La segunda edición del programa «Jardín de la Política» de 2019, de la radio Brasil de Fato, abordó el último jueves (10) uno de los temas más polémicos de este comienzo de año en el país: la política exterior del gobierno Jair Bolsonaro. Los periodistas Nina Fidelis y Leonardo Fernandes conversaron con Igor Fuser, politólogo docente […]
Igor Fuser.- Es muy importante saber identificar qué significan los discursos inconsecuentes, las estupideces y tonterías del nuevo canciller brasileño [Ernesto Araújo, ministro de Relaciones Exteriores], muy asombrosas y avergonzantes. En los espacios diplomáticos, las noticias que tenemos es de que las personas se sienten avergonzadas, estupefactas ante el bajo nivel discursivo del líder de la diplomacia brasileña. Pero hay que diferenciar esa avalancha de estupideces de lo que es significativo en la política exterior.
Su rasgo principal es es alineamiento total, absoluto, incondicional a los Estados Unidos. Brasil pasa a una posición subalterna que nunca había existido en su historia diplomática, pues ni en los gobiernos Fernando Henrique Cardoso [1995-2002] y Collor [Fernando Collor, presidente entre 1990-1992] Brasil fue tan sumiso.
La trayectoria de la política exterior brasileña está marcada por la búsqueda de cierta autonomía. Una autonomía más amplia, completa y asertiva, como se logró en la época de Celso Amorim, en el gobierno Lula, o una autonomía tímida, negociada, como en la época de FHC. Ahora Brasil está a los pies de Estados Unidos como un soldado al servicio del Tío Sam, se alinea a lo que hay de peor en EEUU, que es la diplomacia de Trump.
Leonardo Fernandes y Nina Fideles.- Hay algunos límites. Por ejemplo, la posición de Bolsonaro en relación al Mercosur se alinea a los intereses de EEUU. Por otro lado, hay un intenso flujo comercial con Mercosur, que impactaría económicamente si Brasil lo abandona, así como impactaría en otros pactos internacionales. ¿Cómo usted analiza esas restricciones ante lo que anuncia el gobierno Bolsonaro?
Igor Fuser.- Hay factores internos que, como usted señala, restringen la implantación de esa política subalterna a EEUU. Hay intereses comerciales. Por ejemplo, la actual prioridad del gobierno de EEUU es enfrentarse con China. El mundo actual está marcado por esta disputa geopolítica y EEUU se esfuerza para disminuir la influencia, la presencia económica, de China en América Latina.
La presión exterior que sufre el gobierno brasileño – visible desde el gobierno Temer – es para intentar apartar del mercado brasilẽno a China. Sin embargo, China es el principal socio comercial de Brasil, su principal comprador de commodities, de soja principalmente, pero también de hierro y otros productos.Entonces, cualquier restricción al comercio Brasil-China provocaría una situación de colapso en sectores estratégicos de la economía brasileña. Son límites muy complicados. Usted habló sobre el Mercosur. Brasil no va a romper con Mercosur, porque la burguesía brasileña se beneficia en ese acuerdo y también se benefician las empresas transnacionales ubicadas en Brasil y Argentina. Entonces lo que van a hacer es limitar el alcance del Mercosur y profundizar la tendencia de abandonar cualquier proyecto de integración regional. Y Brasil no está solo en ello. El gobierno argentino camina por la misma senda. Lo mismo en la cuestión de Oriente Medio, sobre el discurso de que va a trasladar la embajada de Brasil a Jerusalén. Solo dos países en el mundo tomaron esta decisión, EEUU y Guatemala. Se trata de una posición que demuestra una ruptura con una política histórica de neutralidad de Brasil en el conflicto israelí-palestino. Lo que significa que si se lleva a cabo hay un riesgo de pérdida de exportaciones [brasileñas] para países de mayoría musulmana. Se trata de un intento de agradar a los sectores evangélicos que tienen una visión completamente trastornada. Confunden los hebreos del Antiguo Testamento y algunos versículos de la Biblia con la situación actual del conflicto entre Israel y Palestina. No es una invención de evangélicos brasileños, es una importación de EEUU, donde los fundamentalistas evangélicos tienen la misma visión y presionan el gobierno en esta misma dirección.
Leonardo Fernandes y Nina Fideles.- Este alineamiento también es ideológico, es una de las contradicciones del gobierno, incluso de su propio eslogan «Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos». [Esta posición] impacta en la soberanía nacional – presal, Amazonia, cambios climáticos, que también tiene mucho que ver con Amazonia. ¿Se puede decir que esos son los grandes intereses de Estados Unidos en nuestra soberanía y riquezas nacionales?
Igor Fuser.- Aquellos que se presentan como patriotas son los más entreguistas, son verdaderos traidores de la patria y hay que decirlo así, claramente. «Brasil por encima de todo» no está tan por encima así, sino bajo los Estados Unidos, es una hipocresía total.
En la cuestión de las riquezas naturales, estamos presenciando crímenes inéditos en la historia de Brasil. La entrega del presal, por ejemplo. El presal es el tesoro más grande de la industria petrolera mundial de los últimos 60 años. Son gigantescas reservas de petróleo de alta calidad.
Petrobras desarrolló tecnologías que permiten explotar las áreas de presal a costos menores, con alta eficiencia, y ahora el petróleo es ofrecido para las empresas extranjeras a un precio vil y todo lo resto será entregue también.
La tentativa de los gobiernos Lula y Dilma de utilizar el presal como factor de desarrollo en Brasil fue abandonada completamente. Estamos viviendo el mayor proceso de desnacionalización de la economía brasileña. Estamos retrocediendo a la condición de colonia.
Leonardo Fernandes y Nina Fideles.- En la geopolítica, vemos que la extrema derecha se consolida en el poder. Brasil es un actor importante en América, pesa demasiado en la balanza, pero también hay resistencia. Van a ocurrir diversas elecciones en 2019, después de la toma de posesión de Maduro en Venezuela. ¿Qué se puede esperar de este escenario?
Igor Fuser.- Analizando la situación mundial fríamente, no hay pocos motivos para alegría. Vivimos en un mundo que está caminando a contramano de la profundización de la democracia, de la justicia social, del avance en materia de derechos humanos. El avance de la derecha se alimenta del propio fracaso del capitalismo en atender a las expectativas de las masas, de los pueblos en todo el mundo. Las personas se sienten frustradas, indignadas, y se canaliza esa indignación hacia algún lugar. La derecha sabe canalizar esa indignación mejor que la izquierda. La derecha llega y señala a su enemigo. En Europa, el enemigo es el inmigrante, el extranjero, el chivo expiatorio. Difunden la idea de que iban a estar muy bien sin la presencia de africanos, latinoamericanos, asiáticos, y así sucesivamente. En Latinoamérica, presentan la izquierda como enemiga, difundiendo ideas distorsionadas para promover proyectos demagogos, como lo que ganó en las urnas de Brasil. En otras partes del mundo, esa indignación se centra en el fundamentalismo religioso, como en Oriente Medio. También en América Latina podemos analizar el crecimiento de los evangélicos, que tiene mucho que ver con la negación de este mundo.
Se trata de una capitalización de la insatisfacción. Si usted no tiene perspectivas en el mundo, puede creer en la vida después de la muerte, una perspectiva que la religión ofrece. En América Latina, hemos vivido un período de avances en las luchas sociales, de instauración de gobiernos progresistas, también en América Central y el Caribe. Esos gobiernos fueron exitosos en diversos aspectos. Implantaron políticas públicas que promovieron avances en la educación, salud, incremento del salario, de la capacidad de consumo, de la alimentación, disminución de la pobreza. Bueno, una serie de avances, pero no hubo un cambio – que sería necesario – en los valores e ideas.
Las ideas siguen siendo las ideas burguesas, del capitalismo y un cambio ideológico es muy difícil. No es algo que se puede hacer en un momento, con una decisión estratégica, pues son muchos y complejos los factores implicados.
Entonces, en la ausencia de un cambio en lo que [Antonio] Gramsci llamó de «sentido común», de una mentalidad en el terreno ideológico, favoreció el contraataque de las fuerzas conservadoras, explotando las debilidades de esos gobiernos. Ahora viene la contraofensiva – que es muy brutal – de la derecha, y está teniendo buenos resultados, con un giro en Brasil, en Argentina, e intentan lo mismo en Venezuela. Este año habrá nuevas batallas. Van a intentar ganar las elecciones en Bolivia y no será simples. Bolívia es el país suramericano con la mayor tasa de crecimiento en los últimos 15 años. En el gobierno de Evo Morales, el país logró avances sociales muy importantes. El salario mínimo, por ejemplo, cuadruplicó en diez años de gobierno. El gobierno boliviano cuenta con elementos muy favorables para enfrentar en las urnas, democráticamente, la derecha – y la burguesía local y el imperialismo – e intentar revertir la situación en octubre.
Leonardo Fernandes y Nina Fideles.- Este año también habrá elecciones en Uruguay y un referéndum constitucional en Cuba. ¿Serán formas de resistir al avance de la derecha en América Latina?
Igor Fuser.- El gobierno cubano está dando pasos importantes para reafirmar su legitimidad, mejorar la democracia, la participación popular, en un contexto muy difícil. Esta ofensiva de la derecha en América Latina se refleja en Cuba.
Había una expectativa de normalización de la inserción internacional de Cuba a partir de su acuerdo con EEUU, en el gobierno Barack Obama – que Trump revocó, apostando en una política más agresiva -. Cuba se defiende y refuerza su legitimidad de su revolución, preservando sus avances y espacios socialistas.