Por descontado que los comportamientos económicos no pueden seguir los caminos emprendidos y que se requieren cambios valientes y no seguir soñando con los regalitos, pero se ve que la adaptación a la situación todavía se hace con ideas de transitoriedad y no de adaptación a un bache que ha trastornado el zócalo en el […]
Por descontado que los comportamientos económicos no pueden seguir los caminos emprendidos y que se requieren cambios valientes y no seguir soñando con los regalitos, pero se ve que la adaptación a la situación todavía se hace con ideas de transitoriedad y no de adaptación a un bache que ha trastornado el zócalo en el que se apoyaban las expectativas de la gente. Hay que mirar hacia otro lado y ver más allá del intento de cambiar el mínimo para que todo siga de la misma manera, lo que es propio de los políticos que tenemos y habrá que ver si podemos tener otros o nos hemos de hundir con el barco todos juntos.
Hay que organizar la actividad económica de otra manera. Un retorno a la producción y comercialización de proximidad, retomando en mano las capacidades de ordenación de la economía más adecuada a la situación de cada uno de los países, manteniendo la cooperación en aquello que puede adentrar a la Unión Europea en una profunda crisis hasta acabar de nuevo en enfrentamientos armados. El endeudamiento total, público y privado (hogares, empresas y bancos) es el problema principal junto con las ruinosas inversiones realizadas en los años de la burbuja inmobiliaria (y que en Francia parece formarse ahora), de las que todo el mundo quiere deshacerse ahora sin asumir el coste.
Desde la cooperación, que significa hacer sacrificios sin sobrepasar el coste alternativo no cooperar, debe organizarse el desmontaje de una Unión Europea que ha ido más allá de lo económicamente posible por la diferencia entre los Estados componentes, sus poblaciones y características, lo que hacía hablar hace unos años de la Europa a dos velocidades, como mínimo añadiría yo, tras las alegres ampliaciones posteriores.
Hay que ayudar a Grecia a superar la situación actual, como puede ser necesario ayudar a Irlanda o Portugal o a otros, pero para hacerlo no es necesario formar parte de la Unión Europea, ni hacer de la defensa de una ilusión, la del euro el enterrador de poblaciones en la miseria. Hay que mirar hacia otro lado, plantear otros objetivos, como decía Ralf Dahrendorf en El nuevo liberalismo, «la historia, o el hombre, si prefiere, no progresa a través de la solución de problemas, sino a través del cambio de sus objetivos. »
Profesor Titular Departamento Economía i Empresa UVIC
http://www.naciodigital.cat/opinionacional/noticiaON/2306/canviar/objectius
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