La reunión de las partes del principal tratado mundial sobre bioseguridad comenzó el lunes en esta ciudad de Brasil con un misterio. Delegados de 116 países ignoran aún la posición del país anfitrión sobre el punto más polémico de la agenda: el etiquetado de transgénicos. El gobierno de Brasil mantiene fuertes debates internos en torno […]
La reunión de las partes del principal tratado mundial sobre bioseguridad comenzó el lunes en esta ciudad de Brasil con un misterio. Delegados de 116 países ignoran aún la posición del país anfitrión sobre el punto más polémico de la agenda: el etiquetado de transgénicos.
El gobierno de Brasil mantiene fuertes debates internos en torno de la información sobre la presencia de organismos vivos modificados (OVM) en los cargamentos que cruzan las fronteras. Unos funcionarios prefieren la expresión «contiene OVM». Otros, la fórmula «puede contener OVM».
La ministra de Medio Ambiente de Brasil, Marina Silva, se encontraba discutiendo el asunto con el presidente Luiz Inácio Lula da Silva en Brasilia, a más de 1.300 kilómetros de distancia de Curitiba, cuando comenzaba la conferencia.
Minutos antes de proceder a la inauguración de la reunión internacional, el secretario ejecutivo del Ministerio de Medio Ambiente, Claudio Langone, recibió una llamada telefónica de Silva, quien le informó entonces de las deliberaciones con Lula.
Una posición conciliadora, a favor de la fórmula «contiene OVM» pero con un plazo de implantación de hasta cuatro años, estaría en negociación entre Lula y los dos ministerios más involucrados en la disputa, el de Agricultura y el del Medio Ambiente, dijeron informalmente representantes de la cartera ambiental a algunos periodistas.
La noticia seria divulgada oficialmente en las próximas horas, mientras ya están en curso las deliberaciones entre 800 negociadores y observadores en Curitiba.
Desde la segunda conferencia de las partes, celebrada en Montreal hace nueve meses, el gobierno de Brasil intenta flexibilizar las exigencias de información sobre transgénicos en las exportaciones, con la intención de atender los intereses del agronegocio y provocando insatisfacción en el área ambiental.
La polémica se concentra en el articulo 18-2a del Protocolo que exige la identificación clara, en la documentación que acompaña productos destinados a alimentación humana o animal, de la presencia de OVM y de fuentes oficiales a las que se podrá solicitar información adicional.
El Ministerio de Ambiente, apoyado por activistas, defiende la expresión «contiene» en lugar del «puede contener» apoyada por el Ministerio de Agricultura e instituciones vinculadas a la biotecnología.
Los representantes del agronegocio argumentan que los costos de identificación de OVM reducirían la competitividad de Brasil, pues los otros dos grandes exportadores mundiales de soja, Argentina y Estados Unidos, no firmaron el Protocolo y estarían exentos de la exigencia.
«El Protocolo maneja cuestiones demasiado complejas para ser tratadas solo por algunos sectores o segmentos de la sociedad. El texto del Convenio sobre la Diversidad Biológica puede darnos inspiración para el éxito de las negociaciones», dijo Langone en la primera sesión plenaria de la conferencia de las partes.
Los gobiernos que adhirieron al Convenio reconocen aspectos positivos en la biotecnología moderna, si se consideran necesario adoptar medidas de seguridad adecuadas para proteger el ambiente y la salud humana, dijo el secretario ejecutivo, cuyo cargo corresponde al de viceministro.
«Hacer lo correcto no es sencillo. Se trata de una discusión compleja, que involucra gran variedad de actores y países en una materia en que frecuentemente hay distintos valores y expectativas. Solo un debate continuado, transparente y respetuoso podrá asegurar que todos los puntos de vista se reflejen en el resultado final. Es lo que espero de esa reunión», afirmó.
La indefinición brasileña sobre un asunto clave fue criticada en la apertura de la conferencia de las partes por Roberto Requiao, el gobernador del meridional estado de Paraná, del que Curitiba es la capital. «No se pude tener una actitud dubitativa y una posición conciliadora en defensa de la bioseguridad», sostuvo.
«El etiquetado de productos transgénicos no merece tratarse con irresponsabilidad. Si el eufemismo falso del ‘puede contener’ es llevado, por ejemplo, a los productos vendidos en los supermercados, equivaldría a etiquetar un envase de carne en conserva con el aviso de que ‘puede contener carne deteriorada’. O podría usarse para etiquetar gobiernos con la alerta ‘puede contener medidas contra el interés de la ecología y los intereses nacionales del pueblo'», acotó.
También la organización ambientalista Greenpeace Internacional condenó la indecisión.
«El discurso del secretario Langone dejó claras las incoherencias de Brasilia. Por un lado recuerda el principio de precaución y la necesidad de mecanismos de seguridad, pero por el otro dice que la sociedad civil debe aclarar mejor lo que desea y entender que existen muchos intereses en juego», dijo Marcelo Furtado, coordinador de campañas de Greenpeace en Brasil.
«Si no cambia su posición, Brasil destruirá el Protocolo de Cartagena y terminará por crear un Protocolo de Bioinseguridad», advirtió.
La presidenta de la conferencia de las partes, Fatimah Raya Nasron, de Malasia, pidió en la inauguración un esfuerzo a los negociadores, y recordó que en la conferencia de Montreal se frustró una decisión sobre la identificación de OVM en el transporte internacional.
«Sugiero que todos asuman un compromiso de resolver estas cuestiones pendientes en Curitiba. Si mantenemos nuestro enfoque en la forma práctica de implementación, avanzaremos en las negociaciones. No perdamos nuestro tiempo repitiendo decisiones ya adoptadas. Vamos a concentrarnos en la implementación del Protocolo», reclamó.
El secretario ejecutivo del Convenio sobre la Diversidad Biológica, Ahmed Djoghlaf, de Argelia, destacó la velocidad y la cantidad de adhesiones al Protocolo de Cartagena. Las 19 ratificaciones de los últimos nueve meses llevó el total a 130 países.
«Espero que las decisiones de Curitiba beneficien el planeta y las futuras generaciones, aunque sea necesario negociar hasta la medianoche del viernes», concluyó.
Greenpeace aprovechó la apertura de la conferencia de las partes para divulgar un informe global sobre contaminación causada por transgénicos, elaborado junto con la organización británica GeneWatch. El estudio menciona 113 casos ocurridos en los últimos diez años en 39 países.
«La cantidad de países afectados es el doble de los que permiten oficialmente el cultivo de transgénicos, lo que comprueba que la contaminación existe», destacó el jefe de la delegación de Greenpeace, Benny Haerlin. (FIN/2006)
http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=36850