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Brasil y el mundo

Fuentes: Sin Permiso

La formación del Brasil en el sistema mundial se dio en forma tardía y periférica. En primer lugar, porque su independencia -junto con los demás estados latinoamericanos- ocurrió dentro de un sistema político y económico que ya existía, y en creciente expansión, hacía por lo menos tres siglos, bajo el liderazgo de los primeros estados […]

La formación del Brasil en el sistema mundial se dio en forma tardía y periférica. En primer lugar, porque su independencia -junto con los demás estados latinoamericanos- ocurrió dentro de un sistema político y económico que ya existía, y en creciente expansión, hacía por lo menos tres siglos, bajo el liderazgo de los primeros estados nacionales europeos. En segundo lugar, porque a la hora de la independencia, ni el Brasil ni alguno de estos nuevos estados latinoamericanos tenían gobiernos y economías nacionales efectivas, ni tampoco constituían un sistema político regional. Como consecuencia, en la primera mitad del siglo XIX, Brasil y América Latina, quedaron en una posición periférica dentro de la geopolítica mundial, liderada por las grandes potencias europeas. Y fueron transformados, durante todo el siglo XIX -con la plena aquiescencia de las elites locales- en el primer laboratorio de experimentación de los «Tratados de Libre Comercio» que después fueron impuestos al resto del mundo por Gran Bretaña.

 

En el Brasil, desde el inicio de la proclamación de la República , y por lo menos hasta la crisis de 1930, el Estado siguió siendo una organización con baja capacidad de incorporación social y de movilización política nacional, y sin ningún tipo de pretensión expansiva. Y desde el punto de vista económico, a pesar del inicio de la industrialización y de la instalación de las primeras empresas internacionales, en la década del ´20, el polo dinámico de la «vieja economía» continuó siendo «primario exportador». Esa forma de inserción económica permitió que el Brasil creciera a tasas medias razonables, hasta la crisis del ´30, gracias a que su economía interna era complementaria con los mercados europeos y con el capital financiero inglés. Asimismo, al contrario de otras economías similares, la economía exportadora brasileña ayudó a crear un mercado interno de alimentos y de mano de obra migrante, y una extensa red de transportes y comercialización, sobretodo en el caso del complejo cafetalero. Entre la crisis mundial de 1930 y el inicio de la II Guerra , en el espacio abierto por la lucha entre las grandes potencias, el Brasil conquistó un cierto margen de maniobra para su política externa, y reaccionó al «estrangulamiento económico» provocado por las guerras y por la crisis internacional, desarrollando un conjunto de políticas públicas que fortalecieron el Estado central y a su economía nacional. Sin embargo, en cuanto a la política exterior, su autonomía duró poco, ya que en 1938 el Brasil ya se había alineado junto al nuevo liderazgo mundial norteamericano.

Después de la Segunda Guerra Mundial, Brasil no tuvo una posición relevante en la geopolítica de la Guerra Fría , más aún fue ubicado en la condición de principal socio económico de los Estados Unidos, dentro de su periferia sudamericana. No existió Plan Marshall para América Latina, ni el Brasil fue incluido en la categoría de los países con acceso privilegiado a los mercados norteamericanos, como fue el caso de algunos países asiáticos que después fueron llamados de «desarrollo asociado». De todas maneras, el Brasil se transformó en una experiencia original de desarrollo acelerado e industrialización pesada, después de 1955, bajo la influencia de las inversiones estatales y del capital privado extranjero, proveniente de casi todos los países del núcleo central del sistema capitalista. A pesar de su alineamiento incondicional con los Estados Unidos en la Guerra Fría , Brasil comenzó a practicar en la década del ´50 una política externa más autónoma, combativa y global, paralela a sus políticas económicas desarrollistas. Así fue el caso de la iniciativa de la Operación Panamericana de 1958 y de la Operación Brasil-Asia , en los años 1959-60, durante el gobierno de Juscelino Kubitschek, que también se aproximó a Europa y al África Negra, en tanto rompía relaciones con el FMI. Esta nueva posición internacional del gobierno brasileño avanzó en el inicio de la década del ´60 con la «política externa independiente» del gobierno de Janio Quadros, que incentivó la aproximación del Brasil con América Latina, Asia y África, y también con el mundo socialista y el Movimiento de Países no Alineados. El gobierno de Janio Quadros asumió una posición más autónoma con relación a los Estados Unidos, y más combativa en el plano de las negociaciones comerciales y financieras del país. Como quedó claro en la participación brasileña en los procesos de creación de la ALALC , de la UNCTAD y del Grupo de los 77, en las décadas de los 60 y los 70. Esta misma política exterior fue retomada con algunos trazos todavía más agresivos y autonomistas, a partir del gobierno militar del Gral. Ernesto Geisel, en la segunda mitad de los años ´70, a despecho de su alineamiento incondicional con los Estados Unidos en su lucha anticomunista. Y fue mantenida por el primer gobierno democrático de José Sarney a pesar de la prolongada crisis de la «deuda externa» vivida por el país durante toda la década del ´80.

En el «período desarrollista» el Brasil mantuvo una de las más elevadas tasas medias de crecimiento mundial. La extensión de la presencia del Estado en esa estrategia de desarrollo, sin embargo, no significó la existencia de un Estado fuerte con un proyecto claro de poder nacional.

En la década del ´70, este cuadro sufre una modificación importante gracias a la mayor disponibilidad de liquidez internacional, que permitió aflojar la restricción externa en términos absolutos. La abundancia de crédito privado para los países en desarrollo permitió acelerar las tasas de crecimiento, y en el caso de Brasil, posibilitó avanzar em el proceso de industrialización iniciado en los años ´50-60, complementando su matriz industrial con la producción de bienes de capital y de los insumos necesarios al funcionamiento de la economía. La contrapartida de este proceso fue un endeudamiento externo más allá de las posibilidades del balance de pagos, responsable asimismo, en gran medida, por el estrangulamiento del crecimiento al momento en que la economía brasileña fue sometida – al final de los años setenta y comienzo de los ochenta – a cuatro golpes fatales: aumento de la tasa de interés internacional; recesión de la economía mundial, deterioro de los términos del intercambio e interrupción del financimiento externo tras la moratoria mexicana. Fueron estos los principales factores que sometieron a la economía brasileña a una severa crisis del balance de pagos y que obligaron a los gobiernos de la década del ´80 a desarrollar una política de promoción activa de las exportaciones para responder a los pagos del servicio de la deuda externa. Como consecuencia el país vivió uma recesión seguida de una reducción de su tasa media de crecimiento, a lo que se sumaron varias devaluaciones cambiarias y una aceleración de la inflación.

Al inicio de los años ´90, la victoria norteamericana en la Guerra Fría , la fuerza ideológica de la utopía de la globalización y una gran onda de liquidez internacional, crearon las bases materiales e ideológigas del nuevo giro liberal de la elites del Estado brasileño. Particularmente, después de 1994, el gobierno de Fernando Henrique Cardoso apostó a un sólido realineamiento con los Estados Unidos y su proyecto de globalización liberal. Por otro lado, del punto de vista económico, la enorme disponibilidad de capitales en el mercado internacional permitió financiar el programa de estabilización del gobierno de Cardoso y el simultáneo desmantelamiento de la estrategia desarrollista, con un retorno al modelo librecambista que había seguido Brasil en el siglo XIX, hasta la crisis de 1930.

Después de 2003, el gobierno de Luiz Inácio da Silva cambió la dirección de la política externa brasileña, que giró al fortalecimiento político y económico de la integración sudamericana y del Mercosur, además de establecer varios puentes de alianzas transcontinentales con África y Asia en el marco de la Organización Mundial de Comercio (OCM), en un intento de constituir también un área de libre comercio con India y la Unión Aduanera de África del Sur. Asimismo, nuevos acuerdos tecnológicos con Ucrania, Rusia y China.

Sin embargo, no hay que engañarse, en el campo de las relaciones internacionales la lucha sigue y seguirá cada vez más pesada, envolviendo por lo menos a dos grandes posiciones, que ya se enfrentaron durante casi todo el siglo XX. De un lado los liberales, que desde la Independencia vienen defendiendo el mismo tipo de política económica y de política exterior favorables a un desarrollo dependiente, asociado y alineado con Inglaterra, hasta 1930 y con los Estados Unidos a partir de 1945. Y del otro, los grupos políticos, sociales e intelectuales favorables al desarrollo nacional y a una política exterior dirigida a la expansión de poder soberano del Brasil, dentro del sistema geopolítico regional e internacional. En esta lucha, tanto en el pasado como hoy, pesa decisivamente el hecho de que las elites económicas brasileñas nunca necesitaron generar un sentido colectivo o nacional de «destino común» con su propio pueblo para garantizar su seguridad y una acumulación de su riqueza patrimonial y mercantil que obtenían a través de los circuitos financieros internaciones, sin necesidad de catch up alguno con el poder y la riqueza de las Grandes Potencias.

José Luis Fiori , economista y politólogo de la Universidad del Estado de Río de Janeiro, es miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO.

Traducción para www.sinpermiso.info : Carlos Abel Suárez