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Bush, la guerra y el TLC

Fuentes: Rebelión

El mundo debe preocuparse de Bush en los próximos cuatro años, pero el Perú no tanto. Este es más o menos el razonamiento de algunos analistas locales, en particular los más próximos al gobierno, que dicen, por supuesto, que el tejano repetido en la Casa Blanca, con un mandato mucho más claro que el del […]

El mundo debe preocuparse de Bush en los próximos cuatro años, pero el Perú no tanto. Este es más o menos el razonamiento de algunos analistas locales, en particular los más próximos al gobierno, que dicen, por supuesto, que el tejano repetido en la Casa Blanca, con un mandato mucho más claro que el del 2000, con mayoría en las dos cámaras, y con su claque guerrerista toda completa al mando del gobierno, es un peligro de nuevas guerras e intervenciones, que Siria e Irán deben irse preparando y que en Irak vendrán nuevas contraofensivas para volver a ocupar lo que se creía ocupado.

Pero que al mismo tiempo, el Perú y otros países de América del Sur, deberíamos estar celebrando que el odioso proteccionismo comercial de los demócratas no haya ganado y que nuestro ansiado TLC siga adelante. Así lo que para unos está siendo misiles y cañoneras reventándoles en la cabeza, para nosotros vendría a ser mercados y abundancia de billetes verdes. Tener a Bush cerca y a las guerras antiterroristas lejos podría ser el secreto del buen gobierno que los publicistas de Toledo no han logrado transmitir al gran público.

Pero la primera pregunta que debemos hacer es si efectivamente estamos suficientemente lejos de la hoguera bushista. Esta fue una pregunta que lanzamos sin hallar repuesta después del atentado del Centro el Polo durante la visita del presidente de Estados Unidos en el verano del 2002. Y que nos hizo sospechar inmediatamente de la manipulación informativa que estaba produciendo el gobierno español de José María Aznar sobre las responsabilidades en .las explosiones del 11-M. El mundo de malos y buenos de George W. Bush, convierte el planeta en escenario de violencia. Y como se pudo haber previsto desde un inicio, la actual política de Estados Unidos no ofrece salida alguna porque no tiene con quién acordar alguna vez una fórmula de paz, pero tampoco puede acabar con eso que llama terrorismo y que su propia intervención va haciendo crecer en cada vez mayor número de lugares.

Entonces, es una ilusión total la de creer que se puede separar los espacios de la economía y de la guerra, cuando el manejador económico y el militar son la misma persona.

Pero este no es sólo el problema. El TLC que tan exitosamente hemos garantizado con la victoria republicana en Estados Unidos no es económicamente puro como se le pinta. Ya el profesor Atilio Borón ha descrito al ALCA como la nueva frontera del imperio para tiempos de guerra. Y no por gusto el TLC con Chile está asociado con un plan de armamentización de quién viene a ser el mejor aliado de Washington al sur de América. El CAFTA con los centroamericanos es casi una absorción, que incluye la integración de las redes de servicios con México y el sur de los Estados Unidos.

Obviamente el TLC andino no es una excepción. Mucho menos si se toma en cuenta que los tres países que negocian y el que espera que lo negocien (Bolivia), constituyen el escenario de la guerra contra la hoja de coca que la arbitrariedad de Bush ha incluido en el repertorio antiterrorista global. Se sabía desde un inicio que la radicalización de los programas de erradicación estaban implícitos en la mesa del TLC , pero en la medida en que han ido avanzando las rondas ha crecido la versión de que los gringos se iban de frente a la posición de coca cero para los próximos años. Si la idea parece descabellada, piénsese por un momento sobre la razonabilidad de un planteamiento como el de lanzar a cien mil soldados sobre una nación al otro lado del planeta, con un pretexto en el que nadie creía y contra la opinión explícita de sus principales aliados, e imponer el hecho consumado de la ocupación y el saqueo petrolero.

No, no es de racionalidad que estamos hablando. Tampoco esta puede ser la perspectiva para evaluar el voto del día de los muertos. Están funcionando otras lógicas en la dirección de la sociedad global contemporánea. Por eso el saber hasta donde va aumentar la influencia de Estados Unidos sobre nuestros países con el TLC es una materia crucial sobre la que el gobierno Toledo carece de respuestas. Alguien ha dicho que los mecanismos de dominación de nuestra época se dan por las armas y el «libre comercio», o por el «libre comercio» y por las ramas cuando este no tiene éxito. Quiere decir algo así como que a unos países los obligan a someterse, y otros se someten solos.