«Brasil, que vivió siempre mirando a Europa y a Estados Unidos, de espaldas a América del Sur y de espaldas, en realidad, a África, gracias a una política externa audaz y propositiva, hace menos de un mes firmáramos, en la ciudad de Cusco, en Perú, la creación de la Comunidad Sudamericana de Naciones (…) después […]
Inácio Lula da Silva
En el mundo actual caracterizado por fuertes tensiones sociales, financieras y militares, la estabilidad política y económica del continente sudamericano depende estrechamente del rol que cumple Brasil.
Brasil potencia económica sudamericana y mundial
Brasil tiene una superficie cercana a los 8.500 millones de km2 y se ubica como la sexta economía mundial. Según datos de la CEPAL, en el año 2013 acumuló un PBI anual de 2.261.555 millones de dólares y ello implicó el 37,6 % del PBI del conjunto de la región.
Dentro de la potencia iberoamericana, existen marcadas diferencias de desarrollo económico y social entre sus 27 estados y sus 200 millones de habitantes. Coexisten en el país regiones con bajos niveles de desarrollo humano, con otras con una economía más adelantada. Según palabras de Marco Aurelio García «la desigualdad no sólo expresaba en los números fríos de las estadísticas sociales, sino que también aparecían las diferencias entre centro Sur rico y el Norte Nordeste pobre o miserable» (Saer – García 2010: 174). Contrastando con las regiones del norte más pobre del Brasil, San Pablo concentra una población cercana a los 40 millones de habitantes y allí radica el conglomerado industrial y tecnológico más importante del país. En San Pablo se encuentra la bolsa de valores más grande del continente sudamericano (BOVESPA).
El país conformó una estructura productiva abierta al mercado mundial desde el año 1808. Durante los siglos XIX y los inicios del XX, consolidó un perfil agroexportador que atravesó las etapas del café, del caucho, del cacao o del azúcar. Según un informe de la CEPAL, en el año 2013 los principales productos de exportación del Brasil son el mineral de hierro (13,6 %), la soja (9,5), el petróleo crudo (5,4%) y el azúcar (3,8%). Ocupan un lugar importante la producción y la exportación de carne1, de maíz y de aves.
Además de un Estado agroexportador, el país es parte de un importante proceso de industrialización que ya acumula varias décadas. En el siglo XX fueron Getúlio Vargas y el Partido Trabalhista del Brasil (PTB), quienes impulsaron más conscientemente la industrialización del país. El mandatario promovió la creación de la petrolera PETROBRAS y del Banco Nacional de Desarrollo Económico (BNDE). Desde una perspectiva desarrollista cercana al argentino Arturo Frondizi, el presidente Juscelino Kubitscek y su vice Joao Goulart (ex PTB) continuaron el programa de crecimiento productivo del país. El país desarrolló importantes logros y tiene empresas de envergadura a nivel internacional como son EMBRAER o PETROBRAS. La compañía aeronáutica es la tercera en la jerarquía mundial. De la mano de PETROBRAS Brasil declaró la autonomía energética en el año 2006. La CEPAL menciona que en el año 2013 dentro de los principales productos industriales que exporta Brasil, se encuentran los barcos (3,2%) y los automotores (2,2%).
¿Es posible un gobierno de izquierda en una potencia económica capitalista?
«El gobierno de Lula representaba una nueva expresión del campo popular, que tuvo en los gobiernos de Getúlio Vargas y de Joao Goulart sus antecedentes más próximos. Gobiernos de coalición de clases, pluriclasistas, que asumieron proyectos de unidad y desarrollo nacional, con una gran atención sobre las políticas sociales».
Emir Sader
Dentro de la nación lusitana no hay una sola perspectiva que defina las tareas y los objetivos que tiene que desempeñar el país. Las divergencias se originan en posiciones de clase e ideológicas y se expresan en el plano de la política interna y de la acción internacional. Actualmente en Brasil coexisten las tensiones políticas entre sus clases dominantes tradicionales y las diversas expresiones sociales emergentes desde mediados del siglo XX. Desde el año 2003 Brasil es gobernado por una coalición política de izquierda, en el contexto de un país que tiene una clase dominante históricamente de derecha y conservadora. El Partido de los Trabajadores (PT) de donde provienen Inácio Lula Da Silva y Dilma Ruseff, surgió en el año 1980 como resultante de una confluencia entre los siguientes sectores sociales:
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grupos sindicales que se organizaron en la Central Única de los Trabajadores (CUT);
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campesinos vinculados al Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST);
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organizaciones religiosas en un país con una importante desarrollo de la Teología de la Liberación y de las Comunidades Eclesiásticas de Base;
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agrupaciones de izquierda y grupos medios universitarios.
La disputa existente entre una izquierda de base popular en ascenso y la tradicional clase dominante brasileña, se expresó hacia el mismo seno del partido de gobierno. En el año 2003 Lula Da Silva encabezó la fórmula electoral en un acuerdo con el vicepresidente José Alencar, de procedencia empresarial (textil) y de militancia en el Partido Liberal. Esta relación política inestable y conflictiva entre una izquierda y una clase dominante conservadora, es el reflejo de una nación en la que conviven una fuerza social con reivindicaciones emancipadoras, con un empresariado concentrado y poderoso con vocación expansiva y reacio a distribuir la riqueza y el poder social adquirido.
Del subimperialismo brasileño a factor estabilizador regional
Brasil es el Estado de Iberoamérica que más cabalmente aplicó una política de expansión de su territorio. El país amplió su superficie considerablemente en relación a las fronteras del antiguo imperio portugués. No exageró Arturo Jauretche cuando mencionó que «Brasil crece en la industria y en el mapa a medida que nosotros nos achicamos» (Jauretche 1957). Siguiendo con el punto de vista de Jauretche es innegable que «toda la historia del Brasil es una dura y continuada lucha por el espacio» (Jauretche, 2008: 136).
Desde la época colonial, pasando del imperio a la República, Brasil desarrolló una política exterior de vocación nacional expansiva. En el siglo XIX influyó en la organización de la Cuenca del Plata acelerando la separación del Uruguay de las fronteras del antiguo Virreinato del Rio de la Plata, derrocó a Juan Manuel de Rosas combatiendo en Caseros e intervino activamente en la Guerra del Paraguay destruyendo a su adversario económico, militar y político Solano López.
Fue un aliado de Inglaterra en la antesala de su independencia y luego de los Estados Unidos durante buena parte del siglo XX. Según Jauretche «mientras nuestras llamadas élites niegan la existencia de los factores imperialistas, Itamaraty tiene plena conciencia de ellos y los cuenta como factores operantes (…) Brasil ha jugado a favor de esos intereses, pero sacando ventajas propias, porque los conoce (…) la colaboración prestada por el Brasil a los imperialistas ha tenido precio y siempre a expensas nuestras; su política ha sido de paralelismo negociado y nunca de sometimiento incondicional ni de adhesión a principios abstractos» (Jauretche 2008: 141).
Con honrosas excepciones, en Brasil se conformó una clase política escasamente consustanciada con la unidad continental. Tampoco existió una vocación manifiesta de acercamiento con la Argentina y por el contrario, la potencia lusitana entabló históricas rivalidades acentuando las disputas entre las antiguas potencias España y Portugal.
A contrapelo de la actitud tradicional de la diplomacia brasileña, el Barón de Río Branco impulsó un pacto pacifista con la Argentina. Resultante de su gestión, Branco suponía que Argentina, Brasil y Chile (ABC) iban a profundizar acuerdos comerciales reforzando una unidad que consideró necesaria e impostergable.
A mediados del siglo XX la posibilidad de un nuevo tratado del ABC, fue impulsado por Juan Domingo Perón, por Getulio Vargas y por Carlos Ibáñez del Campo en representación de la nación trasandina. Según el punto de vista de Perón, fueron las presiones de los grupos dominantes del Brasil quienes impidieron el acuerdo de integración. En palabras del presidente argentino la posibilidad de unidad había chocado con «Itamaraty que constituye una institución supergubernamental» (Perón 1968: 92).
Desde mediados del siglo XX y como afirmó Jauretche, sus acciones traducían los intereses de las clases dominantes brasileñas en sintonía con la política exterior de los EUA. Esta incapacidad manifiesta de las dirigencias políticas sudamericanas de actuar de manera mancomunada, favoreció las rivalidades y las disputas y Brasil fue en muchos casos, un factor de desestabilización de la política regional.
Actualmente, Brasil se presenta como una potencia mundial de segundo orden y su política exterior se orienta:
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hacia Iberoamérica, oficiando como el eje de aglutinación fundamental del MERCOSUR y de la UNASUR;
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hacia el continente africano, reforzando sus relaciones políticas y comerciales con un continente con el que tiene cercanía geográfica y racial2;
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hacia el Asia, integrando un acuerdo con Rusia, India y China -al que luego se sumó Sudáfrica – (BRICS).
El crecimiento económico, político y militar3 del Brasil, le está permitiendo poner en debate la división mundial del trabajo. El país está interviniendo activamente en los foros internacionales y exige un lugar permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. Además, cuestiona la composición de los organismos financieros internacionales como son el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM). Es a partir de acá, que Brasil canceló su deuda con el FMI por decisión de Lula y no ingresó a organismos del Banco Mundial (BM) como el CIADI.
En el siglo XXI Iberoamérica puede dejar de ser el «patio trasero de los EUA», para conformarse como el área de influencia directa del Brasil. La decisión de Brasil de enfrentar el tratado de apertura comercial impulsado por los Estados Unidos (ALCA), es sintomático del lugar que pretende jugar el país en las nuevas relaciones con la potencia del norte.
La asunción de Lula en el gobierno desde el año 2003, trajo aparejada una apuesta sustancial del Brasil a la unidad regional. Del Barón de Río Branco a la fecha, el PT es la expresión política más claramente integracionista de la historia del Brasil. En la actualidad Brasil4 es el principal aliado comercial de la República Argentina y ambos países trabajan en conjunto para la producción del vehiculo militar Gaucho y en otras iniciativas como la Alianza Estratégica en Industria Aeronáutica (AEIA), que incluyó el acuerdo para la producción del avión de carga KC – 390 (Embraer y FAdeA). Según el actual Embajador del Brasil en la Argentina, existen más 120 sucursales de empresas brasileñas en nuestro país que generan 40.000 empleos y un stock de inversiones de 17.000 millones de dólares (Vieira Vargas 2014: 58).
A lo largo del tiempo se demostró que el alto nivel de desarrollo relativo del Brasil con el resto del continente, puede derivar en políticas hegemonistas. Es en este aspecto, en donde la conducción política del PT puede oficiar como un contrapeso de las exigencias de las clases dominantes del mismo Brasil, que son poco permeables a la integración regional. Según Aurelio García «Brasil hizo una opción clara. No quiere ser un país próspero en medio de un conjunto de países pobres y desesperanzados sobre su propio futuro» (Saer – García 2010: 184). Las clases políticas del continente pueden alcanzar acuerdos para el desarrollo de iniciativas productivas, que le otorguen a los distintos países y pueblos beneficios concretos en términos de ingreso, de empleo y de desarrollo. De la mano del PT se está avanzando en la certeza de que la política de integración regional, no puede quedar sujeta solamente a los objetivos de las corporaciones.
Del imperio esclavista a la era social
Conjuntamente al resto de los países fundados a partir del colonialismo Europeo, Brasil reprodujo dos tipos de divisiones:
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racial: el Estado sostuvo un sistema económico esclavista hasta el año 1888 y durante el siglo XX reprodujo una matriz racista de la distribución del poder;
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clasista: Brasil fue y sigue siendo uno de los Estados más desiguales en términos sociales del planeta.
Gran parte de los primeros derechos sociales sancionados en el siglo XX, fueron promovidos por Getulio Vargas en una alianza entre los militares y la burguesía industrial. Más allá de los avances sociales producto de las dos gestiones del presidente Vargas o del crecimiento económico del país entre los años 1964 y 1985 que es recordado como el «milagro brasilero», Brasil no pudo evitar que gran parte del pueblo pobre viva de milagro.
El ingreso del PT a la realidad del Brasil en los años ochenta, viene a revertir ambas desigualdades. Lula ingresó a la política de la mano de la acción sindical y adquirió protagonismo en las huelgas y movilizaciones que transcurren entre los años 1977 a 1980. La primera manifestación masiva se produjo en el año 1977 en la «campaña de recomposición salarial«, en 1978 el sindicalismo impulsó la operación de «brazos caídos» y en 1979 se promovieron huelgas con la intervención de más de 3 millones de obreros.
La construcción política del PT impulsó el Foro Social de Porto Alegre, que ofició como uno de los ámbitos mundiales más trascendentes para la formulación y la divulgación de una agenda de reforma social y de predica política antiimperialista.
Desde su gestión presidencial el PT viene aplicando una agenda de reformas sociales, en el contexto de un modelo económico que alcanzó tasas de crecimiento del 5,1 % entre 2003 y 2008 y del 2,7 % entre los años 2009 y 2012 (O´Farrell y Villafañe 2013: 109).
Las políticas de Lula da Silva y de Dilma Ruseff permitieron una mejora en el empleo. El desempleo se redujo del 9,7 % en 2003 al 5,3 % en el año 2010, como resultante de que se generaron 14 millones de trabajos. Aumentó el salario mínimo en valores reales un 50 % entre los años 2002 y 2010 (Singer 2013: 82). Muchos de los nuevos puestos de trabajo nacieron en la economía privada y otros fueron el resultante de la obra pública. Solamente en el último mundial de futbol, el Estado invirtió alrededor de 14.000 millones de dólares y el Programa Mi Casa Mi Vida se propone construir un millón de viviendas.
La gestión del PT favoreció la mejora de las condiciones de vida de los sectores históricamente marginados del país. Salieron 40 millones de brasileros de la línea de pobreza a partir de los programas Bolsa Familia5 o Hambre Cero. La malnutrición infantil disminuyó un 43 % durante la primera gestión de Lula. El primer presidente del PT impulsó el programa de becas universitarias ProUni orientadas en un 40 % a brasileños negros e indígenas.
El gobierno amplió el crédito para las familias de bajos recursos y para la PYMES. Del 2003 a la fecha 42 millones de brasileños accedieron a la clase media (Vieira Vargas 2014: 55).
Las cuentas pendientes
El gran desafío al que se enfrenta el PT tiene que ver con consolidar a Brasil como una potencia mundial, afianzando la integración sudamericana y permitiendo la emancipación social, cultural y política del pueblo. La profundización del proyecto industrial forma parte de la agenda de una potencia de segundo orden, que ambiciona jugar un rol central en el mundo.
El PT alcanzó el poder como parte de los reclamos históricos del pueblo brasileño. Muchas de las reivindicaciones de las organizaciones campesinas y políticas, encontraron receptividad en la agenda de gobierno iniciada en el año 2003. Los indicadores de empleo, de vivienda o de acceso a la tierra, mejoraron considerablemente en relación a los proyectos neoliberales aplicados en las décadas del ochenta y del noventa.
Sin desconocer los logros alcanzados, son muchas las cuentas pendientes. Brasil, como buena parte de Sudamérica, tiene un sistema impositivo regresivo y mantiene una estructura económica concentrada poco permeable a la distribución de la riqueza.
En el plano social sigue existiendo una inmensa desigualdad en la distribución del ingreso entre clases y geografías del mismo Brasil. Estas diferencias que perpetúan situaciones de pobreza, de falta de acceso a la tierra y de indigencia de sectores importantes de la sociedad, generan condiciones para el aumento de la violencia y del accionar del crimen organizado.
De la capacidad de Brasil de resolver estos desafíos y de contribuir al desarrollo sustentable y a la estabilidad política de Sudamérica, dependerá su propio destino. La conformación de un continente dividido políticamente, atrasado económicamente y empobrecido socialmente, conducirá al subdesarrollo estructural de Sudamérica incluyendo al mismo Brasil.
Bibliografía
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Jaguaribe Helio (1972) Crisis y alternativas de América latina: reforma o revolución, Paidos, Buenos Aires.
Jauretche Arturo (1957) Brasil crece en la industria y en el mapa a medida que nosotros nos achicamos, Revista Que, N 156, Buenos Aires.
(2008) Ejército y política, Corregidor, Buenos Aires.
Kathryn Sikkink (2009) El proyecto desarrollista en la Argentina y Brasil: Frondizi y Kubitschek, Siglo XXI, Buenos Aires.
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O´Farrell J. y Villafañe S. (2013) Macroeconomía y empleo en Argentina y el Brasil en los 2000″ Revista del Trabajo, Año 9, N 11, Buenos Aires.
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Rapoport M. y Madrid E. (2011) Argentina Brasil, de rivales a aliados, Capital Intelectual, Buenos Aires.
Sader E. y García M. A. (2010) Brasil entre el paso y el futuro, Capital Intelectual, Buenos Aires.
Singer André (2013) Los sentidos del lulismo ¿será el lulismo un reformismo débil?, Revista del Trabajo, Año 9, N 11, Buenos Aires.
Viera Vargas Everton (2014) La Argentina y América del Sur en la inserción internacional del Brasil, GESTAR, Año 4, N 13, Buenos Aires.
Notas:
1 Brasil es el primer productor y exportador mundial de carne bovina y de cuero (30 % del mercado mundial).
2 Brasil tiene la mayor población negra fuera de África. Según el Censo de 2010 97 millones de habitantes son negros o mulatos sobre un total de 190 millones (Explorador 2013: 3).
3 El presupuesto militar de Brasil supera a la sumatoria del resto de los países Sudamericanos (Explorador 2013: 51).
4 China es el principal aliado comercial de Brasil, Estados Unidos es el segundo y la Argentina el tercero (Vieira Vargas 2014: 59).
5 Bolsa Familia reunió y profundizó los objetivos de los programas Bolsa Escola, Bolsa Alimentacao o Auxilió Gas. En 2010 alcanzó a 13 millones de familias y la inversión implicó el 0,4 del PBI de Brasil (O´Farrell y Villafañe 2013: 118)
Aritz Recalde. Proyecto de Investigación «Modelos de desarrollo Argentino Brasileño en el período 2003 -2011», UNAJ – Secretaría de Política Universitaria.
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