Cuando en estos días nos llegan noticias del Partido de los Trabajadores de Brasil muchas personas sienten una gran decepción y desasosiego al ver cómo algunas malas prácticas han predominado sobre lo que parecía ser una alternativa real de poder transformador.
Otras personas, no tan alejadas ideológicamente de las anteriores, sienten que se les da la razón: en la política, tal y como está en el estado burgués, no es posible encontrar alternativas que supongan un compromiso real con un movimiento de transformación.
La experiencia del PT puede darnos pistas para profundizar en uno de los debates en que actualmente se halla la izquierda: ¿es preciso mantener a los movimientos sociales siempre al margen del ámbito político-partidario o es posible experimentar formas de articulación con este ámbito aunque no siempre con los resultados satisfactorios?
La realidad de Brasil y los procesos a través de los que se formó el PT no son extrapolables a otras situaciones, pero vale la pena reflexionar sobre ellos y aprender de la experiencia en busca de algunas claves e intentando no caer o seguir cayendo en sus errores. En este artículo trato de aportar algunos elementos a esa reflexión tomando como base contactos y debates que he tenido con movimientos sociales y con personas del PT; contactos que me han hecho tener un cariño especial hacia Brasil, su cultura, sus gentes y sus experiencias.
Lo primero que se siente al acercarnos a la realidad brasileña es el fuerte contraste: Brasil es el cuarto estado con mayor desigualdad a nivel mundial; el 10% de la población más empobrecida posee el 0,7% de los recursos mientras el 10% más enriquecido es dueño del 47%. De los más de 174 millones de brasileños/as existen 54 millones que sobreviven con menos de 2 dólares diarios; especialmente injusta es la distribución de la tierra y las carencias que ésta provoca en el ámbito rural: el 1% de los propietarios posee el 46% de la tierra mientras existen 17 millones de campesinos que malviven sin tierra.
Un partido político como el PT que se ha planteado dar alternativas a una realidad tan diversa y desigual ha nacido de un proceso de debate y compromiso con los movimientos sociales, de organización partidaria tomando como bases el respeto a los distintos sectores y el debate interno; un proceso que ha apostado por la democracia participativa desde lo local y que ha posibilitado muchas experiencias alternativas y avances sociales en diversos ámbitos (cooperativismo, gestión de recursos públicos, promoción de sectores desfavorecidos, protección del medio ambiente…). Aprender de estas prácticas es importante pero también analizar cómo un proceso puede llegar a deteriorarse y pueden abandonarse algunas claves que habían posibilitado la creación de un partido político alternativo a lo que estábamos acostumbrados.
Desde los años 60, sectores universitarios, intelectuales, sindicalistas, religiosos de la teología de la liberación y personas cercanas a las luchas campesinas venían enfrentando una feroz dictadura que reprimía cualquier intento de organización y de búsqueda de alternativas. La propia acción contra la dictadura en cada sector iba aportando distintos elementos a la teoría revolucionaria; poco a poco se iban superando economicismos y planteamientos mecanicistas (la realidad de Brasil experimentó mejoras económicas durante las décadas de los 60 y 70 que era preciso reinterpretar con una visión internacionalista) y se investigaban nuevas formas de concebir el partido político y el gobierno promoviendo la radicalización de la democracia y la movilización no propagandista como estrategia.
Después de un periodo de relajación del régimen militar en el que se adelantan propuestas y articulaciones sociales, desde 1984 se consigue en Brasil un régimen democrático y desde todos los sectores sociales se reclama la promoción de un partido de los trabajadores que desde 1980 ya tenía una autonomía y estrategia propias. Como otros procesos a nivel mundial, la democracia representativa se organiza con una fuerte elitización, falta de compromiso con los programas, falta de control y burocratismo; en esta coyuntura se desarrolla la acción política del PT que tiende a establecer alianzas con los movimientos y promover el debate interno para conseguir un compromiso con un programa político que dé respuesta a la dura realidad brasileña.
Las victorias electorales en numerosas ciudades, siendo emblemática la conseguida en 1988 en la capital del estado de Río Grande do Sul, Porto Alegre, darán al partido experiencia en la gestión de los recursos públicos, en la atención a las necesidades de la población y en la práctica de nuevas experiencias de democracia participativa; sin una mayoría parlamentaria en las cámaras el PT promovía experiencias de participación y movilización ciudadana que tuvieron dimensiones internacionales (Foro de Sao Paulo en 1997, seminario sobre presupuestos participativos en Porto Alegre, año 2000, Foro Social Mundial en 2001…). ¿Qué pasó con estas líneas de trabajo? ¿Dónde quedaron las experiencias democratizadoras y de deliberación del PT? ¿Dónde su compromiso con los movimientos sociales?
Desde la primavera de 2005 han ido apareciendo noticias sobre la compra de votos que el PT realizaba a representantes de otras formaciones políticas (el mensualao) y sobre la financiación ilegal de las campañas electorales del PT mediante la obtención de fondos de diversas empresas en muchos casos adjudicatarias de servicios del gobierno Lula; lo peor es que algunos de estos fondos habían servido incluso para las disputas internas entre candidatos del PT por alcanzar cargos orgánicos del partido. Como indica Raúl Pont, miembro de la corriente del PT «Democracia Socialista», el partido ya venía deteriorándose desde los años 90, antes de que Lula llegase al poder en 2002: se había perdido capacidad de debate interno y de respeto a las diversas corrientes, se habían seguido lógicas de enfrentamiento entre sectores por conseguir los cargos orgánicos por encima de la unidad como principio; se había renunciado en gran medida a las alianzas con los movimientos sociales poniendo por encima el mantenimiento del poder a un compromiso ético con los programas pactados.
Como dato ilustrativo, en la campaña electoral de 2002 se había invertido 10 veces más que en la campaña a las presidenciales del 98; el marketing estaba sustituyendo a la movilización y al acercamiento a las bases y las elecciones internas más que una oportunidad de democracia suponía un desgaste para la imagen y los recursos del PT. Raúl entiende que unos procesos llevan a otros: si las campañas electorales se encarecían desproporcionadamente con menor compromiso militante, la financiación ilegal era una salida que se podía prever; si se renunciaba al pacto con los movimientos sociales y con un programa electoral comprometido la alianza con partidos de derecha y la consiguiente compra de votos (actividad habitual en Brasil en esas condiciones) constituyó una lamentable práctica para el PT. Naturalmente, el gobierno Lula aceleró y promovió estos procesos; pero la dirección del PT, con su corriente mayoritaria cercana al presidente, fue entrando en procesos peligrosos que, en definitiva, afrontaban el poder como un fin en sí mismo y no como un instrumento sujeto a bases democráticas y a un compromiso ético y político con la transformación social.
En la actualidad Raúl Pont forma parte de la dirección estatal del partido a la que accedió en las elecciones internas del pasado mes de octubre; después de una primera ronda donde participaron 300.000 militantes (más de un tercio del total nacional) Raúl Pont quedó a muy poca distancia de la actual corriente mayoritaria de Berzoini (la misma corriente que predominaba en el PT y a la que pertenecía Lula). El resultado ha tenido ya algunos efectos como ha sido recientemente la petición de esta dirección al gobierno de que cambie su política económica, aunque aún todo está por ver…
Y está por ver lo que no se ha visto ya en un PT que venía renunciando a los principios por los que se constituyó; en el PT no se deja de prestar apoyo a un presidente que, habiendo traicionado al partido en muchas ocasiones desde su gobierno, sigue siendo el primer presidente supuestamente de izquierdas de Brasil. Sigue siendo la esperanza de muchos votantes a los que es difícil aglutinar en otros proyectos de partido (muchos exmilitantes del PT y personas de movimientos sociales se han embarcado en proyectos como el PSOL que pretenden dar alternativas desde la izquierda al PT).
Y como aprendizajes para las personas que apostamos por movimientos sociales articulados con partidos políticos, nos pueden quedar:
Los procesos se hacen y se deshacen y no hay nada escrito bajo banderas o siglas.
El partido político sólo es un instrumento para conseguir determinados compromisos con principios, con una ética política y con unas bases y movimientos sociales. No pueden tener el poder como único fin.
Son un frente de lucha: no sólo están los movimientos sociales, no sólo podemos luchar en nuestro terreno sino que podemos buscar nuevas oportunidades, siempre sabiendo que jugaremos en terreno contrario y siempre atentos al paso que vamos dando.
En Estados como Brasil se hacía urgente el plantear alternativas de poder que practicaran políticas redistributivas; muchas personas han visto practicar diversas alternativas de la mano del PT en interrelación con los movimientos sociales. Las posibilidades de ofrecer alternativas se han visto muy mermadas y será difícil recuperar los procesos que dieron un carácter distinto al PT como fuerza socio-política.
En el año 2001, en un asentamiento del MST en Río Grande do Sul, un militante campesino me decía sobre el PT: no me gustan sus formas y burocracias pero están con nosotros. Ahora muchísimos militantes del MST dudan de que el PT esté realmente con ellos. Sólo personas con una ética política y un compromiso que tenga como miras a los sin tierra, sin techo y sin derechos de Brasil podrá recomponer el PT para que trabaje por la transformación y el cambio en el país.
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