Hace unos días, el periódico Libération
publicaba un artículo terrible para los brasileños titulado «Brasil, el nuevo laboratorio neoliberal«. De acuerdo con la tesis de sus autores, el pueblo brasileño ha pasado a ser un campo de pruebas para los experimentos neoliberales.
¿Quién realiza los experimentos? El periódico no deja duda: un gobierno que, «con un 5% de aprobación, no solamente gobierna sin el pueblo, sino que gobierna en contra del pueblo». El diagnóstico no puede ser más claro y verdadero, pero le faltó decir: con el apoyo de una elite financiero-rentista, que aceptó el diagnóstico neoliberal que sostiene que el mayor problema de Brasil son los «elevados» salarios del pueblo brasileño, que causan el desequilibrio fiscal, hacen a las empresas industriales poco competitivas y justifican el bajo crecimiento. Y aceptó el «remedio»: reformas neoliberales tales como la congelación de los gastos del Estado, que penaliza la educación y la salud y reduce los salarios indirectos, o la reforma laboral, que reduce directamente los salarios.
Ese diagnóstico, no obstante, atenta directamente contra la inteligencia de los brasileños. La causa fundamental, tanto de la cuasi-estagnación desde 1994 y de la recesión actual son los altos intereses y la sobrevalorada tasa de cambio a largo plazo, que reducen la competitividad de las empresas industriales, provocan la desindustrialización de Brasil y el bajo crecimiento. Y fue esa la misma causa de la crisis financiera iniciada en 2014. Ante una tasa de cambio fuertemente apreciada desde 2007, las empresas industriales, que veían disminuir, sino desaparecer, sus beneficios, se endeudaron y finalmente en el año 2014, ya sin crédito, dejaron de invertir y se desencadenó la crisis. A eso, además, contribuyó la caída en picado del precio de las commodities exportadas por Brasil en 2014 y el irresponsable aumento de los gastos públicos en 2013 y 2014, que sumados a la caída de los ingresos fiscales, provocaron una crisis fiscal, reduciendo la capacidad del Estado de actuar de forma contracíclica.
No obstante, la cuestión fiscal no es el mayor problema económico brasileño. Tanto es así que, a pesar de que durante catorce años, entre 1999 y 2012, Brasil cumplió con su objetivo fiscal, la economía no retomó el crecimiento a no ser muy brevemente debido al boom de las commodities. Entonces, ¿por qué los economistas liberales u ortodoxos solo mencionan el problema fiscal? Por dos razones. Primera, porque suponen contra toda evidencia que el mercado coordina adecuadamente las economías nacionales de tal forma que no pueden existir problemas de altos intereses o de cambio sobrevalorado; el único problema que puede existir es el fiscal. Pero, curiosamente, los salarios pueden haber aumentado «demasiado», por lo que, a mayores de la «solución rutinaria» de la ortodoxia liberal -el ajuste fiscal- son necesarias las famosas y salvadoras reformas.
Cuando se produce una crises fiscal como la que está teniendo lugar en la actualidad, es necesario reducir los gastos corrientes del Estado, pero aumentar las inversiones públicas, incluso a costa de crear más déficit a corto plazo. Esto es, el Estado debe actuar de forma contracíclica. Por eso es necesario depreciar la moneda, para que el país recupere la competitividad. Pero la ortodoxia liberal rechaza la depreciación, debido a que esa medida obligaría a los rentistas a pagar también por el ajuste. Por eso la ortodoxia tan sólo desea el ajuste fiscal, porque el coste del ajuste repercute exclusivamente sobre los asalariados, que, ante la consecuente recesión, pierden sus empleos y ven como sus salarios disminuyen en términos reales. Si, a mayores del ajuste fiscal aplicado a los gastos corrientes, el gobierno redujese los intereses y depreciase el cambio, los rendimientos de los rentistas en forma de intereses, dividendos y alquileres perderían su valor, como ocurre con los salarios. De esa forma los rentistas compartirían con los trabajadores el coste del ajuste, pero esto es lo último que quieren los rentistas y la ortodoxia liberal que les representa.