1. El árbitro de la política es lo militar El último árbitro de todo conflicto político es el poder militar. La preparación psicológica del uso de la fuerza bélica es tarea de los medios de comunicación, pero la operación quirúrgica decisiva del poder corre a cuenta de las armas. Esta es la esencia del conflicto […]
1. El árbitro de la política es lo militar
El último árbitro de todo conflicto político es el poder militar. La preparación psicológica del uso de la fuerza bélica es tarea de los medios de comunicación, pero la operación quirúrgica decisiva del poder corre a cuenta de las armas. Esta es la esencia del conflicto entre Washington y las Fuerzas Bolivarianas, que tuvo su primera escaramuza en Bariloche y que se decidirá definitivamente en este mes de septiembre. Restan solo cuatro semanas para la batalla decisiva. ¿Por qué este estrecho marco de tiempo?
2. Septiembre: hora de la verdad para los gobiernos desarrollistas
La decisión de que la batalla decisiva se libre en septiembre, fue tomada en la reunión de la UNASUR en Bariloche , cuando los presidentes determinaron resolver el conflicto mediante negociaciones entre sus cancilleres y ministros de defensa, en las primeras dos semanas de septiembre . En estas negociaciones Obama-Bush-Uribe no van a ceder nada y entonces les llegará la hora de la verdad a los gobiernos desarrollistas.
Éstos s olo tienen dos maneras posibles de reaccionar: aceptar la usurpación militar del espacio andino por Washington con alguna racionalización propagandística o enfrentarse en bloque a la usurpación. Si aceptan la usurpación militar, se quedan sin credibilidad en su discurso bolivariano y se hacen cómplices de su futuro sometimiento militar imperialista; si no la aceptan tendrán que asumir la actitud de los Libertadores. Esta es la disyuntiva que tienen que resolver en la primera quincena de septiembre, para ir preparado a las negociaciones con Uribe; y, después, en las últimas dos semanas de septiembre, para ganar la batalla por la esencia moral de su proyecto y su credibilidad pública.
3 . Significado político-militar de Bariloche
La trascendental fecha de septiembre queda más transparente cuando se ilustra mediante el siguiente escenario bélico. Dos ejércitos, el imperial-colonialista y el patriótico-libertador, se alistan para definir con las armas cuál de los dos proyectos históricos que representan, se impondrá. Antes del choque de los dos cuerpos armados, se encuentran sus vanguardias y deciden negociar (Bariloche). Dado que ninguna parte cede, resuelven posponer la batalla decisiva para el mes de septiembre. Las primeras dos semanas son de «guerra fría», caracterizadas por la reunión de los ministros. Dado que esas reuniones, como todo el mundo sabe, no van a resolver nada, porque los dos proyectos son antagónicos , el conflicto pasa a la fase «caliente» en la segunda parte de septiembre; en la cual cada gobierno quedará públicamente definido como proimperialista o probolivariano.
4 . Los decisores de la guerra: Washington y Brasil
La trascendental decisión que de terminará si la Patria Grande seguirá siendo neocolonia monroeista, o si se convierte en sujeto de la política mundial, será resuelto esencialmente entre los dos gestores preponderantes de la geopolítica hemisférica: Estados Unidos y Brasil.
La posición de Washington en las futuras reuniones, ejecutada por interposita persona, su peón Uribe, no implica misterio alguno. No hará ninguna concesión real en su modus operandi imperial , la expansión y agresión militar-mediática, porque es el único modo de imposición mundial que le queda, después de su colapso financiero y debilitamiento político.
El peso de la decisión recae, entonces, sobre Brasil, única fuerza efectiva capaz de darle cuerpo a los tres elementos de contención que se requieren para frenar el proyecto monroeista en el corto tiempo que queda: la Doctrina Militar Anti Monroe , el Bloque Militar de Defensa Sudamericana (BMDS) y el aislamiento político-económico hemisférico de Uribe. Tal posición de vanguardia sería objetivamente posible para Brasil, por la debilidad estadounidense en Euroasia y en la economía; pero es dudoso que la clase dominante brasileña la acepte o que Lula se atreva a implementarla sin el respectivo apoyo de la elite. Existe una alta probabilidad, por consiguiente, de que Brasilia preferirá mantener la absurda ficción legalista de «garantías jurídicas» de Uribe, sostenida en Bariloche, junto con un patrón de appeasement ante la troika Uribe-Bush-Obama.
5. Obligación moral-política de los Presidentes progresistas
En esa fase decisiva de la política latinoamericana es la obligación política y moral de los presidentes latinoamericanos Rafael Correa, Hugo Chávez, Raúl Castro, Evo Morales y Daniel Ortega, tratar de crear: a) un Frente Unificado de Rechazo contra el proyecto Uribe-Bush-Obama entre ellos y los presidentes latinoamericanos titubeantes (Lula), invisibles (Tabaré Vásquez) y débiles (Cristina Kirchner, Fernando Lugo), y, b) acercarse a los movimientos de masas para concientizar y movilizarlos sobre esta coyuntura particularmente peligrosa de la lucha de liberación.
6. La incomprensible ausencia de Hugo Chávez
En esta acelerada dinámica de acumulación de fuerzas antagónicas entre monroeistas y bolivarianas, es incomprensible que el Presidente Hugo Chávez se ausente de América Latina del 31 de agosto al 11 de septiembre, en lugar de jugar un papel protagónico en la movilización de las masas y de los gobiernos críticos antes de la reunión de los ministros de defensa y cancilleres de la UNASUR.
¿No recuerda el Presidente la lección del referendo del diciembre de 2007, cuando encargó la movilización de éste a un equipo escogido por él, para ausentarse hacia Euroasia, con el resultado de que se perdió el referendo? ¿Y no está enterado de lo que hablan sus ministros entre sí? De que la contrarrevolución ha confeccionado largas listas con decenas de miles de bolivarianos que quieren matar y desaparecer si regresan al poder.
7. El papel de los pueblos e intelectuales
El papel de los movimientos sociales, políticos e intelectuales de América Latina, en esta coyuntura, es de suma importancia. Tendrían que presionar públicamente a los gobiernos criollos titubeantes, en primer lugar el brasileño, a enfrentar el peligro oligárquico-imperial con un programa concreto de patriotismo y dignidad latinoamericana. Dado que las bases militares en Colombia y la dictadura militar en Honduras son una cuestión de vida o muerte para los pueblos, que pondrán los muertos en caso de que triunfe la contrarrevolución, y dado también, que la política no se hace por amor y mediante el humanismo, sino por intereses y poder, los movimientos sociales deben usar su poder frente a los gobiernos desarrollistas. ¿En qué forma? Haciéndoles entender que su futuro apoyo a esos gobiernos depende del papel que asuman en esta batalla ayacuchana del año de 2009.
Que los movimientos asuman esa posición de sujeto s políticos solidarios, pero autónomos, no será fácil, porque las ilusiones de un triunfalismo bruto promovido con gran fuerza por algunos gobiernos criollos y sus intelectuales cortesanos —tanto individuales como colectivos (periódicos, tv, portales de Internet)– la falta de formación política sistemática de las organizaciones de masas y la simbiosis entre movimientos de masas e intelectuales del Estado con los gobiernos desarrollistas, han atrasado el nacimiento de una vanguardia latinoamericana que pudiera asumir esa vital tarea en ese vital mes de septiembre.
«De los esfuerzos de hoy depende la suerte de América del Sur», decía el Gran Mariscal Antonio José de Sucre a sus tropas en Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824. Hoy, ante el Ayacucho del 2009, es tan vigente esta consigna, como hace dos siglos.