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C vende libertad barata

Fuentes: Rebelión

Esta vida es una barca Calderón de los Sueños – ¡Libertad, libertad! ¡Vendo libertad barata, lleve la suya antes de que se acabe! – -Por favor, déme una. ¿Cuánto cuesta? – Barata, déme su poder, haya lo que yo le diga sin preguntar, que yo me encargo del resto. – ¿Sólo tengo que entregarle mi […]

Esta vida es una barca
Calderón de los Sueños

– ¡Libertad, libertad! ¡Vendo libertad barata, lleve la suya antes de que se acabe!
– -Por favor, déme una. ¿Cuánto cuesta?
– Barata, déme su poder, haya lo que yo le diga sin preguntar, que yo me encargo del resto.
– ¿Sólo tengo que entregarle mi voluntad?
– Sí, sólo eso.
– ¡Tá barata, déme dos! ¿Y cuáles libertades me va a dar a cambio?
– -Las de votar y ver televisión.
– ¿Sólo eso? ¿Tan poquito?
– ¿Y qué quiere usted? ¿Por qué tanta exigencia? ¿Para qué quiere más, si su voluntad no alcanza para más nada?

Definitivamente, la libertad es un buen negocio para quien la vende. El diálogo anterior es un buen resumen de lo que ocurre entre un vendedor político de libertad barata a cambio de apoyo, votos, asumir su ideología…, es decir, a cambio de nuestra voluntad.
Sólo faltan compradores confundidos, insatisfechos, llenos de rabia, preocupados…, personas que se sientan prisioneras en esta sociedad, personajes que no son difíciles de encontrar, ya que todos nos sentimos acosados por la imperiosa necesidad de ganar dinero; nos vemos subordinados a la tiranía del tráfico; la opresión de vivir en una pajarera que llaman apartamento, la obligación de hacer colas para sacar nuestro dinero del banco, ponernos de rodillas ante los horarios…
Allí en ese marasmo incomprensible estamos todos inmersos. Pero de repente, sale un señor en la tele, o escribe en alguna parte, o grita en la calle: «C vende libertad barata, sin esfuerzo alguno».
¡Ah, de una vez, no se sabe cómo, aparece una multitud que para la oreja, un grupo de confiados que se va detrás del vendedor de libertad barata para arrebatarle la oferta: «Sin esfuerzo»!
¡Ah, pero eso sí, el señor, ese desconocido que ahora está de moda por la promoción de la tele y quien probablemente pagó a una compañía creadora de imágenes para que su dudosa reputación fuera transformada en virtuosa, transformara su estupidez en inteligencia y su imbecilidad en creatividad; nos pide que confiemos en él!

-Pero yo a usted no lo conozco, ¿cómo puedo confiar en usted?
-Lo que dicen los medios es palabra de Dios, ¡hombre de poca fe! No importa que no me conozca, porque yo sé lo que hay que hacer. Ese que gobierna hoy (de derecha, izquierda…) es un loco, un demonio…, que no sabe lo que hay que hacer y nos lleva por el despeñadero del Armagedón, del Apocalipsis, del fin del mundo. ¿No ve cuántos corruptos hay? (En todos los gobiernos no deja de haber al menos un corrupto, así que siempre contará con la prueba deseada).
-Cabizbajo, regañado y con voz titubeante: «Discúlpeme, no quería ofenderlo. De todos modos yo quería preguntarle algo…».
-Pregunte lo que quiera, que para eso es la democracia. Pregunte que yo defiendo la libertad de expresión.
-¡Qué bien, usted es la persona que todos los venezolanos necesitamos! Bueno, usted dijo que sabía lo que había que hacer, ¿verdad? ¿Qué es lo que va a hacer?
Aparece una centella y se oye el rugido de un trueno…
-¿Es que usted no confía en mí?
-Sí, pero…
-¡Pero nada! Usted pide demasiado, coarta mi libertad de mantener mis planes en secreto. ¿Cómo puedo saber que usted no es del partido enemigo y que no vino a sabotear el sagrado producto que vendo?

No se asombre. El vendedor de libertad barata no confía en usted. Sin embargo, usted debe confiar en él y en su varita mágica. ¡Sí, chico, de las que nos hablaron en los cuentos infantiles!

¡C vende libertad barata! Ya se han unido a mi cruzada por la libertad miles de personas. ¡No se quede por fuera! ¡Únase a nosotros!

Hitler, Stalin, Rooselvet fueron grandes vendedores de libertad para ganar el cielo, o el infierno (eso nunca se aclaró). El Hermano Hitler se cargó a 13 millones de judíos. El maestro Stalin liberó a 57 millones de almas de sus cuerpos. El abad Rooselvet, el defensor de la libertad y la paz mundial, con la bomba atómica liberó al universo infinito, en un solo instante, un millón de almas. ¡Glorioso!
Bush, como buen vendedor de libertad barata, espera poder superar la cifra de todos los presidentes de USA juntos. El es un poco competitivo, ¿saben?
Por favor, no me haga caso y siga comprando libertad barata tapa amarilla. Vendedores de libertad barata hay muchos. Hay para escoger: flacos, gordos, de derecha, de izquierda, de medio lado, volteados, autoritarios, bellos y feos…

-¡Libertad, libertad! ¡Vendo libertad barata!
-¡Nosotros queremos una!

Usted disculpe que yo sea tan entrometido. No se me ha quitado la manía a pesar de los castigos de mi abuela, que me trataba el mal con un látigo y decía que era «más salío que un balcón». Sí, y por el contrario, con esto de tener por profesión la psicología, empeoré. Algunos psiquiatras han ensayado con el electroshock, pero de nada ha servido.
Bueno, lo que quería preguntarle a ustedes es: «Cuando usted pide libertad, ¿qué está pidiendo?»
No estoy seguro. ¿Usted pide libertad o quiere otra cosa?
¡No me mire con esa cara! ¿No ve que me asusta?
Mire, tal vez, usted lo que quiere es sentir paz mental, que no lo cuezan en el caldero con eso de que el tiempo es oro, que desaparezca la tiranía de «El tiempo no me alcanza», la esclavitud de qué dirán y las expectativas sociales y personales de ser mujer u hombre, liberarse de la arrechera de que todo el mundo lo quiera cambiar por alguna absurda idea de que la gente debe ser, debería ser asao. No sé, la lista es inmensa y el acoso de todo ello hace que, a veces, se hale los pelos o descargue su ira contenida sobre su hijo, cuando éste no respeta su derecho a descansar y le pregunta: Papi, ¿podrías…?

-¡Libertad, libertad, vendo libertad barata!
-Bueno, no sé, no estoy seguro. La verdad es que…
-Vuelvo a meterme donde no me llaman. Cuando pide, exige, grita, vocifera y se desespera por el anhelo de libertad, ¿no querrá decir que está cansado de que todos jueguen con usted, de que los vendedores de libertad barata no cumplan sus promesas, de que le hayan convertido el trabajo en un castigo por un pecado que usted nunca cometió? ¿Se quiere liberar de ese yugo?
¿Por qué no le pregunta al vendedor de libertad barata si se va a ocupar de mejorar la calidad de vida? ¡Sí, ocuparse, porque eso de pre-ocuparse, no sirve!

-En realidad, nosotros nos ocupamos de cosas más importantes. Miramos las cosas desde arriba con alucinante simplicidad y como entenderá, nosotros los políticos no podemos ocuparnos de detalles. Si su vida en comunidad es un desastre, eso es problema de ustedes, no de nuestra organización.

-¿De detalles?

Amigo lector. ¡Sí, usted, el que todavía me tiene paciencia! ¿Cuál libertad quiere usted, la de insultar al presidente, quemar busetas, colgar a los de los otros partidos en los postes o la de sentirse parte de una sociedad que lo acompaña, que le quiere, que en la práctica le hace sentir que es humano, que lo ama, que le da oportunidades y que cuando está desesperado le da continente?
A mí eso de insultar al presidente y todo lo demás, no me importa un pepino. Lo de pelearme por ideas me da escabiosis. ¡Ya puede salir por la tele el presidente que sea en traje de baño! ¡Rayos, eso es superficial al lado de todo lo demás!
¡Se me acaba de ocurrir! Los vendedores políticos de libertad, ¿entienden por libertad lo mismo que entendemos por ella usted y yo? Si no, ¿qué estamos haciendo? ¿Adorando al muñequito de madera por siglos sin que pase nada?
Tengo la impresión de que tenemos armado un pasticho, un sancocho cruzado de pescado con cochino y mariscos, con eso de la libertad. Quizá, habría que preguntarse por la garantía del producto que nos venden los comercializadores de libertad barata.

-¡Libertad de comercio, señor! ¡Respete!
-Sí, sí. Claro. Lo que usted diga.

Volviendo con usted, amable lector. ¿Leyó las letras chiquitas de la etiqueta? ¿El producto no contendrá algún tóxico como el aspartarme dulcificador que produce arteriosclerosis múltiple para que se nos olvide rápidamente qué fue lo que compramos y para qué lo compramos?
¡Ah, usted compró una libertad tapa amarilla! Le entiendo, no traía etiqueta.
¿Sabe? Eso de salir a la calle a pedir libertad está de moda. Ahora no se compra por lo que trae adentro el envase, sino por los dibujitos y los colores que están por fuera del envase.
Por cierto, a mi compadre no le gusta el envase rojo, porque le recuerda la energía, el tener que moverse y hacer algo por sí mismo y por los demás.
No me mal interprete. No me parece mal que compre lo que a usted le dé la gana, ¡no sea grosero!
¿Por qué habría de objetar que compre libertad de colores en el envase? Lo comprendo, estoy de su lado. Usted es una persona pos-moderna.

-¿Sí? ¿Dónde está? ¡Ah, ya! Le oigo.
-¿No me diga que usted es tan anticuado y cree en el esfuerzo sostenido, en la planificación, las demostraciones, las pruebas, la experiencia, el cultivo de las capacidades, en aprender…?
-No sé qué decirle.

No se lo diga a nadie. Mantengamos esto entre usted y yo, de otro modo nuestras vidas peligran o seremos motivos de exclusión.
¿Sabe? La mayoría de los vendedores de libertad barata dicen que debemos ser espontáneos, que no nos dejemos coaccionar por la disciplina, los compromisos, la responsabilidad…, que así pensaban los fósiles y por eso no sobrevivieron.
Los que se dicen oposición en este país, muy posmodernos ellos, son la máxima representación de la naturalidad. Quieren que borren de la Constitución Bolivariana, y a ello se unen algunos super-posmodernos que se dicen ultra-revolucionarios de la revolución; que se borren de ella, de la Constitución (esto para los que toman aspartarme), todos los deberes y dejen sólo los derechos, a fin de que todo sea más democrático.
¿Sabe? Algunos colegas y psiquiatras de la oposición virtual, sí esa que está de moda, dicen que los deberes son síntomas de una sociedad neurótica y que la gratificación inmediata, sin esfuerzo, caída del cielo, es lo más recomendable, pues contribuye a la creación de una sociedad más sana.

-¡No, no puedo decirle qué ocurriría si a usted de repente en un ataque de espontaneidad le da por matar a su jefe o a los del partido azul! Tal vez lo liberen, porque fue espontáneo, es decir, fue su acción una acción irresponsable que no puede ser penalizada.

¡C vende libertad barata!

La represión es signo de gente malvada. Piense nada más si no será signo de perversidad la reflexión. ¿Pensar no es un signo de calculador, de hipócrita, de falso, de autoritario, de represivo…? ¡Únase voluntariamente a nosotros o de lo contrario…!

Siempre he admirado eso de que la gente se una voluntariamente a los grupos por obligación, por miedo. ¡Qué poder de convencimiento el de los vendedores de libertad! ¡Asombroso!

-¡Ey, agarren a ese! Mátenlo, está pensando, es una amenaza para la democracia.
-¿Se refiere a mí, que estoy aquí y en mi casa tranquilo escribiendo?
-¡A usted me refiero!…
¡Sí, así está bien! Le quedó bien separada la cabeza del cuerpo. ¡Magnífico! Ya es uno de los nuestros, un testa di cazzo. La que cuenta es la cabeza de abajo, no la de arriba.

¡Uf, me libré! Los convencí de que era uno de ellos.
Como decía, hay que eliminar la represión, debemos recuperar la naturalidad. ¿Quién quiere prever el futuro, las consecuencias? Un idiota. Es evidente de que se trata de un acto contra-revolucionario, antidemocrático… ¡A mí, nadie me convence…!
¡Por Dios, la naturalidad! ¡Hay que volver a la naturalidad, lograr las cosas sin esfuerzo! Hay que señalar con el dedo a la maestra que nos exige aprender; liquidar a los presidentes que nos dicen que trabajemos…

¡Qué pesadilla! ¿Dónde estoy? Déme unos minutos para recuperarme… Gracias por el agua.
Amable lector, ya sé que soy uno de esos «animalistos» que fastidian allá abajo… con espuelas. Pero no puedo dejar de preguntarme si eso de la libertad es un asunto de cada quien, un asunto colectivo, o un asunto individual y colectivo al mismo tiempo.

¡Ey, cuidado con las piedras, casi me pega una!
¡Ya! Que estoy inhibiendo su natural espontaneidad. Lo entiendo.
No, yo no quiero hacer eso. Mire, creo que usted y yo nos hallamos frente a un gran problema. Usted quiere ser libre de callarme la boca y yo quiero ser libre de reflexionar y comentar lo que pienso.
¿Un duelo? ¿Que hagamos un duelo? No, eso no me va.
¿Puños? No usted es muy grandote. Mire, detrás de mí hay un montón de gente que me apoya y detrás de usted hay otro montón. Qué tal si nos caemos a piñas y gana el grupo que elimine a todos los del otro bando.
¡Ah! ¿Que no le vale? ¿Que es trampa? Mejor dejamos eso de matarnos para más tarde.
¿Sabe? La libertad en sentido colectivo es estipulada y modelada por las leyes y las normas informales, bajo la fórmula de deberes y derechos. Se ve que se amarra un poco a la libertad, un poco por aquí con esto, pero se suelta por allá un poco con aquello de los derechos.
¿Que quiten las prohibiciones? Bueno, ¿usted no pidió seguridad personal? ¿Usted no pidió más castigo, más represión? Mire, usted lo que quiere es un estado policial para sentirse seguro, ¿verdad? Entonces, ¿de qué se queja?
¿Que va a consultar todo eso con su agente de libertad barata? Está bien, pues. ¡Ah, se queja de que usted termina siendo reprimido por sus deseos de protección y usted lo que quiere es que repriman a los demás, pero a usted no! ¡Sí, porque esa es su idea de democracia y libertad!
Mientras más leyes pida, más está pidiendo insistentemente en que lo repriman y sea controlado. Sí, con ello da al traste con su natural deseo de naturalidad y espontaneidad.
¿Cómo nos vamos a entender? ¿Qué es lo que usted quiere?
¡Ah, los vendedores de libertad barata van a resolver eso por nosotros…! Sí, no le gusta lo que digo. Yo no le digo nada, si le gusta el amarillito, pues siga con el amarillito.
¿Que qué vamos a hacer con las normas sociales informales? Bueno, según su idea de espontaneidad no deberíamos hacer nada frente a la viveza criolla y la corrupción. No se ponga bravo cuando vaya a salir del garage de su casa con su carro y se encuentre con que yo paré el mío en todo el frente. ¿No se puede esperar a que eche mi siestecita?

Según me explicaba un vendedor de libertad barata posmoderno, la honestidad es coercitiva, represora, neurotiza a la gente, vuelve débiles a todos. Decía que no hay nada como la chabacanería y la vulgaridad. Como prueba de esto último, me dijo: «Allí tiene la última expresión de creatividad atómica extragaláctica, el regueton; el cual, entre otras cosas, tiene mensajes espectaculares, como «a ella le gusta que la azoten»; «huele la gasolina» y el otro que dice mil veces, «dame el culito». Se ve que está constipado y necesita uno para deponer.
También el susodicho me mostró un video donde Monseñor, que también está en el negocio de la libertad barata, decía con beatífica convicción que la caridad no puede ser, no puede consistir, en repartir las riquezas entre los pobres, sino que todo debe ir a la iglesia porque Dios sólo ama a los pobres.
Aquí entre nosotros, les digo, viendo el video, me desmayé y empecé a ver en un sueño a un barbudo que decía: «Eres libre, naciste con libre albedrío, haz lo que te dé la gana»; mientras que, por otro lado, veía un Ojo amenazador dentro de un triángulo, como el del billete de un dólar, que me vigilaba hasta cuando hacía mis necesidades en el baño. Desde entonces, descubrí que ya no tengo privacidad.
Estaba paralizado de terror con todo eso. Luego me vi ascendiendo hacia un infierno de tinieblas que apenas me permitía ver borrosamente a alguno que otro ángel, que mortificaba a todos con la monotonía de su lira. Sí, también de repente, me vi descendiendo hacia un cielo de gente animada que se reía, conversaba animadamente y todo estaba despejado, lleno de luz.
¡Aún sigo confuso!
Pero volvamos a lo nuestro.

¡C vende libertad barata!

Por allí sigue un montón de hábitos que me automatizan, de cosas que debo comprar para ser aceptado en esta sociedad, de preocupaciones e ideas obsesivas que me atormentan. No logro dormir en paz desde que la otra noche me puse a ver Globoterror. La sola idea de tener que levantarme y pensar que me pasaré dos horas en el tráfico para llegar al trabajo, me hace sudar frío. No me gustan los atascamientos del tráfico, porque mi mente se pone a recordar que mi incomprensiva esposa cada mañana me reclama que sea cariñoso con ella y le dé un beso. ¿Cómo puedo darle un beso con tantas preocupaciones? Bueno, al menos en la cola todos nos saludamos amargamente, yo les saco la familia a todos los conductores que se me atraviesan y ellos me recuerdan la mía. No entiendo esa de «pargo».
Volviendo al yo que habló al comienzo, los psiquiatras pos-modernos apoyan la esquizofrenia, sí, eso de varios yo que se desconocen entre sí; repito, volviendo a mi yo del principio, me digo: «¿La libertad será algo que está en mí, fuera de mí, o en ambas partes? ¿Será la libertad cosa de salir a marchar 10 kilómetros y sacarle la abuela a los azulitos?

¡C vende libertad barata!

¿Lograré mi libertad apaleando a los de verdecito? Un momento, ¿de cuál prisión están hablando? No sé. Hay que luchar por la libertad.

¿Lograré mi libertad apaleando a los de verdecito? Que dicho sea de paso son insoportables.
¡Ya va! El vendedor de libertad barata no me dijo qué ocurriría si los de otro color me simpatizan. ¿Tendré que apalearlos para conquistar mi libertad? ¡Qué obligación! Bueno. Todo sea por la libertad.
A todas estas, ¿qué es la libertad? ¿Querré decir, qué es lo que yo quiero? ¿Qué pasaría si lográramos ponernos de acuerdo sobre lo que queremos, sobre lo que deseamos expresar?
¿Qué pasaría si en lugar de luchar por la libertad barata tapa amarilla, o tapa verde, o tapa blanca…, hacemos un esfuerzo por entendernos, por unirnos para desarrollar una sociedad en la que todo sea más claro, sin juegos, sin trampas? Sí, ¿Qué pasaría si armamos una sociedad que implique una mejor calidad de vida para todos?

El sueño se hizo realidad y 20 años después se escucha proveniente de un televisor lejano:

«Urgente, una multitudinaria congregación de harapientos pertenecientes a la legión de vendedores de libertad barata integrada por los psicólogos de auto-ayuda, psiquiatras, miembros del colegio de abogados, el sindicato de policías, una representación del Partido Episcopal Democrático y la sociedad de neuróticos anónimos se han reunido frente a la Corte Suprema de Justicia demandando que volvamos a la esclavitud para poder seguir vendiendo libertad barata.
Por su parte, la Organización Mundial del Comercio ha introducido sendos documentos en la ONU para que bloqueen a Venezuela en protesta de que ya no se puede vender la libertad.
En Washington, el presidente actual, representante de las fábricas de armamentos de destrucción masiva, repite por enésima vez que lamenta mucho la desoladora situación de armonía en que viven los venezolanos…
Como no podía faltar, un miembro de la oposición decidió suicidarse porque no soportaba la paz. ‘Añoro esos días en que uno se caía a tiros y acusaba a los chavistas’, dejó escrito en una nota conmovedora».

Ah, por favor, no proteste por el estilo literario. En armonía con la psiquiatría pos-moderna en pro de la esquizofrenia y los yoes que se desconocen entre sí, yo no fui el que escribió esto. Fue alguno de los otros yo, por ende, yo no soy responsable.

Firma
El otro yo que desconozco.