La incertidumbre es lo más remarcable. Para orientarnos, hay que saber cuánto durará la situación actual, cuánto tiempo hará falta después para conseguir vacunar a toda la población, bien sea por infección generalizada (si es que ello actúa, de lo cual no se tiene evidencia), bien para disponer de una vacuna producida en laboratorio (que se anuncia para el año 2021, y habrá que ver su efectividad y efectos secundarios) y, por lo tanto, durante cuánto tiempo tendremos que mantener el confinamiento actual y cuánto tardaremos en liberarlo progresivamente y selectivamente (y sus efectos, con un posible rebrote epidémico), y después habrá que ver los efectos de todas las medidas de orden económico implementadas provisionalmente y como habrá quedado el tejido productivo.
Tanto la oferta como la demanda se han alterado notablemente. Los comportamientos de los agentes económicos los podemos suponer cambiados; pero no es seguro que tanto como muchos dan por hecho y que realmente no haya un retorno a los comportamientos de antes, excepto en aquello que los cambios geopolíticos impondrán y que corresponden más a la «desmundialización» (ya anunciada por algunos economistas, como el francés Jacques Sapir, de quien comenté su libro La démondialisation, Éditions du Seuil, París, abril 2011, en SYN@PSIS, número 60 de septiembre y octubre de 2012), con la pérdida de poder de los Estados Unidos y el ascenso de China, con más peso de los estados y pérdida de relevancia política de la Unión Europea en el escenario mundial, como ya se iba viendo últimamente.
Hay que esperar cambios en lo que llamamos «ordenación del sistema económico». Parece que el sector público tendrá que crecer y con él la centralización de las decisiones, con los Estados como proveedores de servicios públicos y coordinadores más intensos, y una pérdida de peso real de la Unión Europea, a pesar de que su aparato burocrático intentará hacer ver que no, y luchará por no perder las prebendas que tiene, aduciendo la necesidad de dar un salto político en beneficio de los ciudadanos europeos, cuando en realidad representa intereses multinacionales y no ciudadanos. Incluso puede afectar al euro, ya cuestionado, que facilita las exportaciones de países como Alemania y nos desequilibra la balanza de pagos abaratando monetariamente las importaciones “expulsando” la producción autóctona y, por ende, empujando a la deslocalización. Esto será puesto en cuestión, de manera directa en lo sanitario-farmacéutico, pero también en otras producciones.
Volver a algo parecido a lo que fue la Comunidad Económica Europea y la moneda cesta ECU, podría ser una resultante en la práctica; así las empresas podrían mantener un marco común de normas técnicas y de seguridad, amén de una moneda común para operaciones empresariales. Parece bastante claro que la UE no es un marco adecuado para resolver problemas de los ciudadanos, con idiosincrasias diferentes en cada Estado, con culturas diferentes y con aparatos productivos que se han propendido a especializar en beneficio de unos países y en detrimento de otros. Si aceptamos que se produce una cierta substitución de las guerras “militares” por las guerras económicas (idea muy desarrollada por la escuela que dirige Christian Harbulot en Francia)
En términos de renta y riqueza, pinta mal. Nos habremos endeudado considerablemente por encima del que ya lo estábamos, se habrá reducido el PIB y se habrán depreciado los activos que nos sirven para tener la sensación que tenemos un ahorro para gastar al consumir por encima de la renta generada, y para arriesgar en inversiones. La intensidad de esto depende fundamentalmente de lo que dure la situación actual y de cuánto tendremos que destinar para salir de esta situación, con el miedo añadido que, al igual que ha aparecido el coronavirus, puede aparecer cualquier otro desastre antes de rehacernos de éste.
La sacudida es fuerte, los cambios se habrán de ver y, por encima de la economía actúan las decisiones geopolíticas, que se están manifestando desde hace unos años suavemente y ahora de manera muy firme. Preferiría que no se cumpliera lo que leí los primeros años de dedicarme a estudiar la geopolítica: cuando esta gana terreno en el panorama mundial, se acerca una guerra.
Fernando G. Jaén Coll. Doctor en Economía. Profesor Titular de Economía y Empresa. Universidad de Vic-UCC