Usados desde tiempos remotos, los ladrillos de tierra, que ahora en Brasil se llaman «ecológicos», pueden contribuir a aliviar el déficit de vivienda, por el menor costo de construcción. También reducirán los daños ambientales provocados en la elaboración de los materiales tradicionales. Las obras en la «favela» de Pavão-Pavãozinho, una de las comunidades pobres de […]
Usados desde tiempos remotos, los ladrillos de tierra, que ahora en Brasil se llaman «ecológicos», pueden contribuir a aliviar el déficit de vivienda, por el menor costo de construcción. También reducirán los daños ambientales provocados en la elaboración de los materiales tradicionales.
Las obras en la «favela» de Pavão-Pavãozinho, una de las comunidades pobres de Río de Janeiro construidas sobre los cerros, contemplan la construcción de tres edificios populares para sustituir las casas emplazadas en áreas de riesgo o donde se proyecta trazar caminos vecinales o calles.
Las mejoras, que son parte del Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC) del gobierno nacional de Luiz Inácio Lula da Silva, incluyen otras favelas de Río de Janeiro y de otras partes del país, donde a su vez fueron instaladas Unidades de Pacificación social y policial para combatir el narcotráfico.
A simple vista se trata de una obra habitual. Pero el color de los edificios es terracota: el color de la tierra usada en la elaboración de los ladrillos «ecológicos!.
Francisco Casanova, profesor del Programa de Ingeniería Civil de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), es un entusiasta defensor de este material, al que dedicó los últimos años de su carrera.
El ingeniero recordó que la técnica es tan remota como el Antiguo Egipto. En Brasil, la primera obra con ladrillos de este tipo data de 1942. En Europa originalmente eran usados por la población más pobre, en épocas de guerra y post guerra, explicó.
Hoy, según Casanova, del Centro de Post Graduación de Ingeniería de la UFRJ, se retomó la técnica, pero se la mejora con los nuevos conocimientos. Mezcladores, aditivos, proceso de compactación, que optimizan su calidad y resistencia.
«Está todo muy avanzado en relación al pasado», argumentó el ingeniero que investiga otras técnicas de construcción popular como las tejas de origen vegetal.
Los ladrillos «ecológicos» son fabricados, entre otros materiales, con 50 por ciento de tierra, entre 15 y 20 por ciento arena y apenas 10 por ciento de cemento portland.
Según Casanova, éstos disminuyen hasta 30 por ciento el costo de la construcción. «Suelo existe en todo lugar», bromeó.
A diferencia de los ladrillos tradicionales, éstos no pasan por la quema en hornos de leña o gas durante su producción. Por ello, disminuyen hasta 90 por ciento la emisión de gases contaminantes, que provocan el recalentamiento planetario.
Además, ayudan a evitar la deforestación, dijo Casanova a IPS.
Los ladrillos son producidos en una fábrica en el municipio de Magé, en el norte del estado de Río de Janeiro.
El fabricante Miguel Ángel Lasa diseñó una máquina especial para preparar la mezcla y prensarlos.
Materia prima no falta. El proceso comienza con la llegada de un camión que trae tierra extraída de la región.
La tierra –con el transporte incluido– cuesta apenas 10 reales, equivalentes a 5,55 dólares el metro cúbico.
Al material se le agregan escombros de demolición, triturados y colados hasta quedar con la contextura del «polvo de café».
En la máquina, la tierra, los escombros, la arena, la cal y el cemento portland se mezclan con algunos aditivos para dar cohesión y resistencia al material.
Luego son prensados hasta 90 por ciento del molde.
La cura de los ladrillos se hace por hidratación, es decir, simplemente con agua, por inmersión. Se dejan asentar de siete a 14 días.
El olor y el color de los ladrillos es tierra mojada. La fábrica huele a tierra mojada. Este tipo de material también disminuye los costos de construcción, subrayó Lasa.
«Mientras que en una obra tradicional se usan prácticamente para el cierre de paredes, este sistema utiliza cemento apenas en las partes estructurales como vigas», afirmó.
Otro ahorro es la instalación de conexiones hidráulicas y eléctricas entre sus orificios, lo que evita la ruptura de paredes.
Además, funcionan como aislantes térmicos y de sonido, complementó Casanova. Una pared de 30 centímetros de espesor amortigua 56 decibeles, especificó.
«En regiones con temperaturas altas, también disminuye el calor. Y lo confirmamos personalmente en un departamento terminado de ‘Pavão-Pavãozinho’, un día de 37 grados de temperatura afuera», contó.
Como estos ladrillos «dan un acabado bonito» tampoco requieren revoque o pintura. Apenas una capa de barniz o una resina, sostuvo el ingeniero.
Según Lasa, comienza a crecer su demanda. No sólo para obras de bajo costo sino también para residencias de lujo y hoteles que invierten en calidad ambiental.
Para Casanova, los «intereses políticos y económicos» existentes impiden que se vuelva a estos orígenes de la construcción masivamente en viviendas populares.
Estas obras ahorran no sólo cemento sino también otros materiales de construcción, como hierro, alambres, clavos y revoque. No le conviene a nadie, ni a las grandes industrias ni a las tiendas de construcción, destacó.
Cálculos del ingeniero indican que Brasil produce 50 millones de toneladas de cemento al año y 70 por ciento de ese volumen es utilizado por «autoconstructores» populares, es decir, por aquellas personas que erigen sus viviendas poco a poco, modalidad también conocida como «construcción hormiga».
El problema es también de producción. Para una obra grande, como las del PAC del gobierno, las fábricas tendrían que entregar alrededor de 10 millones de ladrillos ecológicos en por lo menos 12 meses, y no dan abasto, sostuvo.
El gubernamental Instituto Brasileño de Geografía y Estadística señala que en Brasil el déficit habitacional es de 7,2 millones de viviendas.
El actual gobierno de Lula lanzó un programa que tiene como objetivo reducir 14 por ciento ese déficit, meta que los especialistas creen difícil de cumplir hasta el fin de su mandato, en diciembre de este año.