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Brevísima semblanza y homenaje a la Comuna de París: la evaluación de Marx y la democracia ecomunitarista

Fuentes: Rebelión [Imagen: Barricada. Créditos: litografía de Édouard Manet (1871). Fotos Públicas]

En este artículo el autor reflexiona sobre la Comuna de París (1871) y las lecciones que todavía nos puede ofrecer para construir una sociedad ecomunitarista.


En marzo de 2021 se conmemoran los 150 años del inicio de la Comuna de París. Esa experiencia de poder popular en París duró sólo desde el 18 de marzo al 28 de mayo de 1871, pero hasta hoy es una referencia obligada para todas las luchas que se proponen construir un nuevo orden socioambiental sostenible, más allá del capitalismo.  

Marx (en “La Guerra civil en Francia”) dirá que la Comuna demostró que no basta con que la clase obrera asuma el poder del Estado vigente para ponerlo a su servicio (pues deberá destruirlo para crear otro, que luego tendrá que extinguirse), y reconocerá todos los méritos revolucionarios de las medidas adoptadas por la Comuna. Así, destaca: “La Comuna se formó con los concejales elegidos por sufragio universal en los distintos distritos de Paris. Eran responsables y sustituibles en cualquier momento. La mayoría de ellos procedía evidentemente de los obreros y de representantes de la clase obrera. La Comuna no debía ser un cuerpo parlamentario sino un cuerpo ejecutivo y legislativo al mismo tiempo. La policía, que hasta entonces había sido el instrumento del gobierno estatal, fue despojada inmediatamente de sus peculiaridades políticas y transformada en un instrumento de la Comuna responsable y sustituible en cualquier momento. Lo mismo ocurrió con los funcionarios de todas las ramas de la Administración. Desde los miembros de la Comuna hacia abajo, el servicio público tenía que ser realizado por un salario obrero. Desaparecieron los derechos adquiridos y los dineros de representación de las altas dignidades del Estado a la vez que desaparecieron ellas mismas. Los cargos públicos cesaron de ser propiedad privada de los esbirros del gobierno central. En manos de la Comuna se puso no sólo la administración municipal sino también toda la iniciativa que hasta entonces había sido tomada por el Estado”. 

La Comuna anula los alquileres no pagos entre octubre de 1870 y abril de 1871, suspende la venta de los objetos depositados en préstamo pignoraticio (y autoriza la devolución gratuita de los de valor inferior a 20 Francos), da tres años de mora para el pago de deudas pendientes, paga una pensión a las viudas y huérfanos de guardias nacionales muertos en combate (y crea orfelinatos) y también a los heridos, edita un decreto de requisición de casas vacías para alojar a víctimas de los bombardeos de los prusianos y versalleses,  instala ventas públicas de alimentos con precios solidarios, distribuye comidas gratis y bonos de pan; también readopta el calendario republicano y asume como símbolo la bandera roja.  En el plano social y político destacan sus iniciativas favorables a los trabajadores y a la democracia directa o participativa. Así expropia sin indemnización las propiedades de Thiers, y con indemnización los talleres abandonados por sus propietarios (huidos a Versalles), para ponerlos a disposición de cooperativas obreras, al tiempo en que los encargados serían elegidos por los trabajadores, la jornada laboral sería reducida a 10 horas (pues era entonces de por lo menos 12) y se establece un salario mínimo; los burós de empleo son municipalizados, se prohíbe el trabajo nocturno en las panaderías, se persigue el trabajo clandestino y se prohíben las multas con deducción de salario tanto en el sector público como en el privado. La democracia directa o por lo menos participativa es establecida en las empresas: un consejo de dirección es elegido cada 15 días y un obrero es encargado de transmitirle las reclamaciones. Y desde el 22 de marzo el llamado del Comité Central de la Guardia Nacional enuncia que “los miembros de la asamblea municipal, sin cesar controlados, vigilados, discutidos, son revocables…y responsables” ante los ciudadanos y que su mandato es imperativo. Se organiza un movimiento femenino-feminista que entre otras cosas reclama igualdad de salarios entre hombres y mujeres (hoy todavía por alcanzar en la mayor parte del Planeta); y la Comuna reconoce la unión libre. La educación es laicizada y se abren dos escuelas profesionales, una de muchachos y otra de mujeres; las directrices para la enseñanza femenina quedaban a cargo de una comisión exclusivamente femenina; se establece la igualdad salarial entre hombres y mujeres en el personal de la educación, remunerado por el municipio; algunos distritos decretan la educación laica y gratuita. La Comuna decide que los funcionarios (incluyendo los de la Justicia y la enseñanza) serán elegidos por sufragio universal, y tendrán un salario máximo anual equivalente al de un obrero, prohibiéndose la acumulación de salarios. También reconoce la libertad de prensa, que sirve para que en París los periódicos reaccionarios lancen violentos ataques contra la Comuna, y cuando son prohibidos, reaparecen rápidamente con otro nombre (mientras que en Provincias los periódicos favorables a la Comuna eran completamente prohibidos por el gobierno versallés). La Comuna también decreta la gratuidad de los actos notariales (como el contrato de casamiento) y prohíbe las prisiones sin mandato, al tiempo en que instaura una fiscalización de las cárceles. Y proclama la separación de la Iglesia en relación al Estado (y la supresión del financiamiento de cultos y la nacionalización de las propiedades eclesiásticas y religiosas). 

Y también acoge la Comuna en la ciudadanía a los extranjeros (superando la exclusión a la que estaban condenados desde la democracia ateniense y que aún no ha sido superada en la gran mayoría de los países) a partir de considerar que “la bandera de la Comuna es la de la República universal y que toda ciudad tiene el derecho de dar el título de ciudadano a los extranjeros que la sirven”.  

Ahora bien, Marx dirá también que la Comuna tuvo omisiones y errores capitales para la suerte revolucionaria, como lo fueron no haber atacado Versalles y no haber expropiado el tesoro del Banco de Francia.  

Pero ya en 1875 Marx opinó también que la Asociación Internacional de Trabajadores (que él contribuyó a crear en 1864) perdió vigencia tras la Comuna de París de 1871; nótese que entonces ya se había inaugurado la época de los Partidos Obreros laborando al interior de cada Estado europeo (como ocurría, por ejemplo, en Alemania). De ahí que las ricas observaciones de Marx acerca de la democracia obrera se dan en el marco de su crítica al programa que el Partido Obrero alemán había formulado en las bases resumidas en su Congreso realizado en la ciudad de Gotha. Y eso a pesar de que en Francia, por ejemplo, la vieja SFIO (Sección Francesa de la Internacional Obrera) sobrevivirá hasta 1905 cuando será sustituida por el Partido Socialista (el que, a su vez, se verá dividido en 1920 por la creación del Partido Comunista). Hay que recordar que tras la muerte de Marx se crea en 1889, para conmemorar los 100 años de la Revolución Francesa, la Segunda Internacional, cuyo perfil unionista de los esfuerzos de los Partidos socialdemócratas de Europa naufragó estrepitosamente al declararse la Primera Guerra Mundial en 1914, pues la mayoría de sus afiliados se plegó al gobierno de su país en la guerra inter-imperialista, abandonando el internacionalismo proletario (mantenido  por honrosas excepciones, como la de Lenin,  que rompieron con aquella Internacional). 

Ahora, en su Crítica al programa de Gotha Marx postula que la democracia socialista obrera debe ser caracterizada como la dictadura del proletariado, una vez que el Estado es una máquina de dominación de una clase sobre otras. Esa dictadura deberá apoyarse, según Marx, en la puesta de los medios de producción bajo dirección obrera, como patrimonio común (por lo que la democracia comienza en cada fábrica, como lo quiso el ministro de Mitterrand expulsado de su cargo cuando dijo que la ciudadanía debía transponer hacia adentro los portones de las fábricas).  En el socialismo cada uno deberá recibir según su trabajo (apuntando hacia la sociedad comunista en la que, en base a un derecho desigual, cada uno contribuirá según su capacidad y recibirá según su necesidad); y el trabajo, su duración y la participación femenina e infantil deberán estar regulados (dando potestad a los obreros para denunciar ante tribunales los abusos). Marx opina que en esa nueva democracia la educación debe ser financiada y fiscalizada por el poder público, pero se niega a que la Escuela esté en manos del Estado (y, obviamente, tampoco en manos de Iglesias, pues Marx pregona la liberación de “la conciencia de todo fantasma religioso”; Crítica al programa de Gotha, p. 25); nótese que Marx no es favorable a la simple prohibición del trabajo infantil pues considera que la búsqueda de la superación de la división entre trabajo manual y trabajo intelectual, con la consecuente expansión de un individuo multilateralmente desarrollado, debe incluir la actividad productiva en el proceso de educación de la juventud (ibid., p. 26); igualmente ve al trabajo productivo como componente indispensable en la recuperación de los presidiarios (ibid., p. 27).   

Por nuestra parte, inspirados en la democracia instaurada por la Comuna, proponemos en perspectiva ecomunitarista que el nuevo orden democrático  poscapitalista debe, entre otras cosas:

1) estar basado en la democracia directa (hoy facilitada por los recursos de internet),

2) superar la división en Partidos, a partir de la participación protagónica del conjunto de la ciudadanía,

3) las responsabilidades representativas que sea imprescindible mantener deben ser rotativas y con un número de mandatos consecutivos limitados a dos (para evitar la emergencia de una nomenklatura dominante) y revocables a cualquier momento por los electores,

4) esa democracia debe tener carácter pluri e intercultural, y

  • a) debe hacer realidad el principio que reza “de cada uno según sus capacidades y a cada uno según sus necesidades, manteniendo los equilibrios ecológicos y la interculturalidad” mediante una economía ecológica y sin patrones, con actividades rotativas y tiempo de  actividad productiva tendiente a cero (cuando todos trabajan, cada uno trabaja menos, lo que se potencia con la tecnología ya disponible y la que vendrá, para sustituir por máquinas el esfuerzo humano, dejando a los humanos más tiempo libre para la cultura, los deportes formativos-cooperativos y el ocio),
  • b) pone en manos de las comunidades los monopolios y oligopolios mediáticos actuales, para que la comunicación comunitaria se vuelva libre y simétrica (donde no habrá una casta de “formadores de opinión”, pues tod@s lo serán),
  • c) se apoya en una educación ambiental socialmente generalizada, que atraviesa todos los espacios de la educación formal y no formal  (y que integra una educación sexual promotora de una erótica liberadora que defiende el libre y consensuado placer compartido que no dañe a la salud de l@s amantes, y una educación física promotora del deporte formativo y cooperativo),
  • d) promueve una estética de la liberación (donde cada un@ será crador/a de arte y cultivad@ disfrutador/a de la misma, en todas sus expresiones), y
  • e) habrá de abarcar al Planeta entero en una Organización de los Pueblos Unidos, en la que desaparecerá la asimetría hoy reinante en la ONU entre países dominantes y países sometidos, y en la que, mediante un permanente intercambio solidario en todos los órdenes, se irán borrado las fronteras entre países.   

Bibliografia mínima 

López Velasco, Sirio (2017). Contribuição à Teoria da Democracia: uma perspectiva ecomunitarista, disponible gratuitamente en https://www.editorafi.org/196sirio 

Marx, Karl (1871). La guerra civil en Francia, in C. Marx y F. Engels, Obras Escogidas, vol. II, p. 214-256,  Ed. Progreso, Moscú  

. . .  (1875). Crítica al programa de Gotha, in C. Marx y F. Engels, Obras Escogidas, vol. III, p. 9-27,  Ed. Progreso, Moscú .