El secretario general del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) participó el martes 14 de noviembre de 2006 en el seminario internacional Encrucijadas de la Educación en América Latina. Sader es uno de los intelectuales altermundistas más reputados de América Latina. Sus reflexiones conforman una opinión medular sobre la contingencia. Brasil, Lula y el rol del Estado fueron algunos de sus tópicos predilectos en esta vuelta.
Crear conciencia sobre los derechos sociales en América Latina, a raíz de la expansión de los mercados neoliberales, es la consigna que Emir Sader promovió durante su corta visita a Chile, luego de participar en el Seminario Internacional Encrucijadas de la Educación en América Latina, coordinado por el Programa Interdisciplinario de Investigaciones en Educación.
Hijo de inmigrantes libaneses, Saer ha recorrido gran parte de América Latina y Europa ejerciendo la docencia, además de encabezar organizaciones dedicadas a la investigación sobre políticas públicas, centros de estudios socioeconómicos y foros relacionados con las ciencias sociales.
A pesar de su escasa permanencia en suelo chileno, se dio tiempo para opinar sobre los dichos del senador brasileño de derecha, Jorge Bornhausen, quien sostuvo que sus pares de izquierda son «una raza que debería quedar extinta por 30 años». En respuesta, Sader calificó de racista al dirigente, lo que la valió una reciente condena judicial. En Chile recibió numerosas muestras de solidaridad.
-¿Cómo afronta la condena a un año de prisión y a la pérdida de su cargo como docente universitario, por calificar de racista y reaccionario al ex gobernador del Estado de Santa Catarina?
-Ellos -la derecha- perdieron el control, por lo que no resulta insólito que en democracia se resistan a dejar la conducción del país en las manos de los que consideran sus opositores. Yo fui condenado por decirle racista a un racista, pero para mí el tema ya está zanjado, no vale la pena darle más vueltas.
-¿Cómo está Brasil hoy, Emir?
-Brasil no es un país pobre sino injusto. De hecho, hemos tenido un crecimiento sostenido de la economía que no se condice con la inequidad social que está presente en la educación, la salud y la justicia. Desafortunadamente, tenemos leyes que continúan amparando a ciertos grupos de poder.
-La (reciente) elección presidencial no fue fácil, ¿cómo se explica que el presidente Lula la haya sorteado exitosamente, después de las graves denuncias en su contra?
-Quisiera dejar en claro que las denuncias no son por corrupción, que significa enriquecimiento privado, sino por tráfico de influencias, que es peor, ya que implica tomar recursos públicos para comprar alianzas. Esto se ha transformado en el peor caso de este tipo en toda la historia de Brasil.
«Lo que sucedió es que el pueblo creyó en la inocencia de Lula y por eso tuvo una tasa tan alta de votación. De hecho sólo perdió en los tramos de rentas más altas y, en la segunda vuelta, el otro candidato (Gerardo Alckmin) bajo su porcentaje. Ahora, lo interesante es que las denuncias y el clima político generaron que la ciudadanía criminalizara la privatización, lo que obligó a los partidos de derecha a firmar un documento comprometiéndose con esta causa. O sea, por primera vez logró ganar la idea que la privatización es mala».
-Esta situación demuestra una voluntad política de disminuir la influencia privada en aquellos ámbitos que son de interés nacional y estratégico. Uno de ellos es la educación, que en Chile ha cobrado gran importancia, ¿cuáles son a su juicio los desafíos en este tema?
-Hablar de educación supone pensar en la esfera pública, por lo tanto, en una enseñanza gratuita y de calidad. Es ésta una de las principales limitantes de nuestro continente, ya que ésta es vista como un asunto de costos y beneficios y no como un derecho adquirido.
En Latinoamérica persisten modelos educacionales alienados, lo cual podemos apreciar en las fracturas que se producen cuando una nación importa la plataforma de un sistema de enseñanza que no es propio y que por lo tanto, no es capaz de relacionar las características económicas y culturales del país de origen y del país de destino.
-¿Cuál es el rol del Estado en la consolidación de un poder alternativo que modifique la actual situación política y económica?
-Hoy existe una globalización asumida que está marcada por el neoliberalismo. Sin embargo creo en una globalización alternativa, que rescate las particulares formas de vida de América Latina. Es aquí donde el Estado juega un rol sumamente importante, al democratizar propiciando la soberanía popular y la participación de toda la sociedad en las políticas públicas. «Todos deben contribuir a la construcción de un mundo multipolar, así como hacer de la integración regional un proceso de autonomía para derrotar la concentración del poder presente en tres elementos: el monopolio de las armas, el monopolio del dinero y el monopolio de la palabra».
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Carolina Díaz, [email protected].