¿Qué da a los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) la probabilidad de protagonismo en el futuro inmediato de las relaciones internacionales?
Los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) no son un grupo de países homogéneos ni cultural, ni territorial, ni económica o comercialmente; ni una alianza política o militar. Sino más bien una especie de “sindicato” o “club” que pretende coordinarse para defenderse y protegerse del orden internacional dominante actual, ejercido en gran medida a través de importantes instituciones económicas, financieras y comerciales creadas en la posguerra mundial como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) o la Organización Mundial de Comercio (OMC) posteriormente, respaldadas, cuando falta hiciera, por la gran multinacional de la guerra, la OTAN+ (conjunto de países con los que Estados Unidos tiene firmados tratados de “defensa mutua” activos).
No son tampoco o, mejor dicho, no pueden identificarse tampoco con ese concepto genérico actual de Sur Global, al que hasta no hace mucho llamábamos Tercer Mundo; sería absurdo en un “club” del que forman parte China, la segunda economía del mundo, con muchas probabilidades de convertirse en la primera en un espacio de tiempo no demasiado largo, y Rusia, la segunda potencia nuclear del mundo, precisamente en actual proceso de rápida modernización de dichos arsenales; a los que los otros tres miembros, Brasil, India y Sudáfrica, aportan el valor de ser potencias regionales con una cierta capacidad de liderazgo y arrastre en sus respectivos entornos en Latinoamérica, Asia y África.
¿Qué es entonces lo que les da esa probabilidad de protagonismo en el futuro inmediato de las relaciones internacionales?
GEOMETRÍA VARIABLE
En primer lugar, su capacidad de actuación en formato de “geometría variable”. Como no son una organización formal con compromisos de “obligado cumplimiento”, su implicación en cada situación concreta es mucho más adaptable a sus intereses específicos de asunto, lugar y momento en coordinaciones “a la carta” en función de las circunstancias. Geometría variable, de la que en estos momentos China y Brasil están dando una buena muestra en relación con la guerra en Ucrania, de la que todavía, en este sentido, lo más probable es que estemos viendo solamente la punta del iceberg. Como, asimismo, es buena muestra, el esfuerzo, también incipiente todavía, de desdolarizar las transferencias comerciales mundiales, de las que el Nuevo Banco de Desarrollo (NBD) y su Acuerdo de Reservas de Contingencia (ARC), constituidos por los cinco países BRICS en 2014, funcionando desde 2015 con sede en Shanghái (China) y presidido por la brasileña Dilma Rousseff, son la punta de lanza, como “fondo común para la financiación de inversiones recíprocas entre sus miembros”, de la alternativa al Fondo Monetario Internacional (FMI) y al Banco Mundial (BM).
El “club de geometría variable BRICS+” sería una especie de gran multinacional de las materias primas del que ya empiezan a vislumbrase algunas oportunidades.
Y, en segundo lugar, la posibilidad, nada improbable, de superar su actual formato a cinco, para convertirse en el “el club de geometría variable BRICS+”, una especie de gran multinacional de las materias primas, del que ya empiezan a vislumbrase algunas oportunidades.
Por ejemplo, el éxito diplomático chino de deshacer el nudo del enfrentamiento entre Arabia Saudí e Irán, dos probables buenos aspirantes, una vez reconciliados, a sumarse al BRICS+. Opción que se refuerza teniendo en cuenta el también reciente acuerdo (abril de 2023) en el seno de la Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP) ampliada (OPEP+), liderado por Arabia Saudí y Rusia, de una reducción de la producción de crudo en 1’15 millones de barriles diarios, que se añade a la reducción de dos millones de barriles acordado en noviembre de 2022. Reducciones a las que se oponen Estados Unidos y la Unión Europea, que preconizan, por el contrario, el incremento de la producción de crudo para contrarrestar la crisis energética generalizada creada por la guerra en Ucrania y evitar que Rusia obtenga beneficios que le permitan alimentarla.
Un éxito diplomático, el de la reconciliación entre Arabia Saudí e Irán, de real importancia, que va a trastocar probablemente todo el escenario geopolítico de Oriente Medio, del que ya pueden verse algunos apuntes.
Ha traído como consecuencia casi inmediata el inicio de conversaciones -en Saná (capital de Yemen y sede de su Gobierno oficial), con mediación omaní- entre representantes saudíes (protectores del oficial Gobierno de Salvación Nacional yemení) y hutíes (rebeldes respaldados por Irán) para intentar poner fin a ocho años de guerra.
Ha originado un movimiento de acercamiento de la Liga Árabe y el Consejo de Cooperación del Golfo a la aislada, desde la primavera árabe de 2011, Siria (otro probable buen aspirante a los BRICS+), hasta ahora solo amparada por Rusia e Irán. De hecho, Arabia Saudí y Siria han iniciado a mediados del mes de abril los trámites para reanudar servicios consulares y vuelos entre los dos países. Y el pasado 1 de mayo, se reunieron en Amán, los ministros de Exteriores de Jordania, Arabia Saudí, Irak y Egipto con su homólogo sirio para abordar precisamente este proceso de reinserción sirio. El 3 de mayo, el presidente iraní, Ebrahim Raisi, iniciaba, tras diez años de ausencia, una visita de dos días a Siria y a su presidente, el hasta ahora proscrito, Bashar al-Assad.
Y, en este mismo sentido, los días 4 y 5 de abril se reunieron en Moscú los viceministros de Exteriores de Siria, Rusia y Turquía (estos dos últimos países con tropas sobre el terreno en la guerra civil siria, cada uno en un bando) para preparar la reunión de ministros de Exteriores y Defensa de los tres países más Irán (también con tropas sobre el terreno en la guerra civil siria). Otro conflicto de larga duración (desde 2011) que podría entrar en vías de solución, implicando a Turquía, miembro (libre, diría yo) de la OTAN, que encajaría perfectamente como futuro miembro de los BRICS+.
Un éxito diplomático que puede poner en entredicho la quizás interesada explicación de la reciente geopolítica de Oriente Medio como una rivalidad intra-islámica entre shiíes (encabezados por Irán) y suníes (encabezados por Arabia Saudí), en vez de una rivalidad creada exprofeso por Estados Unidos entre su gran aliado y protegido, Arabia Saudí, y el componente del “eje del mal”, la República Islámica de Irán, que los humilló (enero de 1979) con la caída del sah Mohamed Reza Pahlavi y la fracasada operación de rescate de los rehenes estadounidenses. Como mostraría la histórica buena relación anterior del Irán del sah (tan shíi como la República Islámica) con la Arabia Saudí sunita de la dinastía saudí, que se mantiene en la actualidad.
Un éxito diplomático en cuyo ámbito pacificador del convulso Oriente Medio puede incluirse la reciente visita (29 de abril de 2023) del presidente iraquí, el kurdo Abdel Latif Rashid, a Irán, que, indirecta y diplomáticamente, sanciona la presencia de la Guardia Revolucionaria iraní en el conflicto interno iraquí, con repercusiones en el sirio, y crea una especie de frente árabe (Líbano-Siria-Irak-Irán) frente a Israel.
Otro ejemplo de las posibilidades de los BRICS en su formato de geometría variable, es el “G-20 para la paz” del que habla el presidente brasileño
Otro ejemplo de las posibilidades de los BRICS, y, por lo tanto, de sus posibles herederos los BRICS+, en su formato de geometría variable, es el “G-20 para la paz” del que habla el presidente brasileño Lula para mediar en la guerra en Ucrania y en el enfrentamiento entre la OTAN y Rusia. Da igual que sean veinte, la mitad o el doble, que acaben participando en él países europeos (a Francia se lo acaba de proponer el presidente Lula) o que no, o que, en él, lógicamente, Rusia no podría estar. Es el concepto de geometría variable (basado en el formato BRICS) para un fin concreto que eluda las constricciones y restricciones del actual orden internacional basado en bloques, heredado de la Guerra Fría y sostenido por a quién todavía beneficia, lo que alimenta sus posibilidades. El “nuevo paradigma de desarrollo”, del que habla la Iniciativa Global de Seguridad china (abril de 2022), que se opone al uso de sanciones en el escenario internacional.
Así como la llamada Iniciativa del Grano del mar Negro: el acuerdo entre Rusia, Ucrania y Turquía con el beneplácito de las Naciones Unidas, de julio de 2022, para la exportación de cereales ucranianos por el mar Negro, gestionado por un Centro Conjunto de Coordinación en Estambul, que acabó posibilitando también acuerdos de intercambio de prisioneros.
OTROS ASPIRANTES A BRICS
Posibles aspirantes (a BRICS+) no van a faltar. Argelia, por ejemplo, cada vez más enfrentada al Marruecos cada vez más protegido por Estados Unidos, Francia y España y, ahora también por Israel, tras su incorporación a los Acuerdos de Abraham, rompiendo el ya aguado juramento árabe de 1967 de los tres noes (no a la paz con Israel, no al reconocimiento de Israel y no a negociaciones con Israel mientras no se solucione la cuestión palestina), es fácil que sea atraído a los BRICS+ por Sudáfrica, su gran defensora y aliada en la Unión Africana y demás instituciones multinacionales africanas en el contencioso del Sáhara y del Frente Polisario.
En Latinoamérica, Brasil puede ser un gran polo de atracción hacia los BRICS+ para los países en los que se están asentando paulatinamente gobiernos y regímenes que tratan de evadirse en lo posible de su condición de patio trasero estadounidense, como Argentina, Chile, Colombia o la propia Venezuela, si logra superar su relativo aislamiento regional (Conferencia Internacional sobre el proceso político venezolano en Colombia).
Posibles aspirantes a incorporarse a los BRICS+ no parece que vayan a faltar pero sólo y principalmente si el “club” es capaz de mantenerse sin compromisos de obligado cumplimiento
En Asia, la presencia de la India, como miembro de los BRICS y de la Organización de Cooperación de Shanghái, puede también mitigar la prevención de algún país asiático, especialmente si es índico-ribereño (léase, por ejemplo, Indonesia) a incorporarse a un “club” en el que la presencia de China puede alertar, que, sin embargo, también puede quedar compensada si se incorporan países musulmanes (que sí son también probables aspirantes a los BRICS+) como Paquistán, Irán o Irak.
En definitiva, posibles aspirantes a incorporarse a los BRICS+ no parece que vayan a faltar, pero sólo y principalmente si el “club” es capaz de mantener el formato de “geometría variable” sin compromisos de “obligado cumplimiento” y es capaz de desarrollarse sin caer en la trampa de llegar a comportarse como un “bloque”, que pretenda crear un nuevo orden internacional dominante “de obligado cumplimiento”.