En este artículo el autor reflexiona sobre la necesidad de que la izquierda debata un proyecto político de unidad y después designe un candidato para oponerse a Bolsonaro en las presidenciales de 2022.
Uno de los más jóvenes del liderazgo de izquierda en Brasil, Guilherme Boulos, del Partido Socialismo y Libertad (PSOL), está demostrando el juicio que les falta a los más veteranos, en momentos de discutir las estrategias para las elecciones de 2022. El ex presidente Lula da Silva se precipitó esta semana al lanzar desde la nada el nombre de Fernando Haddad para ser nuevamente el candidato presidencial del Partido de los Trabajadores (PT), sin oír la opinión de los otros partidos, incluido el suyo.
Boulos tiene toda la razón al responder a Lula en Twitter: “Defiendo que la izquierda busque la unidad para enfrentar a Jair Bolsonaro. Para eso, antes de lanzar nombres, debemos discutir el proyecto”. Eso era exactamente lo que faltaba en 2018: unidad y proyecto. Si la izquierda repite el mismo error, logrará el mismo resultado: Bolsonaro se dará un baño de masas.
Mientras Ciro Gomes y Lula siguen sorprendidos, con viejos berrinches, Boulos y Flávio Dino, gobernador de Maranhão, muestran lucidez y madurez. No tienen interés en imponer sus propias candidaturas. “El nombre del candidato presidencial debe ser el punto de llegada, no el punto de partida”, defendió Boulos, en declaraciones a Mônica Bergamo. Y explicó su posición: “Todos los partidos tienen el derecho a proponer un candidato. Pero, con Jair Bolsonaro gobernando el país, es preciso buscar la unidad. La unidad debe comenzar por la confluencia en un proyecto, no lanzando varios nombres a la palestra. Si se hiciera eso, el desastre estará garantizado”.
La propuesta de Boulos es similar a la de Flávio Dino: construir una mesa de diálogo en la que toda la izquierda pueda debatir y alcanzar puntos comunes, contando con la participación efectiva de la sociedad civil. Sólo cuando se haya alcanzado un proyecto común, se estaría en condiciones de discutir nombres.
No sirve de nada que Lula y Haddad vuelvan a viajar por el país, sin nada nuevo que ofrecer a la parroquia, sin explicar por qué y para qué quiere volver al poder el PT. Aislado, sería muy probable que el PT volviese a fracasar de nuevo, como aconteció en las últimas elecciones municipales, cuando lanzó un binomio pura-sangre para el gobierno de Sao Paulo, con el que sólo consiguió el 8,7% de los votos, sin pasar siquiera a segunda vuelta.
Ante el fracaso de un frente amplio de la izquierda con el centro derecho inventado por Rodrigo Maia en torno a la candidatura de Baleia Rossi, del MDB, en la elección para la presidencia de la Cámara de Diputados, a la izquierda sólo le queda unirse en la construcción de un proyecto para el país, como comienzo, medio y fin, que se contraponga al desastre ferroviario de extrema derecha bolsonarista.
La llamada derecha democrática quedó nuevamente sin candidato, como en 2018, con la implosión de los partidos DEM, PSDB e MDB, a punto de volver a hablar sobre la candidatura de Luciano Huck. No da siquiera para situar a esos tres partidos en la oposición a Bolsonaro, porque ya están golpeando la puerta de este gobierno, como diría el viejo Leonel Brizola, que esta semana cumpliría 99 años.
Hasta Fernando Haddad parecía sorprendido, perdido, en la entrevista concedida a la CNN, en la que no lograba escuchar en directo a los entrevistadores y no respondía a sus preguntas, repitiendo el mismo discurso de las pasadas elecciones.
Lula colocó el carro delante de los bueyes y dejó a Haddad bajo la lluvia, sin programa ni equipo, para encarar una nueva campaña presidencial. Es mejor llamar a los otros partidos de izquierda, empezar el juego desde cero y aceptar el hecho de que el candidato no tiene porque ser, necesariamente, del PT.
Guilherme Boulos y Flávio Dino son nombres nuevos que deben ser escuchados. La historia camina hacia adelante, con los ojos puestos en el futuro: el pasado no elige a nadie.
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