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Brasil quiere hacer los deberes

Fuentes: Debate

En 2013, y por tercer año consecutivo, la performance de Brasil en materia de crecimiento resultó decepcionante. Detrás de este magro comportamiento de la economía vecina aparecen múltiples factores, principalmente domésticos. Es que, si bien la economía vecina ha logrado en la pasada década promover la estabilidad macroeconómica y mejorar algunos de sus fundamentals, aún […]

En 2013, y por tercer año consecutivo, la performance de Brasil en materia de crecimiento resultó decepcionante. Detrás de este magro comportamiento de la economía vecina aparecen múltiples factores, principalmente domésticos. Es que, si bien la economía vecina ha logrado en la pasada década promover la estabilidad macroeconómica y mejorar algunos de sus fundamentals, aún posee «deberes» pendientes, que han limitado sus posibilidades de expansión.

En números, el año pasado la economía habría registrado un crecimiento de 2,4 por ciento anual, mostrando un repunte respecto de la performance de 2012 (cuando avanzó apenas 1,0), pero ubicándose muy por debajo de las expectativas que el mercado tenía a fines del año previo (en torno al 3,5 por ciento). Mientras tanto, la industria mantuvo un dinamismo menor al crecimiento promedio al avanzar alrededor de 1,5 por ciento (luego de contraerse en 2012), afectada por la elevada presión impositiva, déficits en materia de infraestructura y altos costos laborales.

Es cierto que el contexto externo se fue tornando menos favorable tras la crisis norteamericana de 2008/2009, producto de un menor crecimiento global primero, de la estabilización de los precios de los commodities después (a partir de 2012), y especialmente luego de que se advirtiera a mediados del año pasado que las condiciones excepcionales en materia de liquidez global comenzarían a cambiar en el corto plazo (proceso que finalmente se inició en diciembre pasado). En particular, esto último ocasionó salidas masivas de capitales desde las economías emergentes, incrementos en los riesgos soberanos y presiones a un debilitamiento de las monedas durante la segunda mitad del año.

El país vecino deberá lidiar con un escenario externo volátil y con elecciones presidenciales, factores que pondrán aún más en evidencia los desafíos de su política económica

Pero también es cierto que Brasil ha sido uno de los países emergentes más golpeados por este escenario externo, detrás de lo cual aparecen desbalances internos que han agudizado el proceso y limitado sus posibilidades de expansión. Y esto es porque se encuentra entre las economías de la región que no ha hecho todos los «deberes» para aprovechar el pasado ciclo externo -históricamente auspicioso- para mejorar sus fundamentals, y con ello sentar las bases para darle sustentabilidad a su proceso de expansión. Esto no significa que no haya hecho mejoras.

En efecto, se han hecho avances importantes en materia de inflación, al flexibilizar su régimen cambiario, reducir el peso de la deuda denominada en moneda extranjera, y al acumular una importante porción de reservas internacionales para protegerse de la volatilidad de los capitales externos. Sin embargo, la economía vecina aún mantiene un elevado nivel de exposición a las fluctuaciones del ciclo externo, principalmente producto de que no ha logrado revertir el rojo de las cuentas fiscales y externas. De hecho, el déficit fiscal representó en 2013 alrededor de 3 por ciento del PBI, explicando gran parte del desbalance externo (de alrededor de 3,5 puntos del producto).

En este sentido, si bien no aparece una diferencia sustancial entre el rojo externo y el del sector público (de hecho, el primero resulta mayor), la cuestión fiscal ha despertado una creciente preocupación en el pasado reciente. Es que en materia externa, la elevada dependencia del país vecino a los flujos de capitales extranjeros está cubierta en parte por un importante volumen de reservas internacionales, que alcanzan nada menos que 360 mil millones de dólares (monto que representa alrededor de 17 por ciento del PBI, y resulta suficiente para cubrir el pago de 18 meses de importaciones).

En cambio, el rojo de las cuentas públicas ha cobrado una relevancia superior, dado que Brasil posee un elevado nivel de endeudamiento, con un perfil de vencimientos concentrado en gran parte en el corto plazo. Deuda que, a su vez, no se ha destinado en gran medida a financiar proyectos de inversión de largo plazo (como lo serían proyectos que mejoren el déficit existente en materia de infraestructura), sino a sostener un elevado nivel de gasto, cuya eficiencia está actualmente siendo objeto de sobrados cuestionamientos.

De hecho, según datos del Banco Central de Brasil, la deuda pública representa casi el 60 por ciento del PBI, y más del 20 por ciento de los vencimientos están concentrados en un año (o sea que en ese plazo se enfrentan vencimientos por nada menos que 13 puntos del producto). Además, gran parte de la deuda está atada a la evolución de la tasa SELIC (alrededor de 25 por ciento), lo que si bien ha permitido reducir la volatilidad frente a las fluctuaciones del tipo de cambio, ha puesto en evidencia la dominancia monetaria de la política económica. Es que en 2013 el Banco Central inició un ciclo alcista de la tasa de referencia que llevó a la SELIC hasta 10,5 por ciento en los pasados días, el cual no sólo atenta contra una recuperación de la actividad, sino que tendería a encarecer el peso de la deuda pública, en un contexto en que los grados de libertad de la política fiscal no resultan holgados, y en que las elecciones presidenciales pondrán más presiones sobre el gasto público en 2014.

Por eso, no sorprende que el país vecino haya sido uno de los más castigados por los capitales externos el año pasado, luego de que la FED insinuara el inicio del retiro del QE3. Además, a pesar de que el ánimo de los mercados ha registrado cierta calma últimamente, las alarmas en el país vecino crecieron unos días atrás, cuando el Tesoro brasileño tuvo que pagar el rendimiento más alto de su historia para colocar deuda a 10 años. De hecho, los mercados anticipan que este año la deuda pública brasileña podría recibir una baja en la calificación crediticia, en un contexto en que las elecciones presidenciales impulsarán aún más el gasto público, ampliando el déficit fiscal (que podría alcanzar cerca de 4 puntos del producto).

Con todo, este año se asoma complicado para el gigante sudamericano, que deberá lidiar con un escenario externo volátil y con elecciones presidenciales, factores que pondrán aún más en evidencia los desafíos a los que se enfrenta la política económica. De hecho, el consenso de mercado pronostica una expansión de apenas 2 por ciento, y un real que podría cerrar el año arriba de los 2,40 dólares.

Por tanto, las novedades para la Argentina no parecerían ser las mejores, dado que el impulso de la economía brasileña sobre la actividad doméstica (y en particular sobre las exportaciones industriales) perdería algo de fuerza, y la ventaja competitiva que otorgaba la apreciación del real también parece un fenómeno del pasado.

*Ex secretario de Industria de la Nación y director de abeceb.com

Fuente original: http://www.revistadebate.com.ar/?p=5477