El pasado 8 de octubre se inauguró en Santralistanbul (Estambul, Turquía) la exposición «El Che desde el objetivo de Korda: un retrato que empezó con la revolución y acabó en icono», y en la cual se explora el camino abierto por una fotografía que ha llegado a ser la más reproducida de la historia. Sin […]
El pasado 8 de octubre se inauguró en Santralistanbul (Estambul, Turquía) la exposición «El Che desde el objetivo de Korda: un retrato que empezó con la revolución y acabó en icono», y en la cual se explora el camino abierto por una fotografía que ha llegado a ser la más reproducida de la historia.
Sin embargo la archiconocida imagen titulada Guerrillero heroico, tomada por Alberto Díaz Gutiérrez (1928-2001) -más célebre como Alberto Korda- el 5 de marzo de 1960 a Ernesto «Che» Guevara, tuvo unos inicios tan inciertos que de ningún modo hacían presagiar lo que con el tiempo llegaría a representar.
La muestra reúne un centenar de fotografías, vídeos, obras de arte, carteles políticos, objetos de consumo e, incluso, publicitarios elaborados a lo largo de cuatro décadas en más de 30 países y todos ellos con el denominador común de utilizar el retrato del revolucionario de origen argentino. De modo que pese a la creencia generalizada de que esta imagen es de dominio público, lo cierto es que tiene copyright -asegura Darrel Couturier, galerista y representante de la obra de Korda.
El problema radica en que durante muchos años el fotógrafo cubano no pudo reclamar sus derechos de autor fuera de Cuba, al no haber suscrito ésta los convenios internacionales sobre propiedad intelectual. Cuando la posibilidad se hizo factible ya era tarde, y ahora sería impensable intentar reclamar compensaciones económicas, explica el galerista. De modo que la actual beneficiaria -Diana Díaz, desde la muerte de su padre- se centra más en impedir que grandes firmas aprovechen la imagen como reclamo publicitario o para atentar contra la Revolución cubana -como fue el caso de Reporteros sin Fronteras- que en tratar de asegurarse una fuente de ingresos por la reproducción de la obra.
Pura casualidad
El 4 de marzo de 1960 una fuerte explosión en el puerto de La Habana acabó con el buque belga La Coubre y con la vida de más de 100 personas. En Cuba nunca hubo dudas de que el sabotaje del barco fue obra de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA).
Al día siguiente cientos de miles de silenciosos manifestantes se reunieron para el funeral de las víctimas, en la tribuna se hallaban todos los líderes de la Revolución y también los intelectuales franceses Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir. Comenzaba a llover, Korda tenía que fotografiar el duelo para el diario Revolución, estaba a unos 8 ó 10 metros del palco.
En un determinado momento, durante el discurso de Fidel Castro, el Che se aproximó a la barandilla del estrado (se hallaba en un segundo plano y desde la posición del fotógrafo no se veía) y miró hacia la enorme multitud, es en ese instante cuando el reportero consiguió tomar dos instantáneas donde aparece con el abrigo cerrado, el pelo desordenado y la boina negra con la estrella dorada de comandante rebelde.
«Apenas estuvo ahí medio minuto», recordaría años después Korda en una de sus últimas entrevistas, «pura casualidad». Al revelar el carrete y ver la fotografía se dijo «caramba, qué clase de expresión tiene este hombre aquí» y decidió hacer una ampliación que puso en su estudio.
La imagen no fue publicada al día siguiente y quedó relegada hasta varios meses después (el 18 de agosto de 1960 y el 16 de abril de 1961) cuando el periódico la repescó para ilustrar dos actos públicos en los que participaría el entonces ministro de industria, Ernesto Guevara de la Serna. No es improbable que el propio Che, cauto y celoso de las imágenes que le tomaban, hubiera pasado por alto la de Korda. El fotógrafo nunca tuvo constancia de que conociera su retrato, o al menos nunca le dijo nada al respecto. Desde ese momento, únicamente las personas que visitaron el taller de Korda pudieron disfrutar de esa obra.
Couturier relata en un tono ligeramente conspirativo el resto de la historia. O al menos lo que se conoce de la misma. En el verano de 1967 el editor y militante izquierdista italiano Giangiacomo Feltrinelli llegó al estudio de Korda buscando una fotografía del revolucionario. Feltrinelli venía de Bolivia tras mediar con el gobierno de ese país en la liberación del periodista francés Régis Debray, que había acompañado como observador al Che en sus primeras acciones. Al parecer Guevara habría entregado al francés su diario de guerrilla, y éste a su vez a Feltrinelli. La fotografía del Guerrillero heroico serviría pues para ilustrar la portada del libro que tenía intención de publicar. Korda le regaló dos copias, no hubo más paga que la gratitud del italiano.
Pero unas semanas después, a principios de octubre de ese mismo año, cuando la especulación de la captura y ejecución del revolucionario en Bolivia llegó a oídos de Feltrinelli, éste mando imprimir un póster especial y el rostro del Che comenzó a propagarse por todos los rincones del planeta. Fue en ese momento, al terminar la historia del hombre, cuando su imagen entró en la historia. También en La Habana se usó entonces a gran escala durante el acto funeral por la muerte del Che. La dibujaron a tamaño gigante y la colocaron en lo alto del edificio del Ministerio del Interior. Según el testimonio de Korda «se levantó la tribuna y al otro día todos los diarios sacaron en portadas a Fidel, con la bandera a media asta y de fondo mi foto del Che» pero, añadió, «no he sabido nunca quién rescató esa foto ni cómo se hizo ese trabajo».
¿Fueron esas las primeras exhibiciones públicas a gran escala de la imágen del Guerrillero heroico? Couturier niega con la mirada y se dirige hacia un número de la revista Paris Match expuesto a pocos metros. El magazín muestra un artículo sobre el movimiento revolucionario en América Latina («Les Guérrilleros» de Jean Larteguy) ilustrado a página completa con la foto de Korda. «Solo que la fecha de publicación [19 de agosto de 1967] es dos meses anterior al asesinato del Che en Bolivia [9 de octubre de 1967]», sonríe el galerista, y añade «hasta hace pocos años nadie pareció recordar la existencia de este artículo y daban por bueno el dato de que Feltrinelli fue el ‘descubridor’ de la imágen para el gran público pero, en su día, el ejemplar de Paris Match debió de contar con una amplia difusión no sólo en Francia sino también en muchos países de Europa occidental».
Pero si esta copia no era la de Feltrinelli ¿de dónde la tomó el semanario francés? Nadie lo sabe, responde Couturier. Es posible que llegara a través de Sartre a quien Korda regalara una siete años atrás (durante su visita a Cuba, cuando la instantánea fue tomada). Pero aún es más sorprendente una fotografía menor que también aparece en el reportaje y que, obviamente, es anterior a éste. En la misma se puede apreciar una gigantesca concentración en la Plaza de la Revolución de La Habana, y entre los cientos de miles de personas un manifestante anónimo sujeta su artesanal pancarta con la famosa imagen del Che.
«Eso quiere decir -explica Couturier- que pese a la ínfima difusión que hasta ese momento había tenido el retrato (recordemos, sólo en un par de ocasiones 6 años atrás) ya había gente incluso en Cuba que supo apreciar la fuerza y el potencial simbólico que había en el trabajo de Alberto Korda».
El boom
De un modo u otro, lo cierto es que tras la muerte del Che el editor italiano mandó hacer cientos de miles de posters -hay quien dice que un millón-, en el formato de 1 metro por 70 centímetros, y que fueron vendidos por toda Europa en apenas unos meses. Símbolo del pensamiento reivindicativo de los movimientos sociales del 68, el cartel estuvo presente en la primavera de Praga, en los disturbios de París y en tantas otras manifestaciones que sacudieron el mundo y las conciencias en aquellos momentos. «A Korda no le importó, le pareció una causa justa» recuerda Couturier, «sin embargo en el copyright de los afiches no aparecía el nombre del fotógrafo y no fue hasta 1983, de un modo un tanto casual, cuando se reconoció la autoría».
El Guerrillero heroico inundó publicaciones, panfletos, carteles, banderas y pancartas, pero también camisetas, gorras, pañuelos, mochilas y casi cualquier objeto que pueda ser imaginado. Muchos en el mundo del arte también encontraron su filón en el icono. Desde Gerard Marlange, asistente de Andy Warhol quien produjo una serie titulada Warhol-Che para ganarse unos dólares a costa del guerrillero; hasta un artista anónimo, que lo transformó en símbolo para los homosexuales en una serigrafía titulada Che gay; pasando por la Iglesia, cuyo cartel con el revolucionario coronado de espinas sirvió para atraer a los jóvenes británicos hacia el reino de Dios.
Aunque Korda no ganó nada por las inmensas ventas y repercusión de su imagen, sí que hizo valer sus derechos de autor en 2000, cuando la marca de vodka Smirnoff pretendió usar su obra en una campaña publicitaria. El fotógrafo nunca se opuso a la reproducción por parte de quienes quisieran difundir la memoria del revolucionario y la causa de la justicia social, pero sí a la explotación comercial para la promoción de productos como el alcohol, o cualquier otro uso que denigrase su reputación. Korda denunció a la compañía y llegó a un acuerdo extrajudicial por el que recibió 50 mil dólares (el día de su 72 cumpleaños), que donó íntegramente a un hospital oncológico infantil de Cuba. «Si el Che estuviese vivo, habría hecho lo mismo», aseguró el artista en aquel entonces.
Para Trisha Ziff, comisaria de la exhibición, «la imagen no simboliza el comunismo, ni Cuba, sino el derecho a pensar, a una opinión alternativa sobre muchas cosas diferentes, ya sea una imagen de lucha del movimiento gay, de antiguerra o la lucha ecológica».
El Guerrillero heroico rompió barreras y tabúes, convirtiéndose en historia del siglo XX. La fotografía más reproducida de todos los tiempos puede verse ahora en Estambul, y hasta el próximo 4 de enero.
Antonio Cuesta es corresponsal en Turquía de Prensa Latina
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