A medida que Brasil gana peso e influencia en el mundo entero, una pregunta incómoda comenzó a asomar en algunos rincones de América Latina: ¿está renaciendo un afán «imperialista» en el gigante de la región? El temor a un Brasil con planes de hegemonía está lejos de ser algo nuevo en Sudamérica, pero en los […]
A medida que Brasil gana peso e influencia en el mundo entero, una pregunta incómoda comenzó a asomar en algunos rincones de América Latina: ¿está renaciendo un afán «imperialista» en el gigante de la región?
El temor a un Brasil con planes de hegemonía está lejos de ser algo nuevo en Sudamérica, pero en los últimos tiempos parece cobrar vigor ante el auge económico del país y la enorme expansión de sus negocios en el vecindario.
De la mano de créditos estatales, las empresas brasileñas tienen hoy una presencia inédita en el subcontinente en diversos proyectos de infraestructura. Y, como mostró en las últimas semanas un plan para construir una carretera en Bolivia financiada por Brasil, a veces también generan resistencia.
La idea de que Brasil ejerce un liderazgo político en la región es cada vez menos discutida y expertos en política brasileña admiten que el país ha buscado en los últimos años ocupar espacios que dejó vacíos Estados Unidos en el subcontinente.
Pero también comienzan a escucharse advertencias sobre los riesgos que implicaría para ese país ser percibido o convertirse en el mandamás de Sudamérica, donde la tradicional hegemonía de Washington causó tantas disputas.
«Brasil tendrá que tener mucho cuidado para no transformar la predominancia (regional) en hegemonía, que no nos conviene», dijo el expresidente brasileño Fernando Henrique Cardoso en una clic entrevista con BBC Mundo.
«Eso genera una actitud de conflicto y no es necesario que se produzca una tensión permanente para que el país crezca», explicó.
«Expansionista e imperialista»
Cardoso negó que Brasil pretenda establecer alguna forma de «imperialismo» en Sudamérica, pero admitió que en algunas partes de la región ya existe la impresión de que el país pretende ir hacia una hegemonía.
De hecho, la última encuesta anual de Latinobarómetro realizada en 18 países de América Latina y divulgada a fines de octubre, indicó que Brasil es el país percibido con mayor liderazgo en la región.
En general, esa idea la expresan dos de cada 10 latinoamericanos, pero en vecinos de Brasil como Argentina o Uruguay la comparten más de la mitad de los habitantes, según el estudio. En Centroamérica, en cambio, se señala a Estados Unidos como el principal líder regional.
Aunque Latinobarómetro concluyó que Brasil también es visto como el país «más amigo» de la región (13% así lo creen) las críticas a su papel en Sudamérica también han sido notorias en los últimos meses.
«Bolivia ve a Brasil como un país expansionista e imperialista», dijo el expresidente boliviano Carlos Mesa en un seminario organizado en julio por Cardoso, según el diario Valor Económico.
«Lejos de Dios»
Ollanta Humala, que este año alcanzó la presidencia de Perú tras recibir asesoramiento de dos brasileños vinculados al Partido de los Trabajadores de Rousseff, alertó antes de ser electo sobre la relación de su país con Brasil.
«No queremos repetir con Brasil el proverbio mexicano que dice que la desgracia de México es estar tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos», dijo Humala en abril al diario brasileño Folha de San Pablo.
Humala se quejó en particular de que los brasileños quisieran aprovechar la debilidad de las fuerzas productivas peruanas para comprar empresas en el país. «No queremos patrones, queremos socios», manifestó.
En Paraguay, el periódico ABC Color afirmó en un editorial de noviembre de 2010 que «el imperialismo brasileño» seguiría intacto en el gobierno de Dilma Rousseff, aludiendo a temas bilaterales sensibles como el uso de la energía que produce la hidroeléctrica binacional de Itaipú.
«Nadie puede impedir»
Un diplomático brasileño que trabaja en temas regionales en la Cancillería de su país descartó que exista inquietud en el gobierno de Rousseff por estas opiniones sobre Brasil en la región.
Nuestra preocupación es trabajar para que todos tengan los beneficios de un crecimiento económico que va beneficiar a toda la región», aseguró el diplomático a BBC Mundo, pidiendo el anonimato por la sensibilidad del tema.
También negó que Brasil tenga planes de hegemonía regional. «Esa es una preocupación de artículos que salen en la prensa e intentan hacer una intriga», sostuvo.
Rubens Barbosa, exembajador de Brasil en Washington y Londres, consideró natural que algunos vean con recelo a su país, que tiene cerca de 200 millones de habitantes, y el crecimiento de su economía, llamada a ser la quinta global en la próxima década.
Barbosa, que preside del consejo de comercio exterior de la Federación de industrias del estado de San Pablo (FIESP), vaticinó que esa desconfianza «va a seguir y quizás hasta aumente».
«Estados Unidos no tiene una pretensión de ser una potencia hegemónica: es una potencia hegemónica», comentó. «El peso de Brasil va a seguir aumentando, entonces nosotros no necesitamos decir que queremos un liderazgo: esto viene por el peso específico de Brasil y nadie puede impedir esto».
En suspenso
Sin embargo, han surgido señales de que algunos planes multimillonarios brasileños en Sudamérica pueden enfrentar obstáculos difíciles ante las dudas que provocan.
En Bolivia, en medio de fuertes protestas, el presidente Evo Morales decidió parar un plan para que la empresa brasileña OAS construyera una carretera atravesando una reserva natural del país.
El proyecto había levantado el rechazo de grupos indígenas que chocaron violentamente con la policía y manifestaciones contra el «imperialismo» frente a la embajada brasileña en La Paz.
Algunos opositores al plan vial creen que Brasil sería el gran beneficiario de esa carretera porque le permitiría aumentar su comercio, pero el gobierno de Rousseff sostuvo que el proyecto sería importante para la «integración nacional de Bolivia».
En Argentina, la provincia de Mendoza suspendió temporalmente en junio otro megaproyecto brasileño de la minera Vale para producir potasio con inversiones de más de US$ 2.000 millones, aduciendo incumplimiento de normas locales.
Y en Perú, el anterior gobierno de Alan García canceló en junio la licencia provisoria a un consorcio integrado por empresas brasileñas para construir una hidroeléctrica en Inambari, al sur del país.
La mano del BNDES
El proyecto de Inambari es parte de un acuerdo binacional de 2008 para construir seis hidroeléctricas en la Amazonía peruana que calmen la creciente sed brasileña de energía, pero también desató protestas locales.
Ésta, al igual que muchas otras inversiones de compañías brasileñas en la región, contaría con financiamiento del estatal Banco Nacional de Desarrollo (BNDES) de Brasil.
Entre 2001 y 2010, los desembolsos de créditos del BNDES para proyectos de infraestructura de empresas brasileñas en América Latina y el Caribe aumentaron más de mil por ciento, según cifras proporcionadas por el banco.
Está previsto que esos desembolsos vuelvan a crecer este año y alcancen cerca de US$ 860 millones. Algunos analistas creen que el banco ha pasado a ser una herramienta de poder brasileño en la región.
El vacío de Washington
Brasil también ha buscado afianzar en los últimos años sus acuerdos de cooperación con países sudamericanos, por ejemplo en el combate al narcotráfico en Bolivia tras un pacto alcanzado en marzo.
El diario boliviano El Día opinó entonces en un editorial que «los términos en los que Brasil toma las riendas del combate al narcotráfico en Bolivia son casi idénticos a los que tenía la (agencia estadounidense antidrogas) DEA antes de que fuera expulsada del país».
Cardoso admitió que Brasil puede estar ocupando a su manera espacios que Estados Unidos abandonó en los últimos tiempos debido a sus propios problemas económicos y sus guerras en Irak y Afganistán.
«Probablemente sí, pero no en el sentido de los americanos que eran más bien hegemónicos. O sea, se metían también en el control político. Brasil en ese aspecto tiene una posición más suave», comparó el expresidente.
«Conquista el mundo»
La idea de llegar a ser un gran poder internacional está asociada a la concepción misma de Brasil, el único país latinoamericano con un pasado imperial, algo que según expertos dejó una huella en sus relaciones con la región.
Y, ahora que Brasil gana presencia en foros globales como el G-20 o la Organización Mundial del Comercio, reaparecen en el discurso político las referencias a «un país que también crece y que conquista el mundo», como dijo la presidenta Rousseff el 16 de septiembre para marcar los 1.000 días hacia el Mundial de fútbol 2014.
Aunque los brasileños evitan izar por el momento la bandera de la hegemonía latinoamericana, algunos creen que esto podrá comenzar a ocurrir si el país continúa su ritmo de expansión.
Geraldo Cavagnari, un coronel retirado brasileño fundador del núcleo de estudios estratégicos en la Universidad de Campinas, cree que esa pretensión puede ser hasta natural para los países con «perfil de potencia».
«¿Se abandonó la idea de una potencia hegemónica? No, no se abandonó (aunque) no se dice nada de eso. Sólo que en la actualidad estamos mucho más preocupados en desarrollar la economía y consolidar la democracia», dijo Cavagnari a BBC Mundo.
«La hegemonía», agregó, «será un desdoblamiento del propio crecimiento y fuerza económica que Brasil alcance».
Fuente: BBC Mundo, 8 de noviembre de 2011.