Hasta hace un par de años yo era de la opinión de que las únicas oligarquías primitivas, recalcitrantes y carniceras capaces de matar al mismísimo Cristo, si fuese necesario, eran la salvadoreña, la colombiana y la chilena con tal de mantener su poder absoluto a nivel político, militar, económico e ideológico.
No obstante, tenemos que tomar en cuenta que el “virus fascista” está latente no solo en los partidos políticos conservadores y en las élites económicas poderosas, sino en la sociedad en general. El fascismo es, como todas las ideologías, un fenómeno social. Son las coyunturas político-económicas nacionales o internacionales las que determinan o definen, los matices ideológicos que adoptan los gobiernos en cada época y en cada situación. El fascismo, en tanto ideología, es una bestia gorgona que se alimenta de lo más putrefacto y vil que pueda caber en un ser humano: Soberbia, odio, envidia, racismo, sexismo, rencor, calumnia, desprestigio, avaricia, engaño y falsedad. En dependencia de cuál sea el “ADN-político-social e ideológico” heredado de la cuna materna de cualquier individuo, así será la concentración de los antígenos y anticuerpos político-ideológicos necesarios para combatir efectivamente la “enfermedad” del fascismo.
En España los tataranietos, bisnietos y nietos de la monarquía y de Francisco Franco han salido nuevamente de cacería. Esta vez no se trata de un safari africano para aniquilar paquidermos, sino más bien de una batida política, en la cual la mira de los fusiles están apuntando a machos y a hembras alfas de la política española. La oligarquía española del siglo XXI, soberbia y arrogante, defensora a capa y espada de la monarquía constitucional y del gran capital nacional e internacional, todavía sigue asustada y temerosa, viendo fantasmas comunistas recorriendo la Gran Vía del Madrid contemporáneo.
Pero no sería la primera vez en la historia de la humanidad que las élites dominantes, cuando se sienten en peligro, no escatiman esfuerzos en eliminar físicamente a los enemigos ideológicos. La vieja historia bíblica que nos cuenta Marcos, el apóstol, en la cual un tal rey Herodes, harto hasta las criadillas de las travesuras mesiánico-subversivas de Juan Bautista, un judío agitador de espíritus en el valle del río Jordán, envió a sus vasallos con la orden de traerle en bandeja la cabeza del predicador.
De la misma manera, la oligarquía española del siglo XXI está pidiendo a gritos desde hace unos años las cabezas de políticos no afines a sus intereses clasistas o de ciudadanos incómodos para la consecución de sus estrategias político-económicas.
“Quiero las cabezas de Pablo Iglesias y de Pedro Sánchez”, susurró en secreto la oligarquía española a los oídos de políticos corruptos, de jueces al servicio de la casta dominante y a periodistas falderos y lambiscones. Primero decapitaron a Pablo lentamente, sin necesidad de aplicar las tácticas de contrainsurgencia de la “guerra sucia” de la década de los ochenta del pasado siglo, es decir, sin tener que liquidarlo físicamente. Al ciudadano español Pablo Iglesias Turrión lo decapitó el lawfare, es decir, una táctica de “guerra política”, supuestamente legal y limpia, en la cual los medios jurídicos van acompañados de una masiva campaña de información y desinformación parcial, falsa y pérfida por parte de los medios de prensa análogos y digitales, conservadores, fascistas y no fascistas.
A pesar de que todas las acusaciones investigadas por la justicia española demostraron la falsedad de las denuncias, los sujetos que lanzaron las falsas acusaciones siguen todavía impunes, poniendo en evidencia que la Justicia hispania padece de un grave y crónico estrabismo.
Más allá de que los headhunters continúen escondidos en sus palaciegas cuevas gozando de la impunidad, más temprano que tarde, continuarán husmeando por aquí y por allá, maquinando nuevas ejecuciones políticas en aras de la gran cruzada fascista contra las fuerzas progresistas, humanistas y socialistas del siglo XXI. Estos modernos cazadores de recompensas, disfrazados de periodistas, seguirán extendiendo sumisos y cabizbajos sus sucias manos para recibir las opíparas remuneraciones de los poderosos, bien sea en especie o en metálico, sin ningún ápice de vergüenza y pudor.
Desde hace unos días la cabeza de Pedro Sánchez Pérez-Castejón, el actual presidente del gobierno de España, está en peligro. ¿Qué hará Pedro Sánchez?
Afortunadamente, tanto Pablo Iglesias como Pedro Sánchez no nacieron en El Salvador ni en otra república bananera de América Latina de la segunda mitad del siglo XX. Para bien de ellos y la felicidad de sus familias, ambos pertenecen a la generación X europea, es decir, nacidos en la década de los setenta del siglo pasado. De lo contrario estarían muertos de verdad desde hace muchos años y, demás está decirlo, probablemente no por causas naturales.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.