquilladas por la mano mediática del poder financiero y de la industria militar. Hicieron todo tipo bajezas para comprar el desastre a cualquier precio no importa si fue Bank of America, Barclays, o quien fuese. La orden fue salvar a los ricos a cualquier costo, literalmente. Eso lo han pagado los pueblos y con creces. Y todo esto ocurrió mientras hacían (¡También!) negocio de la propia «crisis» los expertos de Wall Street, sus secuaces mediáticos y la Reserva Federal yanqui que puso sin ruborizarse 12,6 billones de dólares para «estabilizar» al mercado. Eso es el 80% del PIB en 2007. Las consecuencias siguen presentes.
Hoy bajo las consecuencias de la brutal operación contra el precio del petróleo, provocarán seguramente que los salarios de los trabajadores caigan aún más, si no se frena el crimen de la fuga de capitales, la disminución de crédito, el freno a la inversión, y el aumento inducido de la inflación que incapacita a los trabajadores para vivir con una dignidad necesaria. En el circo de las jaurías burocrático-financieras, desreguladas como la «globalización», sólo hay espectáculos de crueldad infinita contra los pueblos. Han quedado expuestas las transacciones y el ocultismo contable, los engaños de las «calificadoras de riesgo», el despotismo de las burguesías cebadas por la impunidad de las cuatro empresas contables más grandes del mundo. Arthur Andersen y Enron, por ejemplo. No olvidar los desfalcos de la banca israelí-anglosajona (Jaliffe dixit) con inversiones en Wall Street y la City amafiadas con Moody’s, Standard & Poor’s y Fitch.
Y la respuesta de los gobiernos serviles a tan descomunal asalto contra los trabajadores, de todo el mundo, es la desregulación gubernamental, la garantía de no auditar y el seguro de fuga de dinero con las facilidades bancarias y policiales que se «requieran». Todo tipo de garantías para perpetuar fraudes y depredación neoliberal, para cumplir con el «trabajo de Dios» como gustaban decir algunos referentes del crimen organizado bancariamente. Y en cada episodio de tal drama está la mano mediática del reino israelí-anglosajón que opera su «invisible» guerra simbólica global para producir las joyas mediáticas estratégicas en cada uno de los países afectados.
No basta con producir políticas y leyes para regular -o abolir- las armas de guerra ideológica o de dominación cultural y comunicacional. Los pueblos deben luchar por un Nuevo Oren Económico Mundial y un Nuevo Orden Mundial de la Cultura, la Comunicación y la Información que extirpen el cáncer de los dispositivos publicitarios colonizadores con que los 7 dueños del grupo israelí-anglosajón controlan las «imagen» mundial del capitalismo y su política de saqueo en todos los países. Es un tema prioritario en la agenda emancipadora porque es un verdadero desafío planetario del siglo XXI poder neutralizar y desactivar la Guerra Mediática desatada y maquillada en todas partes por el parasitismo ideológico de la industria bélica, la industria «mass media» y la banca israelí-anglosajona.
Para quienes todavía piensan que en los «Mass Media» no hay corrupción, sepan que la gran corrupción que el imperio expande a todo el mundo concentra intereses financieros de la banca israelí y su arsenal semántico que choca con las definiciones universales de justicia y humanismo porque anhelan aniquilar la libertad de expresión de los trabajadores, del derecho a informar y a ser informado suficiente y pluralmente.
Entre las Bolsas de Valores y las Bolsas de Mentiras fluye una complicidad signada por intereses muy concretos paridos por negocios traumáticas de los multimedia, para blindar, esterilizar e inmunizar las atrocidades perpetradas por el capitalismo y los muy neoconservadores comerciantes y banqueros coautores de las fechorías del 2008. Son, en suma, el mayor estafador del mundo cómplices de la ingeniería semántica que practica la maquinaria de publicistas y propagandistas, desde Lehman Brothers, que detonó el tsunami financiero global y saqueó 400 mil millones de dólares a Israel días antes de su quiebra. Las consecuencias siguen siendo terribles.
Esto depreda la vida de los seres humanos y del planeta para beneficiar los intereses patrimoniales imperiales. No nos cansemos de decirlo con mil maneras cada día más creativas. La base es una Guerra Económica y una Guerra Mediática que debe hacerse comprensible para desnudar a los encubridores del sionismo financiero y la cruda realidad de la explotación y el saqueo. No hay otro camino que escudriñar todas las pistas, sin dejar espacio impune, por más dolorosas que nos resulte ver, incluso nuestras debilidades, negligencias y cegueras. No sostengamos una lucha a ciegas y huérfanos de método.
Doctor Fernando Buen Abad Domínguez, Universidad de la Filosofía
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@FBuenAbad
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