La inhabilitación política del expresidente abre una pequeña oportunidad de recomposición de las fuerzas conservadoras de Brasil que se escoraron hacia posturas ultras.
“Fuimos los primeros en afirmar que, cuanto más compleja se vuelve una civilización, más se debe restringir la libertad del individuo”. La frase, pronunciada el día de la inhabilitación política de Jair Bolsonaro por Romeu Zema, gobernador del Estado de Minas Gerais, provocó polémica. Las izquierdas brasileñas se indignaron ante una frase atribuida a Benito Mussolini. Romeu Zema, nombre fuerte del Partido Novo, una joven fuerza política de centro, sabía lo que hacía. La cita velada a Mussolini, dirigida al ala más radical del bolsonarismo, es un caso de libro de la estrategia del dog whistle (‘silbato para perros’). Un silbido/frase emitido en una frecuencia captada apenas por los cachorros del neofascismo. Durante su gobierno, Jair Bolsonaro usó recurrentemente el dog whistle para granjearse a sus seguidores más radicales. La frase Brasil acima de tudo (directamente inspirada en el lema nazi Deutschland über alles) o usar la camiseta del club de fútbol Lazio (relacionado históricamente con el fascismo italiano y con Mussolini) son algunos ejemplos.
¿Qué hace un líder supuestamente moderado como Zema mandando recados ultraderechistas? Nada es casual en la estrategia de Zema, un empresario que propugna un Estado mínimo y vende imagen de hombre hecho a sí mismo. João Amoedo, fundador del Partido Novo y candidato presidencial en 2018, pidió el voto para Lula en el segundo turno de las últimas elecciones presidenciales. Sin embargo, Zema, que fue reelegido gobernador en el primer turno de 2022, se lanzó a apoyar a Bolsonaro en la recta final contra Lula. Zema llegó al poder en 2018 surfeando la ola antisistema de la extrema derecha, asociando su nombre a Bolsonaro en la whastappfera. Su imagen de empresario outsider caló. Y conquistó el gobierno de Minas Gerais, segunda economía y segundo colegio electoral del país, sin ni siquiera haber aparecido en las encuestas. Con su vinculación al bolsonarismo, Zema consiguió algo inalcanzable para ningún liberal moderado de un país latino.
En el segundo turno de 2022, el apoyo de Zema a Bolsonaro fue estratégicamente tímido. Necesitaba dos cosas: asociar su nombre a Bolsonaro y que Lula ganara las elecciones. En realidad, estaba moviendo fichas para su candidatura de 2026. “Zema quiere ser presidente. Con Bolsonaro derrotado, un grupo de analistas y personas del mercado sugerirían que el gobernador de Minas podría ser el sucesor”, escribía entonces Renato Rovai, director de la Revista Fórum.
Para entender el coqueteo de Zema con el votante de extrema derecha tenemos que remontarnos al 30 de octubre de 2014, cuando Aécio Neves, candidato del centro derechista Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), no reconoció la victoria de Dilma Rousseff en las elecciones presidenciales. Comenzaba el viaje radical del partido tucano, como se conoce al PSDB, que acabaría dejando en el desguace a la derecha brasileña que gobernó el país durante ocho años bajo la presidencia de Fernando Henrique Cardoso.
Radicalización
La impugnación de las elecciones de Aécio Neves era un globo sonda narrativo para sobrevolar un paisaje social que empezaba a orientarse hacia la derecha. El 1 de noviembre de 2014, nacía el Movimento Brasil Livre (MBL), comandado por jóvenes publicitarios de estética hipster e ideología neoliberal. Mientras el MBL conseguía transformar el sentimiento antisistema de millones de brasileños en rabia contra el Partido dos Trabalhadores (PT), Aécio Neves iba radicalizando su discurso. El 15 de marzo de 2015, manifestaciones de proporciones gigantescas convocadas por grupos de derecha tomaron las calles del país. El 12 de abril de 2014, la ultraderechista guatemalteca Gloria Álvarez realizó un discurso en la avenida Paulista de São Paulo frente a cien mil personas. Vestida con una camiseta con la bandera de Brasil, Gloria arremetió contra el “populismo maldito” de las izquierdas. Gloria había viajado al país para participar en el Fórum da Liberdade en Porto Alegre, vinculado al ecosistema de la nueva derecha latinoamericana. El Movimiento Cívico Nacional (MCN) Álvarez está asociado a la red de Atlas Network, un think tank de Estados Unidos que ayuda a la expansión de la derecha radical. En 2015, el capítulo brasileño de Atlas Network patrocinaba ya una tupida red de thinks tanks locales, organizaciones, núcleos de estudios y fundaciones. Entre ellos, el supuestamente espontáneo movimiento MBL.
En aquella época, Aécio Neves y la cúpula del PSDB dialogaban sin tapujos con los neocon latinos y con los nuevos manifestantes brasileños. Tanto que el Instituto Fernando Henrique Cardoso recibió a Gloria Álvarez en su sede en São Paulo, donde dio una conferencia. A lo largo de 2015 y 2016, Aécio Neves fue una pieza clave para legitimar las nuevas marchas de la derecha radical y el impeachment que sacó al PT del gobierno en agosto de 2016. El viaje radical tucano continuó fuera de control hasta la llegada de Jair Bolsonaro a la presidencia. João Dória, un empresario desconocido recién afiliado al PSDB, se convirtió contra todo pronóstico en alcalde de São Paulo. Arrasó en el primer turno de las elecciones de octubre de 2016, con un discurso contra la clase política. Un año después, Dória, intentando convertirse en el anti-Lula, devoraba al antiguo PSDB.
La portada de la influente revista semanal IstoÉ del 4 de agosto de 2017 mostraba a João Dória bajo un titular en letras amarillas (Nasce o anti-Lula), con la cabecera también en amarillo, remitiendo a los colores de la bandera brasileña. En octubre de 2018, Dória, candidato a gobernador de São Paulo, acudió a votar en el segundo turno con una camiseta con una palabra (BolsoDória) para atraer a los votantes de la derecha radical. Jair Bolsonaro conquistó la presidencia. João Dória se convirtió en gobernador de São Paulo. Como efecto colateral, el PSDB obtuvo el peor resultado electoral de su historia en el congreso: apenas 22 diputados. La irrupción de Dória en el PSDB desencadenó un efecto explosivo. El partido se radicalizó. Muchos cuadros acabaron huyendo hacia los partidos alineados con el bolsonarismo. Y Geraldo Alckmin, peso pesado tucano y enemigo frontal de Dória, se embarcó en el frente democrático tejido por Lula da Silva para derrotar a Bolsonaro. La caída absoluta tucana ocurrió en 2022: por primera vez, el partido no presentó candidato presidencial, consiguió apenas 13 diputados, se quedó fuera del Senado y tras veintiocho años, perdieron su gran feudo, el estado de São Paulo, que cayó en manos del bolsonarista Tarcísio de Freitas. Apenas una pequeña luz al fondo del túnel, el joven Eduardo Leite se alzó con el estado de Rio Grande do Sul, uno de los más influyentes, al imponerse a Onyx Lorenzoni, exministro de Bolsonaro.
Del centro izquierda a la extrema derecha
El viaje tucano es uno de los más extremos del mundo. El PSDB nació en 1988 anclado en la social democracia. Algunos de sus fundadores lucharon contra la dictadura e iniciaron su formación política en el exilio. Tras la consolidación del PT como principal fuerza opositora después del primer gobierno de Fernando Henrique Cardoso en 1994, el partido fue escorándose hacia el centro. Poco a poco, fue girando al centroderecha. Un tuit durante las elecciones de 2022 de José Serra, uno de los políticos ilustres del PSDB, sintetiza el sorprendente viaje del partido-que-nació-combatiendo-a-la-dictadura: “No voy a perder el tiempo con el tema. Delante de las alternativas, votaré a Lula. Y, por la misma razón, en São Paulo, mi voto será para Tarcísio de Freitas”. ¿Es posible votar a Lula en aras de la defensa democrática y simultáneamente a un exministro de Jair Bolsonaro? Una pregunta relacionada: ¿la inhabilitación política de Jair Bolsonaro permitirá a la derecha alejarse del neofascismo al que se abrazó? Harto improbable. Por lo menos a corto plazo. Cuando el discurso ultra se instala en el corazón de un partido de derecha, ya sea el Partido Popular (PP) español o el PSDB brasileño, el retorno es casi imposible. La buena noticia para los tucanos es que simbólicamente han pasado de pantalla: Eduardo Leite, flamante presidente del partido a sus treinta y tres años de edad, ganó su Estado con una campaña que apelaba a los valores democráticos para la que contó con el apoyo tácito de las izquierdas. La imagen de la conmemoración, con Leite cantando samba y tocando el pandeiro, parecía querer cerrar una era de derechas oscurantistas. Leite ha aceptado el desafío de recomponer las ruinas del PSDB. Aún así, la tarea será ardua. Con poca presencia en el poder legislativo, pocos gobiernos regionales y pocos ayuntamientos en su poder, todo apunta a que el partido no tendrá fuerza suficiente en 2026 para disputar la presidencia.
El escurridizo Romeu Zema lo intentará. Jugará a disputar el campo de la derecha y la extrema derecha simultáneamente, radicalización del discurso mediante. Porque, sin lugar a dudas, la derecha radical tendrá un candidato escogido por Jair Bolsonaro. Cuando en febrero un periodista televisivo le preguntó a Zema si sería candidato presidencial, respondió con una cobra verbal: “Me gusta luchar por lo que es correcto. Si en el futuro, [ser candidato presidencial] es lo correcto, lo haré. Quiero un Brasil correcto y encaminado a la derecha”.
La paradoja y/o moraleja es que el bolsonarismo rechaza a Zema, incluso como candidato a vicepresidente de un candidato de la línea dura. Así en Brasil como en el mundo, la radicalización de las derechas tradicionales es siempre un win win para la extrema derecha. Si la derecha radicalizada gana, será con programa y discurso ultras. Si pierde, será a costa de engordar a la extrema derecha.
Bernardo Gutiérrez es periodista, escritor e investigador hispano brasileño. Ha cubierto América Latina desde el año 1999, como corresponsal en Brasil la mayoría de ese tiempo. Es el autor de los libros Calle Amazonas (Altaïr), #24H (Dpr-Barcelona), Pasado Mañana (Arpa Editores) y Saudades de junho (Liquid Books).