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Brasil no cabe en el patio trasero de EE.UU.

Fuentes: El tábano economista

Brasil, cómo ignorar a Washington y ganar (El Tábano Economista)

La política exterior brasileña no siempre fue un mero apéndice de los designios de Washington. Históricamente, el país ha jugado sus cartas con la astucia de quien sabe que el multilateralismo no es una opción, sino una necesidad geopolítica. Desde la defensa del derecho internacional hasta la promoción de la cooperación Sur-Sur, Brasil ha construido su perfil como un actor incómodo para los amos del tablero unipolar: un gigante que se niega a ser reducido a comparsa.

La relación con Estados Unidos, ese péndulo eterno entre el abrazo asfixiante y el puñetazo en la mesa, es un termómetro perfecto de esta tensión. Washington, incluso en sus momentos de mayor arrogancia imperial, reconoce —a regañadientes— que Brasil es demasiado grande para ignorarlo. El Council on Foreign Relations (CFR), ese santuario del establishment estadounidense, lo admite sin rubor: el país es el motor económico de Sudamérica y un jugador global con voz propia. La recomendación es reveladora: «Mejor tenerlos de aliados que de adversarios«. Pero aquí está el detalle que los think tanks de Washington no siempre entienden: al parecer Brasil no busca ser aliado, sino soberano.

Cuando Donald Trump amenazó a Brasil con aranceles del 25% al acero y del 50% a productos como el café y la carne, el discurso oficial habló de «déficit comercial» y «prácticas injustas». Pero los números, esos testigos impertinentes, desmontaron la farsa. Según el Centro Brasileño de Relaciones Internacionales (CEBRI), Estados Unidos acumulaba un superávit de 410.000 millones de dólares en comercio con Brasil en los últimos 15 años. La pregunta es obvia: si no era por economía, ¿por qué?

La respuesta huele a manual de injerencia clásica. La carta de Trump incluía una «oferta» grotesca: los aranceles desaparecerían si las empresas brasileñas trasladaban su producción a suelo estadounidense. El BRICS Policy Center lo bautizó como «tariff-shoring» —una perversión del libre comercio que viola hasta el alma del GATT y la OMC—. Pero, claro, cuando el árbitro (Estados Unidos) lleva años saboteando el Órgano de Apelación de la OMC, las reglas parecen sugerencias.

Brasil, pese al arancel del 50% decretado por Trump, logró exenciones para 694 productos, desde aviones hasta jugo de naranja; los bienes más importantes quedaron fuera. Solo el café y la carne tendrán aranceles del 50%, por el momento. Por otra parte, China ha autorizado a 183 nuevas empresas brasileñas a exportar café a su mercado, lo que ofrece un alivio estratégico a los productores nacionales en un momento de tensión comercial con Estados Unidos.

Los BRICS, ese club que Occidente insiste en subestimar, se convirtió en el escudo colectivo. Su declaración contra el «proteccionismo indiscriminado» no fue solo retórica: fue un recordatorio de que el mundo ya no gira en torno al dólar. El Centro de Políticas BRICS monitorea cada inversión china en Brasil porque entiende lo que Washington no quiere admitir: el futuro es multipolar, y Brasil no piensa ser espectador.

Según Investigación Económica Aplicada (IPEA), los aranceles estadounidenses recortarían 1.500 millones de dólares en exportaciones de acero brasileño para 2025. Una cifra significativa, pero no catastrófica. La clave está en lo simbólico: el 11,27 % de caída en las ventas de acero a EEUU no era un golpe mortal, sino un aviso. «Nosotros decidimos quién vende y quién no», parecía decir Trump.

Aquí está la diplomacia brasileña: mientras defiende el sistema multilateral (ese que EE.UU. erosiona), construye alternativas. El acercamiento a China y los BRICS no es una huida, sino un posicionamiento. Brasil sabe que, en la guerra comercial del siglo XXI, diversificar mercados es tan crucial como tener reservas de dólares.

El 2026 se acerca, y con él, las elecciones presidenciales en Brasil. Los intentos por desestabilizar el gobierno de Lula no serán sutiles: esperen más aranceles selectivos, más presiones diplomáticas, más editoriales en The Economist tachando al país de «riesgo populista». Pero Brasil ya aprendió la lección: en un mundo donde hasta el comercio es un arma geopolítica, la única salida es jugar en varios tableros a la vez.

El patio trasero, señores de Washington, se ha vuelto pequeño.

Fuente: https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2025/08/06/brasil-no-cabe-en-el-patio-trasero-de-ee-uu/