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Guerra en Irak

Bush, obsesión decrépita

Fuentes: Rebelión

Pese a tener a la mayoría del Congreso y del pueblo en su contra por la obstinada decisión de mantener la guerra y ocupación de Irak, el mandatario estadounidense George W. Bush insiste en que la victoria en esa nación árabe esta cerca y que las tropas se quedarán allí el tiempo que sea necesario. […]

Pese a tener a la mayoría del Congreso y del pueblo en su contra por la obstinada decisión de mantener la guerra y ocupación de Irak, el mandatario estadounidense George W. Bush insiste en que la victoria en esa nación árabe esta cerca y que las tropas se quedarán allí el tiempo que sea necesario.

Por citar una sola declaración que echa por tierra las eufóricas declaraciones de Bush, hace solo unos días, el 20 de julio, el embajador de Estados Unidos en Bagdad Ryan Crocker afirmó que una palabra resume la situación en Irak: «miedo».

Crocker, ante el comité de Relaciones Exteriores del Senado, agregó: «Si hay una palabra que usaría para resumir el ambiente en Irak, en las calles, en las zonas rurales, en las urbanizaciones y a nivel nacional, esa palabra es miedo».

Según cifras del Departamento de Defensa, desde 2001, cuando comenzó la intervención militar en Afganistán y en Irak, alrededor de 1,5 millones de soldados estadounidenses han prestado sus servicios en esa región y muchos de ellos han tenido que cumplir dos o tres despliegues sucesivos en zonas bélicas. Esa situación ha incrementado la necesidad de ampliar y mejorar los servicios de atención mental

Por tal motivo, los traumas psicológicos de la guerra en Irak y Afganistán se plantean como un grave problema para el Ejército de Estados Unidos, que se agrava por la falta de recursos financieros para tratarlos.

El Pentágono y la Asociación Psicológica de Estados Unidos puntualizaron que el sistema de salud mental no tiene fondos ni personal suficientes para atenderlos y añadieron que más de un 30 por ciento de los soldados padece trastornos mentales.

Para tratar de aliviar el problema, el mando del Ejército señaló que comenzará a entrenar a los soldados para que aprendan a reconocer los primeros síntomas de estrés pos traumático y soliciten ayuda profesional.

Los síntomas incluyen depresión clínica (o trastorno bipolar), ansiedad general y una variedad de adicciones que se convierten en un factor que aumenta los problemas de la relación familiar y personal.

El síndrome de Vietnam se esta extendiendo por Estados Unidos con el regreso de las tropas y muchos de sus soldados han estado envueltos en asesinatos o golpizas a sus familiares.

La realidad es que son numerosos los problemas que enfrenta la administración ultraderechista norteamericana en Irak que no se pueden resolver con los discursos altisonantes del presidente Bush.

En primer lugar, los directivos de la Casa Blanca pensaban que iba a ser fácil la ocupación de la nación árabe debido al desgaste provocado al régimen de Saddam Hussein con la primera guerra y las violentas sanciones económicas impuestas desde 1991 a 2003.

Durante el primer conflicto Estados Unidos estuvo bombardeando constantemente durante un mes, y en la segunda versión invadieron el país por los consejos del anterior secretario de Defensa Ronald Rumfeld y otros de sus personeros, que hicieron caso omiso a los consejos en sentido contrario de algunos expertos militares.

En segundo lugar, la guerra ha afectado fuertemente al ejército norteamericano. Sus mejores tropas elites se encuentran allí y no han podido controlar la situación que cada día se transforma en un mayor infierno. Cuando las unidades regresan a Estados Unidos hay que reconstruirlas pues muchos fueron o están heridos y con síndromes psicológicos graves, otros se retiran y algunos se niegan a volver al frente. El ejército se desangra.

Por último, la tesis estadounidense de tomarlo todo por la fuerza se está desbaratando y a corto plazo tendrá que retirarse, pero para esto tendrá que negociar necesariamente con dos países vecinos que han sido hasta ahora sus enemigos: Siria e Irán.

En resumen, la ocupación ha dejado más de 600 000 iraquíes asesinados, alrededor de 3 600 soldados norteamericanos muertos y cerca de 24 000 heridos. A la par, la aprobación del presidente Bush entre los estadounidenses continúa cayendo y entre los iraquíes, su imagen solo es símbolo de odio.