En los comicios más disputados desde que Lula ganó en 2002, Dilma fue reelecta tras una feroz campaña en su contra. Será Presidente hasta 2018. Como ahora, deberá hacer frente a una situación económica adversa y a la exigencia de un ajuste, planteado como inexorable desde distintos sectores. Si bien los candidatos más cercanos a […]
En los comicios más disputados desde que Lula ganó en 2002, Dilma fue reelecta tras una feroz campaña en su contra. Será Presidente hasta 2018. Como ahora, deberá hacer frente a una situación económica adversa y a la exigencia de un ajuste, planteado como inexorable desde distintos sectores. Si bien los candidatos más cercanos a Estados Unidos fueron derrotados, la derecha impuso la agenda de la campaña y alejó todavía más al PT de sus bases sociales originales.
El gran capital no ocultó su desilusión. El lunes posterior al triunfo petista hizo caer el índice de la Bolsa de Valores de San Pablo y hundió las acciones de Petrobras que cotizan en el país y en Europa. También presionó sobre la moneda y provocó una devaluación del real frente al dólar. Lo mismo ocurrió cada vez que alguna encuesta daba como ganadora a la presidente Dilma Rousseff. Lo inverso se producía cuando los guarismos daban altas chances al candidato del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (Psdb), el liberal-conservador Aécio Neves, nieto del ex presidente Tancredo Neves.
La ofensiva de la prensa nacional no fue menos virulenta: encolumnada detrás del Psdb aumentó sus ataques al Partido de los Trabajadores (PT) hasta horas antes de la segunda vuelta electoral. La revista Veja intentó dar la estocada final al adelantar al viernes su edición semanal, que tituló «Ellos sabían todo» e ilustró con los rostros de Rousseff y el ex presidente Lula da Silva, en alusión al escándalo de corrupción en Petrobras por el desvío de fondos públicos y el pago de sobornos, bajo investigación judicial.
No fue suficiente. Dilma consiguió el 51,64% de los sufragios válidos frente al 48,36% alcanzado por Neves. La Presidente sumó 10 puntos tras la primera vuelta y evitó la derrota pese a que Marina Silva (ex PT) apoyó públicamente al Psdb luego de quedar tercera con el 21,32%. La candidata del «capitalismo verde» era favorita para llegar a la segunda vuelta e incluso varias encuestadoras pronosticaron un triunfo suyo sobre Rousseff. Expuesta al debate político, sus contradicciones e inconsistencias quedaron en evidencia, al igual que su programa económico netamente liberal.
Resultado y perspectivas
Si bien el Psdb acusó un duro golpe y acumuló su cuarta derrota electoral consecutiva frente al PT, se consolidó como primera fuerza opositora y sorteó la amenaza que representó la candidatura de Silva por el Partido Socialista Brasileño (PSB), también de tinte socialdemócrata. Neves obtuvo el 33,55% de los votos el 5 de octubre y tres semanas después sumó 15 puntos más, en la mejor elección del Partido en 12 años. Desde esa posición, buscará condicionar al extremo el segundo mandato de Rousseff, que comienza el 1° de enero.
«No tiene por qué disminuir la intensidad de la oposición. Ella (Dilma) no tiene derecho a la luna de miel que todo gobernante recién electo tiene», señaló el candidato a la vicepresidencia por el Psdb, Aloysio Nunes Ferreira, quien prometió hacer una oposición «firme» y «sin transigencia» a la Presidente. «Nosotros vamos a trabajar para reclamar aquello que ella prometió, para revelar lo que ella escondió. No tendrá tregua de nuestra parte», completó. Para ello el Psdb cuenta con la gran elección hecha en el estado San Pablo, donde obtuvo casi 7 millones de votos más que el PT (64% contra 36%), diferencia que Rousseff revirtió en los nueve estados del nordeste, con 12 millones de votos más que su adversario.
Si cuando Lula llegó a la Presidencia en 2002 la campaña exigía un corrimiento hacia la izquierda de los Partidos electorales -y un movimiento centrista del PT, ya lejos de su origen revolucionario- esta vez una amplia franja del electorado mantuvo posiciones conservadoras y centristas y dejó sin votos a la oposición de izquierda al Gobierno. Sólo el Partido Socialismo y Libertad (Psol), surgido como escisión del PT, creció en relación a 2010: terminó cuarto con 1,55%, con la candidatura presidencial de Luciana Genro. El Partido Socialista de los Trabajadores Unificado (Pstu) quedó noveno con 0,09% y el Partido Comunista Brasileño cayó a un 0,05%. En las presidenciales de 2006 una alianza de las tres fuerzas había alcanzado el 6,85% de los votos y el tercer lugar. Este año, separados, sumaron 1,69%. El último lugar fue para el Partido de la Causa Obrera (PCO), con 0,01%.
Dentro de la alianza gobernante, el PCdoB perdió seis diputados y ahora tendrá nueve. Sin base social, las organizaciones de la izquierda revolucionaria tienen un arduo desafío por delante.
Derechización del Congreso
El conjunto de la prensa y analistas de distinta procedencia ideológica coincidieron que la composición del nuevo Congreso resultante de la elección muestra un fuerte giro conservador, justo cuando la principal iniciativa de Rousseff es la reforma política, que necesita apoyo legislativo.
Pese a que la amplia coalición triunfante de nueve Partidos encabezada por el PT tendrá mayoría en ambas cámaras, el arco de alianzas va de la izquierda a la extrema derecha; del Partido Comunista de Brasil (PCdoB) al nuevo Partido Republicano del Orden Social (Pros), pasando por el principal aliado: el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (Pmdb), fiel representante del empresariado. Sin embargo, en cada estado las coaliciones partidarias se entremezclan y queda expuesto el vacío ideológico y programático de las decenas de siglas a la hora de definir alianzas. En Marañao, por ejemplo, el gobernador reelecto del PCdoB contó con el apoyo del Psdb y el PSB, mientras el PT apoyó formalmente al candidato del Pmdb. Las contradicciones no terminan ahí: entre los senadores que cuenta a su favor Rousseff está Kátia Abreu, ex presidente de la empresaria Confederación de Agricultura y Ganadería de Brasil (CNA), enemiga del Movimiento Sin Tierra (MST) y la reforma agraria, una promesa histórica del PT. Se trata de un ejemplo entre muchos.
Con 18 diputados menos, más fuerzas en pugna por cargos políticos con las cuales negociar y un mayor condicionamiento opositor, parecen reducidas las esperanzas de amplios sectores sindicales y movimientos sociales de que se produzca un giro a la izquierda en el Gobierno. Aunque no había confirmaciones al cierre de esta edición, distintas voces daban por sentado cambios en sentido inverso para la conformación del gabinete ministerial. Ya durante la campaña Dilma debió prometer que cambiará a su actual ministro de Economía, Guido Mantega, por uno más afín al gran capital. Quien cuenta con más chances es Luiz Trabuco, presidente de Bradesco, el segundo mayor banco privado del país.
Vuelta de página
Ante el descontento social, expresado con fuerza en las masivas manifestaciones de junio de 2013, la campaña del PT tuvo como eslogan «Gobierno nuevo, ideas nuevas» y prometió «cambio y reformas». Apenas ganó la elección, Rousseff se apuró en proponer un «diálogo amplio con todas las fuerzas productivas, con todas las fuerzas sociales y con todo el sector financiero». Aseguró también que dejará un país «más moderno, más inclusivo, más productivo, con más solidaridad y más oportunidades (…) Un país que cuida de todos, en especial de los pobres, de las mujeres, de los negros y de los jóvenes, que fueron los grandes segmentos de la población que emergieron en estos 12 años».
La coyuntura económica le juega en contra: estancamiento, leve aumento de la inflación, crecimiento del desempleo y freno en la disminución de la desigualdad social. En números: 0,29% de crecimiento estimado para este año; inflación de 6,5%, mayor de lo esperado; el desempleo pasó de 6,1% en 2012 a 6,5% en 2013. A esto deben sumarse las presiones empresariales y fiscales para aumentar los precios de la gasolina, la energía y el transporte en general.
Más esperanzadora y optimista fue la acogida del resultado electoral en América Latina y parte del mundo. Un alivio atravesó la región, ya que un triunfo de Neves o Silva hubiera inclinado la balanza a favor de la Alianza del Pacífico y Estados Unidos, en detrimento de la Celac, la Unasur, el Mercosur y, en consecuencia, también del Alba e incluso de los Brics. Ganó la apuesta a la integración regional y la multipolaridad.
Fuente: América XXI – Edición de noviembre
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