A pesar de la deforestación y del traspaso de tierras dedicadas a la alimentación
En un clima social de total rechazo, el mandatario estadounidense quiere asociarse a Brasil en el comercio de biocombustible etanol. A su vez, Lula le pedirá que no trate de incidir en la política del Mercosur.
En medio de manifestaciones de repudio a la guerra de Irak y a las políticas imperialistas y neoliberales, resguardado por un inédito operativo de seguridad, el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, hará píe hoy en Brasil para reunirse con su anfitrión Luiz Inácio Lula Da Silva, como inicio de una gira por Latinoamérica, que excluye a Venezuela y Argentina.
Si bien no hay un consenso sobre el verdadero carácter del arribo de Bush al sur del continente, aunque nadie se amina a negar la intencionalidad política del viaje, está dada la postal del actual clima social latinoamericano.
Al momento que el líder republicano será recibido con un unísono grito de rechazo, en la Ciudad de Buenos Aires, militantes políticos, estudiantiles, por los Derechos Humanos y territoriales, acondicionan un estadio de fútbol para recibir al presidente Venezolano, Hugo Chávez. Varios rumores dan cuenta, además, de la participación del Jefe de Estado boliviano, Evo Morales, aunque esta última presencia no está asegurada.
Asimismo, la Casa Blanca mantuvo un silencio monolítico sobre el itinerario de Bush en Brasil para evitar agresiones y sortear las diferentes movilizaciones que ganaran las calles de las ciudades más importantes, en protesta contra su persona y su política exterior.
Según lo trascendido durante la semana, Lula le pedirá a Bush que no interfiera en la política del Mercado Común del Sur (Mercosur) y que muestre sincera voluntad en las próximas reuniones de la Organización Mundial del Comercio (OMC) para quitar o reducir los impuestos que gravan la producción agrícola del tercer mundo, cuando esta pretende ser colocada en los países industrializados.
Es que, desde que asumió en 2002, el mandamás brasileño defiende la misma postura: la única posibilidad de desarrollo que tienen las naciones más postergadas, con economías primarias y poco diversificadas, es poder negociar en igualdad de condiciones con las principales potencias. Estás, justamente, están unidas bajo al batuta de Estados Unidos.
Por su parte, Bush le ofrecerá a Lula una sociedad harto beneficiosa para explotar lo que sería el negocio del futuro: el biocombustible etanol. El estadounidense ya manifestó que necesitará de la provisión de Brasil para cumplir con el objetivo de reducir, durante la próxima década, el 20 por ciento del consumo de gasolina de su país.
A largo plazo, Bush tiene en mente normalizar los estándares del combustible vegetal para convertirlo en un nuevo commoditie, es decir, un producto con precio internacional.
Está intención de hacer una apuesta futura al etanol mereció, por parte del Movimientos de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), la publicación de un manifiesto llamado «Tanques llenos a costa de barrigas vacías», el cual advierte que «el modelo de producción de biocombustible se sustenta con los mismos elementos que siempre causaron la opresión de nuestros pueblos: apropiación de territorio, de bienes naturales y de fuerza de trabajo».
En uno de sus párrafos más importantes, el texto, suscripto por varios movimientos sociales de la región, también señala que la finalidad de un entendimiento comercial entre Brasil y Estados Unidos busca debilitar a Bolivia y Venezuela y que se trataría de una luz verde al trabajo infantil, muy requerido para cosechar la caña de azúcar, de la cual se obtiene el etanol en la nación amazónica.
«Nos comprometemos a denunciar y combatir el modelo agrícola basado en el monocultivo concentrador de tierra y riqueza, destructor del medio ambiente, responsable del trabajo esclavo y de la súper explotación de la mano de obra; y a superar el actual modelo agrícola a través de la eliminación del latifundio», concluye el documento.
De último momento, Bush prometió ayuda para los pobres y desamparados de del Cono Sur. Hasta ahora, nadie se mostró emocionado por el anuncio. Es más, todas esas palabras cayeron en saco roto cuando es de púlbico conocimiento que las víctimas del huracán Katrina -que azotó Nueva Orleáns en agosto de 2005- aún no fueron protegidas debidamente, a pesar que se comprobó que la desidia gubernamental aumentó la magnitud de la tragedia.
Apuesta por el etanol
Según la cámara que agrupa a los productores de etanol, la nación vecina busca inaugurar una planta de procesamiento de alcohol a partir de la caña de azúcar por mes hasta 2012, con una inversión total de 14.600 millones de dólares, para pasar de los actuales 336 establecimientos a 409 cuando finalice ese año. La información salió publicada en el diario O Estado de Sao Paulo, citando un estudio realizado por la Asociación de Usineros (UNICA).
El medio paulista informa, además, que además de 73 usinas confirmadas, unas 189 se encuentran en trámite, tanto para su construcción como para la ampliación, según información presentada por Dedini SA Industrias de Base, proveedora del 50 por ciento del total de equipamientos para usinas de azúcar y alcohol, y su facturación en 2006 fue de 476 millones de dólares.
A modo de ejemplo del interés que el etanol despierta en el mercado energético mundial, el diario menciona a la compañía Intinity Bio-Energy, creada hace poco más de un año con un capital de 350 millones de dólares, y que en 2006 compró tres usinas en Brasil, con capacidad para moler tres millones de toneladas de caña de azúcar por zafra.
La empresa pretende además construir seis usinas en los Estados de Mato Grosso, Espíritu Santo y Bahía, y negocia la adquisición de usinas ya existentes en Minas Gerais y Bahía, mediante inversiones superiores a 1.000 millones de dólares.
La vicepresidenta ejecutiva de operaciones del Banco WestLB, Angélica Wiegand, asegura que el «apetito» del sector financiero para financiar operaciones de compra o construcción de usinas de alcohol y azúcar en Brasil es «enorme».
La «fiebre inédita» por ese tipo de emprendimientos tiene una explicación simple: según uno de los socios de la consultora Brasilpar, especializada en fusiones y adquisiciones en el sector de azúcar y alcohol, Luiz Costa, es que «el retorno sobre el capital invertido se estima en no menos de 20 por ciento».
No obstante, esta expansión prevista en la producción energética, y la consiguiente autonomía brasileña, va a llevarse adelante a costa de la selva de la Amazonia, y del traspaso de tierras dedicadas a la alimentación a la producción de este combustible de origen biológico.