De acuerdo con informaciones procedentes de la prensa estadounidense, se señala que alrededor de 90 ex oficiales en retiro vuelven en gloria y majestad para participar directamente en los comicios de octubre próximo. Muchos de ellos nunca han estado al margen de la política, como se ha pretendido hacer creer y han mantenido fuertes lazos con organizaciones y personalidades políticas del centro y la derecha brasileña.
Recordemos que los militares brasileños acatando las directrices de la llamada doctrina de la «seguridad nacional», impartida por los Estados Unidos para la región, dieron un golpe de Estado al gobierno de Joao Goulart (1964). Típica maniobra golpista promovida por el Departamento de Estado Norteamericano y la CIA con el pretexto de restaurar el orden y que depuso al presidente constitucional de Brasil, Joao Goulart poniendo fin al período democrático más vital de la historia de este país.
Con la caída de Goulart comenzó una dictadura que se prolongó en el poder hasta 1985. Fue uno de los períodos más trágicos de la historia brasileña y también uno de los menos investigados hasta ahora. No se sabe cuántas personas murieron ni cómo fueron asesinadas en la mayoría de los casos. Las cifras seguramente no serán tan altas como las que dejó las últimas dictaduras en Chile y la Argentina. No obstante, los métodos utilizados fueron los mismos: persecución de las fuerzas política progresistas, de los dirigentes sindicales, trabajadores del arte y la cultura, la existencia de presos políticos, censura, tortura y terrorismo de estado.
Cabe destacar además que las fuerzas armadas brasileñas jugaron un rol importante en la elaboración del denominado «plan cóndor», junto a las dictaduras de Chile, Argentina y Paraguay. Los altos oficiales brasileños, así como en la mayor parte de América Latina, siempre han tenido fuertes lazos con las plutocracias corruptas de sus respectivos países, los que suelen ser los guardianes de las oligarquías nacionales operando siempre desde las sombras y cuando sea necesario.
Y a propósito de las elecciones presidenciales y parlamentarias brasileñas y el mundo militar. Los planes del Departamento de Estado americanos, como uno de sus nuevos recursos para mantener su hegemonía, es buscar la incorporación a la vida política activa a exmilitares en retiro en toda la región y que salvaguarden los intereses geopolíticos de los Estados Unidos. Es así, que al no existir una figura política relevante de la centro derecha, producto de la corrupción, es que los EE.UU. estaría apoyando la candidatura del senador de ultraderecha Jair Bolsonaro, un excapitán del Ejército, que solo contaría con el apoyo del 17% del electorado, según últimas encuestas.
«Estamos en un momento crítico, al filo de la navaja», dijo Antonio Mourão, general retirado de cuatro estrellas que el año pasado, cuando aún estaba de servicio, sugirió que sería necesaria una intervención militar para purgar a la clase política. «Aún creemos que el proceso electoral representará una solución preliminar para cambiar el rumbo», destaca la prensa internacional.
Mourão, un general retirado, y otros oficiales jubilados han respaldado con fervor la candidatura presidencial del senador de ultraderecha Jair Bolsonaro, el primer miembro retirado de las fuerzas armadas con la posibilidad de tener una candidatura presuntamente viable desde el regreso a la democracia, entre otras cosas ha expresado a la prensa, que nombraría a generales en su gabinete, de ganar las elecciones. En este sentido cada vez son más los militares en retiro y algunos en servicio activo, que emiten su opinión sobre los problemas económicos y políticos más candentes que enfrenta el país, buscando así legitimar la presencia militar en los medios de prensa.
Pero los generales en retiro, oficiales y veteranos que organizan las campañas para las elecciones de octubre dicen que «los valores militares» como la disciplina, la integridad y el patriotismo son fundamentales para arreglar la situación brasileña en momentos en los que consideran que el país tiene un mal gobierno, se ha polarizado de manera peligrosa y ha quedado en una posición irrelevante en el ámbito global. Cabe agregar que el gobierno de facto, encabezado por el corrupto Michel Temer, carece de todo apoyo popular y no tiene ninguna chance ante una eventual candidatura presidencial.
El ingreso de los militares en la política es un giro radical y, para la gran mayoría de los brasileños sumamente inquietante destaca la prensa internacional. Preocupa el perfil cada vez más relevante de figuras militares y con cierta cobertura de prensa, pues el país no ha terminado de resolver su pasado con la dictadura «gorila», como se les solía llamar en la década de los 60.
«Puede que la eventual elección de estos oficiales militares lleve a la adopción de propuestas autoritarias, sobre todo si se trata de la seguridad pública», ha señalado a la prensa Carlos Fico historiador de la Universidad Federal de Río de Janeiro.
Los llamados públicos para una intervención militar comenzaron a manifestarse en 2013 encabezado por grupos de ultraderecha, que lo volvieron su consigna en diversas manifestaciones contra el gobierno de Dilma Rousseff, destaca la prensa.
«Es un grito de desesperación en contra de la corrupción», dijo Luciano Zucco, un teniente coronel de 44 años que pidió licencia del Ejército para postularse a una diputación estatal. Mauricio Santoro, politólogo de la Universidad Estatal de Río de Janeiro, afirmo que «aunque nadie en Brasil ha pedido una dictadura militar, a muchos brasileños -sobre todo los que no vivieron la última dictadura militar, les atrae la idea de una intervención militar de corta duración. «Hay mucha gente en Brasil a la que le gusta la idea de que el Ejército expulse a la clase política actual y, seis meses después, convoque elecciones», agrego Santoro.
El general Bôas, comandante del Ejército publicó en abril un inapropiado comunicado en Twitter que fue interpretado como una advertencia al Supremo Tribunal Federal. Dijo que el Ejército «repudia la impunidad», en aparente referencia a la posibilidad de que los magistrados permitieran al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva quedar libre mientras apela una condena de corrupción de doce años.
El exgeneral Eliéser Girão Monteiro, quien se ha postulado como gobernador para Río Grande do Norte, ha solicitado un juicio político a los integrantes de los tribunales de justicia por otras decisiones que han dado como resultado la liberación de políticos condenados por corrupción.
Esa falta de rendición de cuentas también podría llevar a una generación de brasileños más jóvenes a fantasear sobre lo que implicaría una nueva intervención militar, afirmo Pedro Dallari, jurista que supervisó los trabajos de la comisión de la verdad. Sin embargo, diversos medios de prensa señalan que las nuevas generaciones a través de las llamadas «redes sociales», en Brasil, suelen inclinarse por el progresismo, cuestionando el papel jugado por los militares en el pasado reciente y condenando la corrupción política de autoridades de gobierno y del aparato del Estado, incluida las fuerzas armadas que no han estado ajenas a la corrupción.
Ahora una de las últimas encuestas de la consultora Datafolha publicada el domingo 10 de junio, pone de relieve una constante que se viene repitiendo: el expresidente Lula da Silva mantiene el liderazgo con 30% de las intenciones de voto. El presidenciable de extrema derecha y excapitán de ejército Jair Bolsonaro le sigue como el presidenciable más consolidado con 17% de popularidad. Y atrás viene Marina Silva, de Red Sustentable, que contaría con el 10% del apoyo de los electores brasileños. Luego vienen los de un dígito: el socialdemócrata Geraldo Alckmin (6%) y el laborista Ciro Gomes (7%).
En los medios de prensa brasileño también se especula que sin Lula, la contienda electoral estaría encabezada por Bolsonaro y Marina Silva, los cuales tendrían que ir a una segunda vuelta en donde se impondría ampliamente la candidata de Red Sustentable, la cual contaría con los votos del PT y el progresismo brasileño.
Sin embargo, los medios de prensa brasileño dan por hecho que Lula no pueda ser candidato producto del sometimiento de la justicia de este país a la oligarquía nacional. Para la segunda vuelta, Lula lograría imponerse a todos los demás, según reporta la prensa. En este sentido cabe destacar además que hay personero del progresismo brasileño que estiman que ante la eventualidad de que Lula no pueda ser candidato, el Partido de los Trabajadores, muestre cierta incapacidad para levantar una candidatura alternativa y tan relevante como la del expresidente Lula.
Lo cierto es que ante la complejidad que vive la política brasileña, la estratégica de EE.UU. para América latina, es no permitir ni un gobierno más de origen progresistas, reformista o de izquierda y para ello optará por los golpes parlamentarios, por la intervención de unos tribunales de justicia en muchos casos politizados y en última instancia no se podría descartar un golpe militar, ante la crisis política, económica e institucional que vive Brasil, inaugurando así un nuevo ciclo de golpes militares en América Latina, si es que antes no lo logra en Nicaragua y Venezuela.
Eduardo Andrade Bone es comunicador social, analista político y corresponsal de prensa de la Agencia Indoamericana.
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