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Bombardeos contra la población civil

Fuentes: Znet

El bombardeo de Tokio con bombas incendiarias o, para el caso, el bombardeo de cualquier ciudad se llame Hiroshima, Nagasaki, Dresde o Londres, no se puede comprender del todo a no ser que lo examinemos en el contexto de la historia de los bombardeos indiscriminados a lo largo del siglo XX. Las fuerzas alemanas y […]

El bombardeo de Tokio con bombas incendiarias o, para el caso, el bombardeo de cualquier ciudad se llame Hiroshima, Nagasaki, Dresde o Londres, no se puede comprender del todo a no ser que lo examinemos en el contexto de la historia de los bombardeos indiscriminados a lo largo del siglo XX.

Las fuerzas alemanas y también las aliadas realizaron durante la Primera Guerra Mundial los primeros bombardeos indiscriminados contra civiles en conflictos armados a gran escala. En un principio, ambos bandos se abstuvieron de tomar como objetivo a civiles o barrios residenciales pero, dada la calidad rudimentaria de sus fuerzas aéreas y sus técnicas de bombardeo aéreo, era inevitable que las bombas se desviaran matando a civiles en su deriva. Por ejemplo, en agosto de 1914, un aeroplano alemán dejó caer cinco bombas con el objetivo de destruir una estación de ferrocarriles en París y mató a una mujer en una calle cercana. Al finalizar la guerra unos 500 parisinos habían muerto en bombardeos aéreos alemanes. En diciembre de 1914, el ejército francés bombardeó la estación de ferrocarriles de Friburgo, pero las bombas erraron su objetivo y muchos civiles murieron por ello.

A principios de 1915, comenzó por ambas partes una escalada gradual de «bombardeos de represalia» . Entre 1915 y 1918, los alemanes arrojaron 300 toneladas de bombas sobre Londres y otras zonas costeras de Inglaterra, asesinando a más de 1.400 personas e hiriendo a unas 3.400, la mayoría civiles. Tan sólo durante el último año de guerra, varias ciudades del oeste de Alemania fueron bombardeadas 657 veces por las fuerzas aliadas, que arrojaron un total de 8.000 bombas, que mataron aproximadamente a 1.200 personas. En mayo de 1917, los alemanes comenzaron a usar unos nuevos bombarderos bimotores de gran tamaño, llamados Gotha GIV, para atacar Inglaterra. Eran capaces de llevar hasta 500 kilos de bombas. La RAF también empezó a fabricar un tipo de avión bombardero similar, llamado el Handley-Page, para alcanzar las ciudades alemanas del interior. Si la guerra hubiera continuado, el número de víctimas civiles hubiera aumentado dramáticamente.

La primera guerra mundial fue un hito en lo que respecta a la cantidad y la mejora tecnológica de los aviones de guerra. Por ejemplo, las fuerzas británicas, que habían comenzado la guerra con tan sólo 110 aeroplanos, en noviembre de 1918 contaban con casi 23.000. Entre Francia e Inglaterra produjeron unos 100.000 aviones de guerra a lo largo del conflicto. Pero nos importa más el hecho de que se ideara y hasta cierto punto se pusiera en práctica el concepto del «bombardeo estratégico». En ambos bandos había militaristas argumentando que el «efecto moral» de los bombardeos aéreos contra civiles, esto es, el miedo popular, la desilusión y la desmoralización, conduciría a la pérdida de horas de trabajo, bajaría así la producción y causaría eventualmente levantamientos políticos que forzarían a la nación enemiga a rendirse rápidamente. En realidad, esta teoría, que sigue manteniendo su prestigio entre los círculos de las fuerzas aéreas, no es más que un mito que nunca ha sido demostrado. El principal abogado de esta teoría era un oficial italiano, el estratega italiano Giulio Douhet, autor de El dominio del aire, publicado en 1921, que sostenía que el medio más rápido para ganar una guerra consiste en aterrorizar a los civiles enemigos mediante bombardeos aéreos intensivos que combinen tres clases de bombas distintas: explosivas, incendiarias y de gases venenosos.

De hecho, a pesar de que nunca habían sido analizadas en profundidad antes, algunos generales británicos habían jugado con ideas similares durante la guerra. Por ejemplo, Lord Tiverton, oficial del estado mayor de la RAF, abogaba por el empleo de cualquier método que desmoralizase a los obreros alemanes, incluyendo el dejar caer cargamentos de escarabajos colorado sobre los campos para devastar las cosechas de patata. El gobierno británico puso en marcha la Royal Air Force en abril de 1918, cuando la primera guerra mundial se acercaba a su fin, y fue la primera fuerza aérea independiente de la historia. Al combinar el servicio aéreo naval y el cuerpo aéreo del ejército pretendían fortalecer la capacidad aerotransportada y de bombardeo británica en un momento en el que Londres había sido objetivo de repetidos ataques mediante aeronaves y bombarderos. La principal misión de los bombardeos estratégicos de la RAF era golpear tanto objetivos militares como centros industriales densamente poblados en Alemania y zonas ocupadas. El bombardeo de centros industriales buscaba no sólo la destrucción de arsenales militares, sino también romper la moral de los obreros alemanes. El general Hugh Trenchard, que dirigió la Independent Force (el cuerpo británico de bombarderos), aseguraba que ‘es evidente que el efecto moral de los bombardeos supera a sus efectos materiales en una proporción de 20 a 1, y que por tanto era preciso crear el mayor efecto moral posible’. Después de la guerra, el general Trenchard y otros dirigentes de la RAF aseguraban que los bombardeos británicos habían contribuido en gran medida a terminar la guerra desmoralizando a los civiles alemanes. No obstante, ninguna de las encuestas que realizaron respectivamente las tropas británicas, francesas y estadounidenses en la posguerra aportaron prueba alguna que apoyara las afirmaciones de Trenchard.

A pesar de que Gran Bretaña ganó la primera guerra mundial, ésta consumió enormes fondos y recursos y dejó la administración de las colonias en un estado caótico. El imperio británico tuvo que afrontar una seria crisis nada más concluir la guerra, cuando se topó con revueltas populares y violentas manifestaciones políticas en todas las colonias y mandatos. La fuerza aérea británica fue uilizada inmediatamente para suprimir esas revueltas y manifestaciones en sus dominios. Por ejemplo en 1920, cuando un escuadrón aéreo fue enviado a Somaliland para suprimir una revuelta de la milicia local. El bombardeo no sólo destruyó el fuerte de la milicia, sino también viviendas privadas de las cercanías.

Pero fue en Iraq donde Gran Bretaña empleó su fuerza aérea más a fondo y durante más tiempo con el propósito de suprimir revueltas locales. En octubre de 1922 ocho escuadrones de la RAF iniciaron bombardeos a gran escala sobre Iraq. Arrojaron diversos tipos de bombas sobre localidades en las que se suponía que se escondían milicianos, incluyendo bombas incendiarias y de acción retardada, y a veces dejaban caer petróleo sobre viviendas civiles con la intención de aumentar los incendios provocados por el bombardeo. Muchas mujeres y niños murieron o resultaron heridos cuando las tiendas y otros alojamientos de los beduinos, e incluso su ganado, se convirtieron en objetivos. Las fuerzas británicas justificaban los bombardeos indiscriminados afirmando que sus operaciones ‘demostraban ser notablemente efectivas, extremadamente económicas e indudablemente humanas a la larga’ , ya que iban a acabar en poco tiempo con los disturbios y revueltas. Los bombardeos prosiguieron hasta 1932, el año en el que concluía oficialmente el mandato británico sobre Iraq. Uno de los líderes de estos escuadrones de la RAF era Arthur Harris, que obtuvo más tarde el mando de los bombarderos de la RAF durante la segunda guerra mundial. Basándose en su experiencia en Iraq, los dirigentes de la RAF llegaron a la conclusión de que la mejor manera de derrotar al enemigo era llevar a cabo «bombardeos estratégicos» contra viviendas de civiles, especialmente de obreros industriales.

Como había ocurrido en la primera, al inicio de la segunda guerra mundial tanto Gran Bretaña como Alemania se abstuvieron de efectuar ataques aéreos contra civiles. De todos modos se repitió el guión y ambas partes aumentaron deliberadamente sus bombardeos de represalia contra barrios civiles en las principales ciudades después de algunas series de bombardeos de objetivos imprecisos. A partir de septiembre de 1940, las fuerzas alemanas desarrollaron durante casi nueve meses la «Operación Rayo», y atacaron Londres, Coventry, Birmingham, Manchester y muchas otras ciudades inglesas, asesinando a 60.000 civiles y destruyendo más de dos millones de casas. El 11 de septiembre de 1940, Joseph Goebbels anotó en su diario que esta operación de bombardeos aéreos iba a ser fundamental para forzar la rendición del gobierno británico.

Como represalia, la RAF inició en octubre de 1940 incursiones nocturnas sobre ciudades industriales de la cuenca del Ruhr. Lübeck, una ciudad cultural sin importancia militar, se convirtió en el primer blanco de los «bombardeos zonales», la nueva estrategia de Harris. Después atacaron con más de mil aviones la ciudad de Colonia. Otras ciudades, como Essen, Kiel, Suttgart, Manheim, Rostock y Berlín también se convirtieron en objetivos. Harris anunció en febrero de 1943 que la moral de la población alemana en las zonas bombardeadas estaba más baja que nunca y que, si la RAF proseguía sus bombardeos, la rendición estaba muy próxima. Continuaron las incursiones nocturnas contra muchas ciudades alemanas, incluyendo Hamburgo, donde se arrojaron 7.000 toneladas de bombas que mataron a unas 45.000 personas. No obstante, no hubo señal alguna que anunciara la rendición del régimen nazi.

Así pues, la RAF bombardeó Berlín dieciséis veces entre noviembre de 1943 y marzo de 1944, mientras seguía bombardeando otras ciudades alemanas. Sin embargo las predicciones de Harris no se cumplieron. Por el contrario, los alemanes comenzaron a emplear nuevas armas indiscriminadas contra Inglaterra: los misiles V-1 y V-2. Lanzaron más de 9.500 misiles V-1, que mataron a unas 6.200 personas. Unos 1.100 misiles V-2 alcanzaron diversas partes de Inglaterra. Por su parte, Harris aumentó la escala de los ataques aéreos afirmando de nuevo que la moral de los alemanes estaba al borde del colapso. En febrero de 1945, la comandancia de bombarderos realizó 17.500 ataques, durante los que se arrojaron 45.750 toneladas de explosivos sobre ciudades alemanas. Entre el 13 y el 15 de febrero, Dresde sufrió por primera vez un fuerte bombardeo; esta vez las fuerzas aéreas estadounidenses (USAF) actuaron conjuntamente con la RAF. Durante 14 horas de incursión, enormes cantidades de bombas incendiarias arrasaron grandes zonas de la ciudad, donde no había instalación militar alguna, y mataron a muchos civiles. Se calcula que murieron entre 70.000 y 135.000 personas, la mayoría mujeres, niños y ancianos.

La USAF, dirigida por Ira Eaker, se unió a la campaña de bombardeos en Europa a partir de agosto de 1942. A pesar de las repetidas solicitudes de la RAF para que secundara los bombardeos nocturnos a baja altura, la USAF te atuvo a su estrategia tradicional, los llamados «bombardeos de precisión» diurnos desde gran altura, usando los visores de bombardeo Norden. No obstante, dado que las bombas caían regularmente por lo menos a un cuarto de milla del objetivo, «bombardeos de precisión» no era más que un eufemismo oficial. No es sorprendente que la USAF matara no sólo a civiles alemanes, sino también a muchos civiles aliados durante los «bombardeos de precisión» en ciudades ocupadas como París, Nantes, Lille, Lorient y Amsterdam. A partir de noviembre de 1943 los bombarderos estadounidenses comenzaron los «bombardeos a ciegas» usando un nuevo radar llamado H2X. No obstante, dadas las limitaciones técnicas, los bombardeos se hicieron más aleatorios e indiscriminados. Eaker compartía el optimismo de Arthur Harris acerca de que la campaña de bombardeos conjuntos angloestadounidenses iba a destruir la moral alemana. El general Henry Arnold, comandante de la USAF, insatisfecho con los «bombardeos de precisión» que llevaba a cabo la octava comandancia estadounidense de bombarderos en Gran Bretaña, reorganizó la USAF en Europa y en diciembre de 1943 puso en marcha las «fuerzas aéreas estratégicas» estadounidenses – USSF. Eaker fue degradado y Carl Spaatz se convirtió en la cabeza de las USSF.

Podemos observar el desarrollo constante de la estrategia estadounidense desde los «bombardeos de precisión» a los «bombardeos estratégicos» (los bombardeos indiscriminados entre 1943 y 1945). En los cuatro meses que van del 1 de septiembre al 31 de diciembre de 1944, las USSF arrojaron más de 140.000 toneladas de bombas sobre «objetivos principales», el sesenta por ciento durante «bombardeos a ciegas». Sólo 674 toneladas fueron usadas para «bombardeos de precisión» en el estricto sentido de la expresión. Entre octubre de 1944 y el final de la guerra en Europa en mayo de 1945, el porcentaje de «bombardeos a ciegas» aumentó hasta alcanzar el ochenta por ciento de toda la campaña de bombardeos estadounidenses en Europa. En febrero de 1945, las fuerzas estadounidenses llevaron a cabo, junto con la RAF, la «operación Clarín», en la que numerosos pueblos y ciudades alemanes fueron bombardeados desde baja altura para desmoralizar a la nación enemiga. Fue una operación totalmente carente de valor táctico. En resumidas cuentas, las actividades de bombardeo estadounidenses en Europa no acabaron siendo diferentes de los «bombardeos zonales» británicos. En realidad, los dirigentes de la USAF abandonaron de hecho los «bombardeos de precisión» aunque los mantuvieron como principio oficial. Mientras, el general Arnold abogaba por un plan contra los misiles V-1 y V-2 que consistía en lanzar 500 bombarderos B-17 controlados por radar, repletos de bombas y sin tripulación y estrellarlos contra ciudades en manos enemigas. Por suerte, este plan nunca fue puesto en práctica.

Sin embargo, al final de la guerra, 131 pueblos y ciudades alemanes habían sido bombardeados y aproximadamente 600.000 civiles alemanes habían muerto durante «bombardeos estratégicos» llevados a cabo principalmente por fuerzas británicas con el apoyo de las estadounidenses.

Este es el contexto en el que la USAF comenzó su campaña de bombardeos sobre Japón a finales de 1944. Según Arnold y Curtis LeMay, bombardear civiles era esencial para quebrar la moral japonesa y, por tanto, la forma más rápida de obligarles a rendirse. Al mismo tiempo era el método más eficiente para minimizar las bajas entre las propias tropas. En este sentido, Arnold, LeMay y otros dirigentes militares estadounidenses heredaron la idea de los «bombardeos estratégicos» que defendían los dirigentes de la RAF durante la primera guerra mundial. De acuerdo con esta idea, la matanza de civiles enemigos está justificada por crueles que resulten los medios. Es más: es imprescindible para acelerar la rendición. No obstante, los dirigentes estadounidenses siguieron insistiendo públicamente en que las bombas estaban destinadas a objetivos estratégicos. Tomemos como ejemplo el comunicado del presidente Harry Truman inmediatamente después del bombardeo de Hiroshima, sin ir más lejos: «El mundo tendrá en cuenta que la primera bomba atómica ha sido arrojada sobre Hiroshima, una base militar. Y esto ha sido así porque en este primer ataque queríamos evitar, en la medida de lo posible, la muerte de inocentes.» Truman hizo estas declaraciones inmediatamente después de la muerte instantánea de entre 70.000 y 80.000 habitantes civiles en Hiroshima. A finales de 1945 ya habían muerto 140.000 habitantes de esa ciudad a causa de la bomba. Al final, más de cien ciudades japonesas fueron destruidas mediante bombas incendiarias y dos más mediante bombardeos nucleares, causando un millón de víctimas, incluyendo más de medio millón de muertes, sobre todo civiles y especialmente mujeres y niños.

Desde luego, los Estados Unidos no fueron los únicos que practicaron bombardeos indiscriminados durante la guerra del Pacífico. La marina imperial japonesa cometió el primer bombardeo indiscriminado en la región del Pacífico asiático cuando atacó en 1932 a civiles en Shanghai. A continuación, los bombarderos japoneses atacaron a civiles en Nanjing, Wuhan, Chongqing y otras ciudades. Concretamente, Chongqing fue durante tres años el blanco de más de 200 incursiones nocturnas, que comenzaron a finales de 1938 y acabaron con la vida de 12.000 personas. En este caso, los japoneses tampoco estaban atacando instalaciones militares sino que pretendían destruir el centro de poder del Guomindang y desmoralizar a los civiles que apoyaban su régimen.

Después de esta breve historia de los bombardeos indiscriminados ya sabemos que la expresión «bombardeos selectivos (contra civiles)» es mucho más apropiada que hablar de «bombardeos indiscriminados» y que la mayoría de las víctimas de los «bombardeos estratégicos» son necesariamente civiles, en especial mujeres y niños. Hablando claro: los «bombardeos estratégicos» son actos de terrorismo.

A la hora de valorar cada nuevo caso de bombardeo indiscriminado deberemos recordar esta praxis que se remonta a la primera guerra mundial y la historia de cómo se han justificado las matanzas en masa de civiles. Hemos mostrado cómo durante el transcurso de la segunda guerra mundial, en distintos momentos y por motivos estratégicos particulares, tanto británicos como alemanes, japoneses y estadounidenses recurrieron a bombardeos estratégicos con grand cantidad de víctimas civiles, pretendiendo que eso desmoralizaría al enemigo y aceleraría su rendición. No debemos empantanarnos en discusiones del tipo de si el ataque contra Tokio con bombas incendiarias puede ser justificado estratégicamente o si se pueden justificar estratégicamente o no los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki. Lo principal es saber por qué tanto tiempo después de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki se han mantenido estas teorías que justifican matanzas en masa. Se trata de saber si se puede justificar moralmente la matanza de decenas de miles de no-combatientes con el pretexto de que eso va a provocar una rápida rendición del enemigo. Es importante preguntarse por qué se aplicó esta estrategia durante las guerras de Corea y de Vietnam y por qué se siguen empleando teorías similares para justificar los «daños colaterales» de los «bombardeos de precisión» en guerras como las de Afganistán, Kosovo e Iraq. Al mismo tiempo habría que buscar caminos para hacer comprender el hecho de que matar civiles es un crimen contra la humanidad, independientemente de las justificaciones militares que se esgriman; un crimen que debería ser castigado según los principios de Nuremberg y Ginebra. Por último, es importante recordar que jamás se ha terminado guerra alguna tan sólo bombardeando indiscriminadamente y matando a civiles en masa. Más bien hay numerosas evidencias de que semejantes estrategias han solido fortalecer la resistencia.

Nota: estas son las fuentes principales consultadas para este artículo.

Documentación de archivo:
British National Archives Documents: Air 20/ 1027, Air 5/1287. Air 5/344, Air 5/338

Fuentes secundarias:
* George Williams, Biplanes and Bombsights: British Bombing in World War I (University Press of the Pacific, Hawaii, 2002)

* Scott Robertson, The Development of RAF Strategic Bombing Doctrine, 1919 -1939 (Praeger, 1995)

* Lee Kennett, A History of Strategic Bombing: From the First Hot- Air
Balloons to Hiroshima and Nagasaki
(Charles Scribner’s Sons, 1982)

* Tami Biddle, Rhetoric and Reality in Air Warfare (Princeton University
Press, 2002)

* Ronald Schaffer, Wings of Judgment (Oxford University Press, 1985)

* Denis Richards, RAF Bomber Command in the Second World War: The Hardest Victory (Penguin Books, 2001)

* R. Cargill Hall (comp.), Case Studies in Strategic Bombardment (Air Force
History and Museums Program, 1998)

Yuri Tanaka es profesor investigador en el Instituto por la Paz de Hiroshima y coordinador de Japan Focus. Entre sus libros se encuentran Hidden Horrors. Japanese War Crimes in World War II. Publicó este artículo en Japan Focus.