Casi toda la gran prensa brasileña (encabezada por el grupo multimedia Globo, con influencia decisiva en todo el país, a través de sus TVs abiertas, desde los años 60) está en guerra abierta contra Bolsonaro.
Motivan esa guerra la preferencia de Bolsonaro por una sola red de TV perteneciente a una poderosa Iglesia Evangélica (a la que se suma otra red de TV), su decisión de no dar más dinero mediante anuncios oficiales a los medios de prensa que se le opongan, el involucramiento de un hijo de Bolsonaro, actualmente Senador, en un claro caso de corrupción, y el de otro de sus hijos en la fabricación-divulgación masiva a través de internet de fake news desde antes de la elección presidencial ganada por Bolsonaro a fines de 2018, su pésima gestión de la pandemia del COVID19 (que hoy pone a Brasil sólo por detrás de los EEUU en el número de muertos y contaminados), y sus continuos ataques dictatoriales-golpistas contra el Parlamento y el Supremo Tribunal Federal (máxima Corte Jurídica del país).
Pero una encuesta del Instituto Datafolha (perteneciente al importante diario Folha de São Paulo, en guerra contra Bolsonaro) reveló esta última semana de junio de 2020 (cuando escribo estas notas), que Bolsonaro recoge un 32 % de “óptimo o bueno”, porcentaje que se ha mantenido estable durante toda la pandemia. Recordemos que la experiencia electoral brasileña en las últimas tres décadas muestra que el candidato que obtiene un 32 % en la primera vuelta de la elección presidencial, vence en la segunda; y Bolsonaro ya es candidato a la reelección en 2022 (si antes no sufre un impeachment o no ve anulada su elección por el fraude propagandístico de las fake news).
La pregunta que hay que hacerse es: ¿cómo, entender en todo ese contexto, que Bolsonaro mantenga un 32% de apoyo?
Creo que tres son las respuestas, si se descarta que ese sea el porcentaje fijo de los brasileños que comparten las tesis de extrema derecha y pro-yanquis de Bolsonaro; se calcula que los partidarios de aquellas tesis no sobrepasarían el 10 %, y por eso se entiende que ese mismo país haya elegido hace muy poco a cuatro Gobiernos consecutivos del PT.
Por un lado, quizá buena parte de los brasileños (las encuestas podrían decirnos cuántos) no siguen el día a día de los acontecimientos políticos.
En segundo lugar se puede citar la ayuda emergencial de tres meses concedida por Bolsonaro a causa del COVID19 que beneficiaría con dos tercios de un salario mínimo mensual (quizá prorrogable por otros dos o tres meses, pero Bolsonaro ya dijo que con sólo un tercio de aquel valor) a casi una cuarta parte de la población que se quedó sin ingresos o los vio muy disminuidos durante la pandemia. (Aunque hay que decir que las deficiencias de gestión hicieron que mientras algunos ya están recibiendo la tercera cuota, otros no han logrado recibir ni siquiera la primera).
Y en tercer lugar, y creo que eso es fundamental para la política futura, ese apoyo resultaría del hecho de que la opinión de muchísimos de aquellos que acompañan los acontecimientos políticos es forjada y mantenida por la impresionante red de youtubers y mensajeros de whatsapp bolsonaristas (creada en la campaña para impulsar el impeachment de Dilma y luego la candidatura presidencial de Bolsonaro). La realidad está demostrando que su influencia puede igualar y aún superar a la de toda la gran prensa reunida. Y se dice que algo parecido ocurrió en las elecciones de Obama y de Trump.
A la luz de ese hecho resulta evidente que los movimientos populares y políticos orientados hacia el socialismo, que deseo ecomunitarista (incluyendo los eventuales movimientos político-militares) que quieran tener alguna chance de victoria en América Latina (y en el mundo), deberán construir urgentemente una amplia red de youtubers y mensajeros de whatsapp, Telegram u otras aplicaciones similares, que día tras día machaquen incansablemente los mismos mensajes simples, con pocas pero claras reivindicaciones, propuestas y consignas (que variarán en cada país, según las respectivas realidades) que lleguen cotidiana e infaltablemente a millones de teléfonos móviles, TVs con youtube, y computadoras.