El año 2011 cerró con una agradable e importante noticia para América Latina y los proyectos de integración que se desarrollan en la región: el 27 de diciembre el Centro de Economía e Investigación en Negocios (CEBR), una institución con sede en Londres, informó que Brasil se había convertido en la sexta potencia económica del […]
El año 2011 cerró con una agradable e importante noticia para América Latina y los proyectos de integración que se desarrollan en la región: el 27 de diciembre el Centro de Economía e Investigación en Negocios (CEBR), una institución con sede en Londres, informó que Brasil se había convertido en la sexta potencia económica del mundo al sobrepasar a Gran Bretaña.
Su crecimiento ha sido constante en los últimos 10 años, y si ya en 2007 ocupaba el décimo lugar por el total de su Producto Interno Bruto (PIB), en 2008 superó a Canadá, en 2009 a España para alcanzar la octava posición; en 2010 a Italia y a finales de 2011 a Gran Bretaña.
Ahora, con un PIB de 2 208 billones, solo lo superan Estados Unidos, China, Japón, Alemania y Francia, por ese orden.
Con 203,4 millones de habitantes, Brasil es el quinto país más poblado del mundo, pero con bajo índice de densidad poblacional, debido a que la mayor parte de sus habitantes se concentran a lo largo del litoral, por lo cual el interior del territorio presenta un gran vacío demográfico.
Sus sectores económicos más desarrollados son los servicios, agrícola, minero, manufacturero y el mercado de trabajo. Entre sus principales productos de exportación aparecen aeronaves, equipos electrónicos, automóviles, alcohol, textiles, calzados, hierro, acero, químicos, café, jugo de naranja, soya y otros alimentos.
Para el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) el crecimiento alcanzado en los últimos años se ha producido por la fuerte expansión de la demanda interna, que se reflejó en un alza del 7 % en el consumo de las familias y un aumento del 21,8 % de la formación bruta de capital fijo.
Es innegable que los éxitos económicos están en línea directa con las políticas económicas y sociales puestas en vigor durante los ocho años presidenciales de Luiz Inacio Lula de Silva y su continuidad llevada adelante por la actual mandataria Dilma Rousseff.
La administración de Lula, desde su comienzo en 2002, se ocupó de emprender varios proyectos sociales como Hambre Cero, Bolsa Familia (brindan asistencia a núcleos pobres) y Primer Empleo que facilita a los jóvenes el acceso al mercado laboral, además de los subsidios distribuidos y el aumento del 53 % del salario mínimo desde 2003.
Esos programas han permitido que las capas más desfavorecidas de la sociedad hayan aumentado sus ingresos y los consumos, que impulsan a la vez el desarrollo de la economía.
Como complemento directo se suma la financiación de la escolaridad infantil y la elevación del número de los puestos de trabajo, para sacar de la miseria extrema a más de 20 millones de brasileños e ir disminuyendo los altos niveles de criminalidad que existían en esa sociedad.
Los índices de pobreza se redujeron desde el 42 % en 2002 a 20 % en 2011, o sea más de la mitad en nueve años; la tasa de desempleo se fijó a finales de 2011 en 5,2 % (la más baja en toda la historia); mientras diferentes instituciones señalan que se continúa reduciendo la desigualdad y disminuyen las migraciones desde las regiones pobres del campo hacia los centros urbanos.
Los sectores insignias en el crecimiento del pasado año fueron la minería (15,7%), construcción civil (11,6%), industria (10,11%), agricultura (6,5%) y los servicios (5,4%). Los cultivos más favorecidos resultaron la soja (20,2%), trigo (20,1%), café (17,6%) y maíz (9,4%).
Los analistas aseguran que el incremento del PIB se detuvo un poco debido a la revalorización del real frente al dólar. Las importaciones subieron un 36 % mientras las exportaciones llegaron a 11,5 %.
Como afirmó el ministro de Hacienda, Guido Mantega, aun queda mucho camino por andar pues «Brasil necesitará de 10 a 20 años para ponerse al día con los niveles de PIB per cápita de las economías desarrolladas de Europa». Mantega destacó que pese a los avances, Brasil requiere aumentar sus inversiones en el área social, mejorar las infraestructuras en muchos territorios y continuar disminuyendo las asimetrías actuales.
Sin embargo, el ministro enfatizó que el gigante latinoamericano es un país «respetado y codiciado por inversores extranjeros» y que en 2012 se espera la llegada de capitales por 65 000 millones de dólares.
El gobierno de Rousseff tiene entre sus proyectos convertir a Brasil en la quinta economía del mundo (es decir, por encima de Francia) en esta década para lo cual cuenta con el potencial industrial instalado, grandes reservas petroleras descubiertas en los últimos años y numerosa fuerza laboral.
Ante los azotes de la crisis económica mundial en la que Estados Unidos y la Unión Europea no acaban de salir de la recesión y por ende dejan de comprar numerosas mercancías, Brasil se dirige a fortalecer su enorme mercado interno con la elevación del poder adquisitivo de la población.
En ese sentido, se han puesto en acción numerosas obras como la ampliación y recuperación de carreteras, ferrocarriles, ejecución de puentes, mejoramiento de los puertos y la construcción de viviendas con facilidades de financiamiento, todo lo cual genera millones de puestos de trabajo.
Los logros alcanzados por Brasil llegan en hora buena a Latinoamérica donde una ola de unidad e integración recorre la región en aras de desembarazarse de las políticas coloniales, hegemónicas y neoliberales que ha padecido esta zona durante varios siglos.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.