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¿Brasil se borra?

Fuentes: Página 12

Si la nobleza de toga en Brasil legitimó el impeachment de Michel Temer, está claro que el mundo desarrollado no. La presencia brasileña en el G-20 pasó casi desaperciba. Lejos quedó el país respetado como participante en el liderazgo de los grandes asuntos globales – que llevó a Obama en portugués decirle a Lula: «este […]

Si la nobleza de toga en Brasil legitimó el impeachment de Michel Temer, está claro que el mundo desarrollado no. La presencia brasileña en el G-20 pasó casi desaperciba. Lejos quedó el país respetado como participante en el liderazgo de los grandes asuntos globales – que llevó a Obama en portugués decirle a Lula: «este es el hombre». Habrá que ver ahora si cuando asuma Jair Bolsonaro en enero, Brasil recupera ese inédito destaque, o si su brillo para los demás países se apaga.

La BBC sí notó la opacidad de Brasil: «En la foto de la familia de los líderes del G20, Michel Temer quedó aislado en uno de los laterales, justo debajo del cuestionado príncipe heredero saudita … El presidente brasileño, finalizando el mandato, tuvo una presencia apagada en la reunión, a diferencia del protagonismo desempeñado por el gigante sudamericano en cumbres previas». Aunque fue bajo Lula que la posición brasileña en el escenario internacional adquirió mayor destaque, ese momento, de todas formas, fue posible porque el país contaba con considerable respeto, no sólo por causa de su importancia estratégica, sino también por una política externa que evitaba enfrentamientos innecesarios y valoraba las instancias multilaterales. A pesar de los momentos de inestabilidad económica o política doméstica, la diplomacia brasileña era internacionalmente reconocida por el profesionalismo y por la capacidad de proyectar un nivel de influencia del país que trasciende a sus recursos estrictamente materiales.

Por eso mismo, la primera impresión es que, por los posicionamientos de Bolsonaro, Brasil seguirá borrándose. Sin haber asumido, sus declaraciones ya generaron enfrentamiento con sus principales socios comerciales -China, Mercosur, mundo árabe-y disgustos con los que defienden el medio ambiente y los derechos humanos. Sobre la controvertida decisión, trasladar la Embajada de Brasil de Tel Aviv a Jerusalén, el embajador y ex ministro de Hacienda y Medio Ambiente, Rubens Ricupero, afirmó «es mucha ideología, una ideología tosca, mal trabajada. ¿Cuál es la razón de comprar la pelea de Israel? ¿De atacar a Irán? Irán y los países árabes juntos representan el 49% de la importación de carne de pollo y carne«.

La cuestión del medio ambiente será un tema que le mostrará al G-20 el nuevo brillo de Brasil. Su servicio exterior, Itamaraty, a pesar de las limitaciones relativas del país, supo posicionarse destacadamente en este asunto. Dice en su sitio que «desde 1992, cuando Brasil fue sede de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo…la acción diplomática brasileña tuvo como objetivo contribuir positivamente a la creación de un consenso internacional sobre la promoción del desarrollo sostenible, teniendo en cuenta no solo los aspectos relacionados con la protección del medio ambiente, sino también su dimensiones económicas y sociales. En 2012, Brasil fue anfitrión de la conferencia más grande en la historia de las Naciones Unidas, Río + 20, y renovó su compromiso con la promoción del desarrollo en sus múltiples aspectos, en particular la erradicación de la pobreza».

En contraposición, para el próximo canciller de Bolsonaro, Ernesto Araújo, el calentamiento global no es un hecho científico, sino una conspiración marxista. En su blog Metapolítica 17 afirma que «la izquierda secuestró la causa ambiental y la pervirtió hasta llegar al paroxismo, en los últimos 20 años, la ideología del cambio climático, el climatismo … Este dogma viene sirviendo para justificar el aumento del poder regulador de los Estados sobre la economía y el poder de las instituciones internacionales sobre los Estados nacionales y sus poblaciones, así como para sofocar el crecimiento económico en los países capitalistas democráticos y favorecer el crecimiento de China«.

Señal clara que ya está en curso la diplomacia bolsonarista, poco antes del G20, Itamaraty comunicó oficialmente que no será sede la reunión de noviembre de 2019 de la COP-25 (Conferencia de las Partes de la Convención del Clima de las Naciones Unidas) sobre la aplicación del Acuerdo de París. Quizás por esto el presidente de Francia Macron afirmó que no estaba «a favor de firmar grandes pactos comerciales con potencias que ya han anunciado que no respetarán el Acuerdo de París», tirando al córner el tan deseado por Macri acuerdo Mercosur-Unión Europea en lo que quizás constituyó, aunque indirectamente, la referencia más clara que Brasil estuvo en Buenos Aires.

Los diplomáticos en Buenos Aires le señalaron al medio Valor Económico que el país continuaba siendo un actor importante, porque «somos aproximadores de posiciones, trabajamos en la construcción de consensos, y tenemos que mantener esa postura. Pocos países del mundo tienen una diplomacia negociadora tan competente como la nuestra». Brasil, de hecho, hasta aquí maximizó ese soft power (poder suave) cuyo alcance total está limitado cuando, como es el caso, no está acompañado por el hard power (poder duro) de las armas. Pero ese tipo de poder, precisamente, depende del respeto adquirido sobre los demás países. Sin ese reconocimiento, ese tipo de poder se marchita.

Itamaraty, ya bajo el liderazgo del futuro canciller, inició – a contramano de la tendencia mundial – su cruzada contra el «globalismo» porque, según éste sostiene en su blog: «pasó a ser pilotada por el marxismo cultural. Esencialmente es un sistema antihumano y anti-cristiano. La fe en Cristo significa, hoy, luchar contra el globalismo, cuyo objetivo último es romper la conexión entre Dios y el hombre, tornado el hombre esclavo y Dios irrelevante«.

Para preservar el prestigio internacional de Brasil pre-Impeachment, no sólo los diplomáticos brasileños tendrán que explicarles a sus pares las posiciones sobre temas sensibles mundiales, sino también cuando las motosierras vuelvan a trabajar sin preocupaciones dado que Bolsonaro afirmó que va a acabar con la «industria de la multa ambiental». Ahí se verá sí Brasil está o se borró.

André Moreira Cunha y Andrés Ferrari Haines son Profesores UFRGS (Brasil).