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Impactos económicos, sociales y ambientales

Brasil: La expansión de la oferta del etanol

Fuentes: Alai-amlatina

El patrón de crecimiento económico establecido en la sociedad capitalista contemporánea reposa, en particular en esta fase de afirmación global y hegemónica de las ideas y prácticas neoliberales, en las megaempresas capitalistas multinacionales, aunque éstas tengan orígenes nacionales bien definidos. Esta racionalidad capitalista contemporánea, que viene siendo construida desde hace varias décadas, determinó y determina […]

El patrón de crecimiento económico establecido en la sociedad capitalista contemporánea reposa, en particular en esta fase de afirmación global y hegemónica de las ideas y prácticas neoliberales, en las megaempresas capitalistas multinacionales, aunque éstas tengan orígenes nacionales bien definidos.

Esta racionalidad capitalista contemporánea, que viene siendo construida desde hace varias décadas, determinó y determina la forma cómo se da o se dará la industrialización y, en una relación de causa y efecto, la composición de la matriz energética mundial.

En 2004, la OIE (Oferta Interna de Energía) en el mundo fue de 86,7% de energía de fuentes no renovables y 13,2% de fuentes renovables. En la OCDE, en ese año, la OIE fue de 93,9% de energía de fuentes no renovables y de 6,1% de fuentes renovables. Y el petróleo respondió, en 2004, por el 34% de toda la oferta de energía generada en el mundo, siendo que en la matriz energética brasileña le correspondió el 37,9% de la OIE en 2006.

Según el gobierno de EE UU se prevé que el consumo mundial de energía aumentará en un 71% entre 2003 y 2030, y la mayor parte de este aumento tendrá como fuente una mayor demanda de petróleo, hulla y gas natural. Se estima que, para el final de ese periodo (2030), toda la energía renovable (incluidos los agrocombustibles) será un 9% del consumo mundial de energía. En ese sentido, es relativo y peligroso considerar como cierto el supuesto de que los agrocombustibles tendrán un papel importante en la lucha contra el calentamiento global.

La política global de créditos de carbono evidencia que la intención de los países más industrializados es la de mantener el patrón económico históricamente establecido en su industrialización, incluso con los esfuerzos por mejorar su producción energética. Eso quiere decir que la pretensión de los gobiernos de esos países es una reducción mínima de la emisión de gases de efecto invernadero (GEE), en un nivel apenas necesario para que sirva de base para su ideología de seudo participación en el control y reducción del calentamiento global. A la vez, esos países amplían los procesos de traspaso de sus industrias electrointensivas y ambientalmente contaminantes del medio ambiente a los países denominados en vías de desarrollo.

La matriz energética brasileña presenta una composición más dependiente del petróleo (37,9% en 2006) que la matriz mundial (34% en 2004), sin embargo menos dependiente del carbón mineral (Brasil 6,0% en 2006 y la mundial de 25,1% en 2004) y del gas natural (Brasil 9,6% en 2006 y la mundial 20,9% en 2004). En el caso brasileño, las fuentes renovables de energía tienen un porcentaje relativamente alto.

En 2006, la OIE en Brasil fue de 55,1% de energía no renovable y 44,9% de fuentes renovables. La composición de la matriz energética brasileña en 2006, por fuente de OIE, fue:

– no renovable: petróleo con 37,9%; gas natural 9,6%; carbón mineral 6,0%; uranio 1,6% – renovable: energía hidráulica 14,8%; productos de la caña de azúcar 14,6%; leña 12,4% y otras fuentes 3,0%.

A pesar de esta mejor calidad de la matriz energética brasileña en relación a la matriz energética mundial, la composición de las fuentes de energía renovable presenta problemas de otra naturaleza, pero muy preocupantes, tanto desde el punto de vista económico y social como ambiental.

Dos fuentes importantes de energía renovable, la hidráulica y de la biomasa, que sumadas representaron el 41,8% de la oferta total de energía en 2006, tienden a constituirse como espacios económicos privilegiados de las megaempresas multinacionales y nacionales, asociadas entre sí o no, para la producción y consumo a partir de sus intereses corporativos, sea para consumo interno en sus industrias o para la venta en los mercados interno y externo.

Con respecto a la energía de la biomasa, en particular la oferta de etanol y de leña, la perspectiva es entrar en un proceso oligopólico ya que las industrias de azúcar y alcohol controlarán la oferta de etanol combustible, los hornos de producción del carbón vegetal para la industria siderúrgica, así como la producción de la materia prima (caña de azúcar y eucalipto), de forma directa o indirecta.

Por lo tanto, por un lado, aunque la matriz energética brasileña, todavía dependiente del petróleo, tenga en su composición una fuerte presencia de fuentes renovables de oferta de energía, lo que es deseable, por otro lado, esas fuentes renovables de energía están bajo control económico oligopólico. Ese control económico de las megaempresas les da el poder político para determinar cómo, cuándo y dónde se dará esa oferta de energía renovable.

Ese control oligopólico de las fuentes renovables de energía, a la vez que operan con fuentes que podrían desarrollar mecanismos limpios de producción de energía renovable, permite que las megaempresas se vuelvan las principales violadores de las normas institucionales y manipuladoras de la opinión pública en lo que se refiere a las cuestiones sociales y ambientales.

Las fuentes renovables de energía procedentes de las centrales hidroeléctricas y de la biomasa (etanol, aceites vegetales y madera) no deben ser disociadas de otras variables como el control del territorio (producción de la biomasa), del agua dulce (energía eléctrica y transportes), de la presencia del capital extranjero en la economía del país, de la oligopolización de las fuentes de energía renovable y de la permisividad en la remesa de lucros (royalties, dividendos, etc.). Y como consecuencia de estos factores, los impactos perversos de naturaleza económica, social, ambiental, política e institucional en la dinámica del desarrollo del país.

De esta manera, la reflexión sobre el caso particular de la oferta de energía renovable procedente de la biomasa, en especial del etanol combustible, no debería ser disociada de la apreciación de las demás fuentes que constituyen la OIE en Brasil. (Traducción: Eduardo Tamayo G./ALAI)

– Horacio Martins de Carvalho es asesor de movimientos sociales del campo en Brasil y consultor técnico en planeación social. Más información: http://alainet.org ALAI – 30 AÑOS