El gobierno de Brasil continúa bajo presión para obtener progresos verificables en el ataque a la pobreza y la exclusión social. El Programa de Desarrollo Nacional ha identificado aproximadamente 13 «bolsas de pobreza», esto es, unas 600 localidades, con un total de 26 millones de habitantes, donde el índice de desarrollo humano es comparable al […]
El gobierno de Brasil continúa bajo presión para obtener progresos verificables en el ataque a la pobreza y la exclusión social. El Programa de Desarrollo Nacional ha identificado aproximadamente 13 «bolsas de pobreza», esto es, unas 600 localidades, con un total de 26 millones de habitantes, donde el índice de desarrollo humano es comparable al de algunos países africanos como Uganda.
El programa Hambre Cero, lanzado con grandes fanfarrias por el presidente Luiz Inacio Lula da Silva, tiene todavía que lograr mayor efecto. Reportes recientes del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) y del Ministerio de Salud revelan que Brasil atraviesa por una «transición nutricional», donde la pobreza se manifiesta no tanto por la insuficiente ingesta de calorías, sino por la calidad y las deficiencias nutricionales de los alimentos consumidos. Entre la población de bajos ingresos ahora es la obesidad, más que el hambre, lo que incrementa la tasa de mortalidad, cambio que aún no ha sido incorporado en la estrategia gubernamental.
El problema de la pobreza y la falta de oportunidades para los jóvenes han sido el foco de algunas iniciativas del nuevo gobierno. El primero de febrero fueron creados un nuevo Consejo Nacional de la Juventud y una Secretaría de la Juventud, esta última encabezada por Beto Cury, obrero metalúrgico de Minas Gerais. La designación de Cury eleva a 60 el número de antiguos líderes sindicales o activistas sociales que ocupan posiciones clave en el gobierno. El nuevo Programa Nacional para la Inclusión de la Juventud, que intenta proporcionar capacitación profesional y un pequeño estipendio mensual a casi 200 mil jóvenes de entre 18 y 24 años, recibirá un subsidio de 115 mdd anuales. Este programa continúa iniciativas previas como Mi primer trabajo, que aspira a capacitar a los jóvenes para liberarlos del ciclo del desempleo permanente. Los críticos del gobierno han argumentado que estas medidas han sido sólo desplantes políticos y no programas verdaderamente efectivos, puesto que el nivel de los recursos involucrados es insignificante comparado con la escala de los problemas. Se estima que en Brasil 34 millones de jóvenes sufren marginación social.
Para demostrar su compromiso con las promesas de bienestar social, el gobierno continúa a la búsqueda de medidas de bajo costo para detener la marginación. Una de las estrategias es el trabajo voluntario. El 19 de enero, durante su viaje a Tabatinga, en la frontera con Colombia, Lula anunció el reinicio del Proyecto Rondón, programa que se llevó a cabo durante el gobierno militar, el cual enviaba estudiantes universitarios, durante sus vacaciones, a áreas alejadas para trabajar de voluntarios en proyectos de desarrollo social.