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Caen las bolsas, pierden los especuladores

Fuentes: ALAI AMLATINA

«Un banquero es un señor que nos presta un paraguas cuando hace sol y nos lo exige cuando empieza a llover»: Mark Twain (1835-1910). Altamente especulativos, los mercados bursátiles del mundo se rigen por el impulso de los colocadores de valores, más que por realidades sobre el comportamiento y los indicadores de las economías desarrolladas […]

«Un banquero es un señor que nos presta un paraguas cuando hace sol y nos lo exige cuando empieza a llover»: Mark Twain (1835-1910).

Altamente especulativos, los mercados bursátiles del mundo se rigen por el impulso de los colocadores de valores, más que por realidades sobre el comportamiento y los indicadores de las economías desarrolladas o incipientes. Claro que los datos duros no les conviene a los corredores de bolsa, porque entonces no habría burbujas donde los versados oportunistas se montan y arrebatan para, antes de que reviente y sean arrastrados por las pérdidas, salir airosos y con los dividendos de otros en el bolsillo.

Porque los especuladores le apuestan siempre a ganar-ganar, así sea con simples papeles -las casas de apuestas con dinero en mano y soñadores solitarios son cosa del pasado, recuérdese Dostoievski-, prefieren vivir en un engaño redituable o en un optimismo sin sustento, que estar atentos a los indicadores de las economías reales. El caso es que apuestan como en la ruleta, más a un golpe de suerte para jalar agua para su molino, que a perder en el camino cuando aparezca en la pizarra de la bolsa el índice de la empresa en cuestión.

Pero ojo. Esa es apenas la impresión más simple y las más divulgada, pero es más una verdad a medias. Lo cierto es que, en el fondo, los especuladores, los corredores o los colocadores profesionales, se manejan a valores entendidos; es decir, a valores «ocultos» o con información privilegiada y confidencial de los indicadores de aquellas empresas con alto valor de mercado. Y dichos valores son sujetos de compra o venta, en tanto se acercan los informes financieros periódicos, trimestrales, semestrales y anuales. O conforme a una nueva colocación.

La información previa permite comprar o vender en tiempo, o antes del anuncio de la empresa en cuestión. Con trampa, porque el corredor se maneja con el adelanto. Pero está la otra vertiente especulativa, de aquellos que se mueven inflando los valores más allá de la situación real de las empresas. O de algunos sectores de las economías. Ahí también se hacen ventas millonarias. Pero ambos casos son tipificados como delitos financieros. Pero no siempre se castiga o se llega hasta sus últimas consecuencias la investigación al respecto de los que comenten este tipo de quebrantamientos. ¿Será porque sirven a los hombres de empresa, banqueros y especuladores, contra los cuales el Estado no arremete?

Protegidos o no, el caso es que los mecanismos funcionan hasta en las bolsas más grandes del mundo (con todo y los «candados» de los gobiernos), como la tríada Nueva York-Tokio-Londres; o Frankfurt, París, etc. La primera, la más importante, porque mueve arriba del 60 por ciento del comercio mundial de valores, alrededor de unas 3,000 grandes empresas; en la segunda cotiza un monto 50 por ciento inferior a la primera.

Ya desde el siglo XVIII, en pleno auge del capitalismo inglés, el ministro de hacienda, John Aislabie fue a parar a la cárcel por «corrupción». Vendía acciones de la South Sea Company, empresa especulativa que llevó a la ruina a cientos de inversionistas. Un especulador moderno, Iván Boesky, financiero de Nueva York, fue acusado en 1986 de «negociar» valores haciendo uso de información privilegiada sobre fusiones de empresas. Sus declaraciones llevaron a varios banqueros y hombres de negocios de NY y Londres a la cárcel.

La normatividad que pretenden aplicar los políticos del mundo sobre los especuladores de los mercados financieros, se quedará corta siempre porque la naturaleza del capitalismo global es corrupta y estilo pirata; de la ganancia fácil a costas de otros. Los delitos de «cuello blanco» en dicho sector no acabarán tan fácil.

En estos días reina un tremendo nerviosismo entre las bolsas del mundo. Comenzando, claro está, por la de NY, a raíz de la incertidumbre sobre la posible recuperación de la economía de Estados Unidos, que tampoco da señales de vida. El sector vivienda que sirve de termómetro no responde. 1) Ni en la venta de casas nuevas que cae a un mínimo en julio en medio del aumento en el stock; 2) Ni en la de casas usadas. Estas alcanzaron un récor de 27.2 por ciento, y arrastraron al Dow a la baja de 1.3 porcentual [«Un mínimo de siete semanas», dice The Wall Street).

Apenas ayer cayeron los índices Dow Jones, S&P y Nasdaq, perdieron puntos. Eso contagió a las bolsas de Asia, de Europa (pese al optimismo sobre los estrictos controles del gasto público de Alemania y la ventas de duraderos en Francia), y de Japón el índice Nikkei. En América Latina y México, ni se diga. También cayeron los futuros del petróleo en el mundo, y en todo esto, sólo queda el oro como único resguardo. No obstante, reina el optimismo, como del estratega de inversiones globales de Morgan Stanley, Charles Reinhard, para quien «los indicadores hablan que estamos en un bache de debilidad», pero tampoco eso no les quita el sueño.

No obstante, el resto de los indicadores se muestran débiles en la propia economía de EU. Incluida la venta de duraderos, como automóviles o aparatos para durar dos o tres años, y un cierto repunte de la industria manufacturera no compensa la debilidad del poder adquisitivo. Todo esto sin considerar los problemas estructurales que padece la economía norteamericana, como el elevado déficit fiscal y el endeudamiento. Aumento en tasas e inflación. Del desempleo ni se diga, porque tiene índices elevados. Así anda la economía más fuerte del mercado mundial y la globalización. El resto, padeciendo las consecuencias.

Y contra la realidad, a los especuladores no les queda más que hacerse bolas, vivir de la esperanza o colgarse de cualquier señal. Las pérdidas pueden seguir por un tiempo, aún en las bolsas de valores. Eso seguro, porque ahora sí que no tienen esperanza ni en el futuro (siquiera inmediato), y por tanto los valores a futuro no resuelven. Sin soporte no hay valor. Menos especulación. Las ganancias se volvieron añicos. ¡A trabajar!, como todos los demás que soportan tamaña volatilidad. En tanto la economía de EU no salga de la debacle, no habrá ni burbujas de jabón.

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