Tres minutos le sobraron al representante comercial de Estados Unidos, Ron Kirk, para describir la situación del comercio internacional y fijar la posición de su país en unas negociaciones que suman ocho años, pero no alcanzan para forjar un acuerdo. A cada ministro se le concedieron tres minutos para establecer su posición en la Séptima […]
Tres minutos le sobraron al representante comercial de Estados Unidos, Ron Kirk, para describir la situación del comercio internacional y fijar la posición de su país en unas negociaciones que suman ocho años, pero no alcanzan para forjar un acuerdo.
A cada ministro se le concedieron tres minutos para establecer su posición en la Séptima Conferencia Ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC), una reunión de tres días que concluyó este miércoles en Ginebra.
La reunión misma de la OMC tiene un atraso de dos años. Debía celebrarse cada dos años, pero los ministros se saltearon una luego de la celebrada en 2005 en Hong Kong.
La ronda de conversaciones lanzada en Doha en noviembre de 2001 para definir una serie de reglas que conduzcan a la liberalización del comercio mundial todavía no desembocó en un acuerdo.
Muchos pensaron que tres minutos eran muy poco para que los ministros describieran las complejidades de este estancamiento que buena parte del mundo atribuye a la inflexibilidad de Estados Unidos.
Luego del habitual protocolo, Kirk usó parte de sus tres minutos para plantear de modo sucinto y directo que el comercio «puede jugar un rol importante en el restablecimiento de la prosperidad mundial». Se refería, claro, a la parte del mundo ocupada por Estados Unidos.
«Se requiere la creación de nuevos flujos comerciales y significativas aperturas de mercados, particularmente en mercados emergentes clave, para cumplir la promesa de Doha. Estamos buscando señales concretas de otros miembros en cuanto a que están listos para unirse a nosotros en ese compromiso», declaró Kirk.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) señaló que «58 por ciento del crecimiento económico mundial desde ahora hasta 2014 será aportado por China, India, Brasil, Argentina, Sudáfrica y los países de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean)», recordó Kirk.
Pero Estados Unidos quiere mucho más acceso a los mercados de los países en desarrollo –y particularmente de las economías emergentes– que el que ellos están dispuestos a permitir.
Que automóviles de General Motors inunden las calles de Nueva Delhi y Shanghai supondría un acuerdo mejor para Estados Unidos que para esas ciudades, y no porque los automóviles ocupen mucho espacio.
El argumento es que, si las mercaderías chinas pueden desbordar Estados Unidos, éste a su vez debería inundar ese mercado con las suyas, dado el creciente poder adquisitivo de los consumidores chinos.
Durante mucho tiempo se sostuvo que era válido que hubiera reglas distintas para ambas partes, en base al principio de tratamiento «común pero diferenciado». Ahora Estados Unidos ve más puntos en común que divergencias.
No hay muchas esperanzas de que el gobierno de Barack Obama arroje resultados que destraben la Ronda de Doha. «Todavía estamos esperando el gran discurso de Obama sobre comercio», dijo a IPS Pradeep Mehta, secretario general de CUTS International, una organización de vigilancia sobre temas comerciales.
«Su posición es que está dispuesto, pero no listo. Todavía no ha designado a su embajador ante la OMC», agregó.
Washington necesita obtener un acuerdo que pueda «vender» internamente. Pero lo mismo les ocurre a todos los demás miembros de la OMC.
«Básicamente todos tienen que volver y vender un acuerdo» en su país, dijo a IPS Theresa Carpenter, directora ejecutiva del Centro para el Comercio y la Integración Económica en Ginebra.
«No será una situación con un ganador y muchos perdedores. Y dentro de cada comunidad nacional habrá algunos que se beneficien y otros que no tanto», sostuvo.
Pero más allá de estas diferencias, Carpenter es optimista sobre una eventual convergencia. «Estamos cerca de un acuerdo; no hay un colapso total de las conversaciones», expresó.
Más allá de la jerga y los opacos acrónimos que pueblan los debates de la OMC, descubrir cuáles son los problemas es mucho más simple de lo que podría pensarse, pero resolverlos no es fácil.
Cuando se dice que Washington adopta una posición rígida en lo relativo al acceso al mercado de productos industriales (un sector conocido como NAMA), lo que está pidiendo es que las economías emergentes acepten reducir o eliminar los aranceles a las importaciones de una serie de bienes que a Estados Unidos le interesa particularmente vender.
Eso se debe a que parece improbable un acuerdo muy ambicioso. «Las negociaciones sobre reducciones arancelarias están en una etapa tal que es muy difícil que generen nuevas e importantes oportunidades de mercado para los exportadores estadounidenses», dijo a IPS Simon Evenett, profesor de comercio internacional y economía en la Universidad de St. Gallen, Suiza.
«Ellos han dicho que esto no es suficiente. O bien reducimos los aranceles –lo que no hay muchas ganas de hacer en general–, o bien mantenemos una serie de negociaciones por sector donde intentamos un arancel cero, o muy bajo. Los estadounidenses han presionado muy agresivamente por esas propuestas», agregó.
Según Evenett, el mayor de estos sectores es el de los químicos. «Cubre alrededor de 1.000 tipos diferentes de productos. (Estados Unidos) busca un arancel cero o cercano a cero en ese sector en particular», dijo.
Inevitablemente, éste es un tema importante tanto para India como para China, dos países con una fuerte producción de fármacos que pueden sufrir un golpe si Estados Unidos se abre camino de este modo.
Los automóviles y sus repuestos son otro ariete que Estados Unidos quiere introducir en Nueva Delhi y Shanghai, con General Motors y sus gigantescos primos de la alicaída industria del transporte vehicular.
Otra clase de bienes que Estados Unidos quiere vender sin aranceles son bicicletas, electrodomésticos, productos electrónicos, pescados y derivados, productos forestales, gemas y joyas, maquinaria industrial, vestimenta y calzado.
«En todas estas áreas habrá propuestas de arancel cero. Pero son sólo propuestas. Esto no ha sido aceptado», dijo Evenett. Naturalmente, se refería a India y China.
En muchos de estos sectores, esos dos países tienen una fuerte producción que se refleja en las exportaciones. Y nadie quiere comprar lo que ya fabrica y vende por sí mismo.
«Comprar estadounidense» es una práctica polémica incluso dentro de Estados Unidos. Para el resto del mundo, la idea de esquivar la producción propia y comprar la estadounidense no entraña controversia: ni siquiera merece la pena considerarla.