La crisis actual parece expresar no sólo los límites históricos del sistema capitalista. Estamos enfrentados a la vez a una crisis de la modernidad, una de cuyas ideas-fuerza ha sido considerar a la naturaleza como un objeto de explotación. La crisis financiera, económica, energética, productiva, ecológica que agravan el desempleo estructural y la exclusión social, […]
La crisis actual parece expresar no sólo los límites históricos del sistema capitalista. Estamos enfrentados a la vez a una crisis de la modernidad, una de cuyas ideas-fuerza ha sido considerar a la naturaleza como un objeto de explotación. La crisis financiera, económica, energética, productiva, ecológica que agravan el desempleo estructural y la exclusión social, entre otras, configuran una crisis civilizatoria, la crisis de una idea del «desarrollo y modernidad » que ponen en peligro todas las formas de vida, tal como lo evidencia en toda su dimensión catastrófica el llamado Cambio Climático.
En toda su polisemia, el Buen Vivir/Vivir Bien se ha convertido -al menos en la discursividad académica y activista de las organizaciones indígenas andinas- en una suerte de propuesta de Paradigma alternativo a la crisis civilizatoria o si se quiere un nuevo principio de esperanza.
Un paradigma en uso epistémico, además de un modelo explicativo que resuelve problemas no resueltos por los paradigmas anteriores, es un sistema argumentativo; es decir una retórica de la demostración de sus aciertos que promueve la conformación de un dispositivos institucionales y de actores sociales que la trasmitan y practiquen.
Creo que en los esfuerzos demostrativos de las bondades del Paradigma BV, se incurre con frecuencia en una simplificación didáctica por completo ajena al espíritu de la complejidad que presidiría el nuevo paradigma.
Jacques Derrida, sin duda el filósofo más influyente en este espíritu de la época llamada posmoderna, de donde se alimenta justamente la crítica radical de la civilización occidental, en su última intervención, meses antes de morir, en una extraordinaria entrevista, reflexionaba lo siguiente:
En general, la deconstrucción, que muchos han interpretado correctamente, es un emprendimiento de desconfianza respecto a todo eurocentrismo. Eso que he llamado deconstrucción, aun si está dirigida contra algún aspecto de Europa es pues europea. Es un producto, una relación de Europa consigo misma, como experiencia de alteridad radical. Desde la Ilustración, Europa se autocrítica permanentemente, y en ese legado perfectible, hay una esperanza de futuro. Eso es al menos lo que deseo, lo que alimenta mi indignación frente a esos discursos que condenan Europa como si no fuera otra cosa que la escena de sus propios crímenes».
Por otra parte, sabemos que el sentido de las palabras excede su campo semántico-léxico y desborda hacia su pragmática operada por las mediaciones y aparatos institucionales que transmiten los significantes; en este caso «el Buen Vivir» y los «Derechos de la Naturaleza» como rezan la Constitución ecuatoriana del 2008 o el Vivir Bien de la CPE Boliviana vigente desde enero del 2009.
Si bien es importante que estas palabras figuren en los textos constitucionales, que se supone guían las acciones de los gobernantes, y aquello es mostrado como un gran logro en la construcción de la mencionada alternativa.
¿Cómo se puede entender la dura persistencia de políticas desarrollistas de esos mismos regímenes progresistas, basadas en las industrias extractivas -minería e hidrocarburos- que siguiendo la veta metafórica, penetran, destrozan y envenenan la Pachamama, la Madre tierra?
¿Cómo entender que esos regímenes auto nombrados antineoliberales y antiimperialistas, no sólo aceptan sino propician mega proyectos de interconexión vial y energética en el corazón de la frágil la Amazonía, represas y carreteras para la globalización incesante del siglo XXI, en nombre de la integración sudamericana?
¿Quiénes son y cuál es la fuerza de los enunciadores del discurso del Buen Vivir/Vivir Bien? ¿Son prácticas de comunidades locales?, ¿Narraciones construidas por antropólogos? ¿Retórica de ideólogos y activistas… que no pueden incidir en cambios reales de perspectiva civilizatoria, incluso en el contexto a priori favorable de gobiernos emergentes de las luchas populares de la última década?
Dejo acá estas preguntas para el debate.
Fuente:http://www.bolpress.com/art.php?Cod=2009100809
* El autor pertenece al Centro de Estudio Aplicados a los Derechos Económicos, Sociales y Culturales (CEADESC).