Son 15 años de haber votado el referendum por una nueva constitución, abriendo el camino de lo que llamamos «revolución bolivariana». Sus tortuosos caminos y fueron tan parecidos a las tortuosas conclusiones de su debate y aprobación, y mucho mas aún, la lucha que llevó a defenderla y necesariamente a comenzar a negarla tal y […]
Son 15 años de haber votado el referendum por una nueva constitución, abriendo el camino de lo que llamamos «revolución bolivariana». Sus tortuosos caminos y fueron tan parecidos a las tortuosas conclusiones de su debate y aprobación, y mucho mas aún, la lucha que llevó a defenderla y necesariamente a comenzar a negarla tal y como exige todo proceso revolucionario frente a los marcos de ley que jamás responden a los nuevos horizontes que se va abriendo. Hace 15 años dejamos abierto un camino soberanista, participacionista y de apertura de derechos básicos colectivos, pero absolutamente impreciso desde el punto de vista constitucional. Aún así sirvió en su momento para terminar de darle algún orden al camino libertario que se reabría en el país después de 170 años de guerras revolucionarias perdidas.
Vividos 15 años no es necesario repetirlo demasiado. La experiencia político-popular ha sido gigantesca y así mismo controversial (¿ha habido proceso revolucionario?), pero los resultados estructurales absolutamente mínimos si no regresivos desde el punto de vista de nuestra capacidad para forjar verdadera soberanía e independencia frente a un mundo ordenado por la lógica completamente psicótica del capitalismo mediático, informático y financiero que tiene bajo su ley y mando prácticamente todo el descomunal conglomerado de conocimientos, técnicas y capital muerto que la clase trabajadora mundial ha producido en los últimos 300 años. En otras palabras, hemos hecho mucho por alimentar los sueños y absolutamente nada por darles un piso material posible.
Ese es el desastre de nuestra situación actual, demostrado en un cuadro igualmente regresivo desde el punto de vista social (ascenso de las curvas de pobreza, desmoronamiento del salario) económico (desaparición de recursos de ahorro para enfrentar el desmoronamiento de la renta petrolera, traducido en inflación, devaluación, déficit creciente, decrecimiento) y político (encerramiento de los grandes responsables sobre una autocracia política de funcionarios, incapaz de decir las verdades que hay que decir, reconocer y convocar a épica revolucionaria que necesita frente a una situación así. Por el contrario, se la pasa justificándose, mistificándose y enalteciéndose ella misma frente a un marco imperialista que espera su desplome y actúa en consecuencia), nos convoca a una nueva etapa de quiebre y Otra Política.
No es por tanto una situación desastrosa desde el punto de vista de las brechas que nuevamente se abren, luego de tanta experiencia vivida. Hay una gran crisis moral de la dirigencia autoproclamada, mas no una crisis de la moral rebelde que desencadenó el 27 de febrero. No es el fin de la «patria buena» de Aquiles Nazoa. Mas bien, son brechas que pueden hacer de este desastre el punto de partida de una nueva insurgencia colectiva pero esta vez asentada en la base organizada del enorme espectro movimiental que significa la organización popular en lucha, y no de caudillos, militares y mecenas prometiendo la redención de la sociedad.
La constitución del 99 queda entonces muy atrás, probablemente un papel inservible para los tiempos que vienen, y un recuerdo nostálgico de lo que ella supuso desde el punto de vista de la lucha que se da alrededor de dicho proceso constituyente y después. Es el recuerdo del chavismo como épica y como potencia constituyente, de su caudillo igualitarista, de su maestro libertario, del extraordinario dirigente que fue de una multitud verdaderamente insurrecta. Pero a estas alturas, decir «chavismo» es aludir a su uso cansón y hasta detestable por la parte de un poder mediático público ya gigantesco, quedando a buen corazón, recuerdos afectuosos que perdurarán en la memoria popular de lo que no pudo concluirse, muriendo con el cuerpo del líder e hijo del pueblo.
La situación que vivimos obligadamente nos aleja del tiempo bonito de una historia coartada por los intereses particulares que se infiltró en ella y logró vencer no desde fuera sino desde dentro, matando consigo el chavismo enaltecido. Utilizando las enormes debilidades de una sociedad con deseo de justicia pero sin capacidad por sí misma -fruto de la maldición rentista- de darse la posibilidad de una auténtica revolución socialista, proletaria, autogobernante; producida con las manos y el pensamiento crítico colectivo y no la chequera misericordiosa del ultimo corrupto al mando de la institución indicada. Trepador inútil de mas y mas cargos, multiplicado por miles, solo hábil en la criminalización y hasta el ataque físico de cuanto acto cuestione, así sea con toda humildad, su vomitable traición.
En definitiva, si lo miramos bajando las intensidades de la rabia que dejan los años perdidos, fue demasiado fácil utilizar el entusiasmo del pueblo no para la guerra anticapitalista, la reorganización productiva y consciente de la mayoría de la población, sino para la sumisión al nuevo cuerpo burocrático. Cuerpo reaccionario que luego de esperar que las masas autorganizadas y con espíritu guerrero derroten la conspiración de las viejas oligarquías, se monta sobre ellas hasta llevarlas hoy por hoy a la absurda situación de defender lo que todos los días lo que las está haciendo más pobres sin otra razón y sentido que mantener la nomenclatura actual de poder, forzadas por un sentido religioso de lealtad y unidad que pierde fuerza hora tras hora.
Estamos obligados a salirnos del sacudón popular sin norte, del conspirativismo aislado, de la vías pacíficas y rastreras de las democracias decadentes del mundo occidental, del cuadillismo, de la mediatización total de la política. Tocándonos de nuevo, bajo un mundo que se llena otra vez de sangre imperial y sobre otra piel generacional, apostar a nuestras fuerzas que también son otras, no sé si mejores o peores, pero al menos aprendidas. Si ¡Chávez somos todos!, entonces como el Dios spinoziano, él se diluye en una nueva masa que se desindetifica del caudillo padre, para convertirse en un enorme YO colectivo que renace sin nombre ni identidad preestablecida. Se la dará de ser necesario esa nueva insurgencia absolutamente inaplazable.
Hablar, agitar, provocar, organizar, una «Moral del Alzado», es la prioridad inicial de todo los retos hoy en día de Otra Política. Atrás quedó el proceso popular constituyente abierto hace una década y cerrado entre las marañas de nuestras propias debilidades, atrás el chavismo como pueblo leal a su misma rebelión que terminó siendolo a su «otro enemigo». La moral del alzado, es el mismo verbo que tanto repitió Mariátegui cuando hablaba del reconstuir el mito revolucionario, o Mao cuando convoca a la «larga marcha», o Durriti cuando exalta el entusiasmo y no la obediencia del pueblo. Es el «buen sentido» de Gramsci, que rompe con los «sentidos comunes de la sumisión», o la moral guerrillera y voluntariosa del Che.
Lo cierto es que, siguiendo las consejas de los maestros, la única moral posible mas que un recordatorio de valores abstractos y un simple «deber ser» individual, se trata de una actitud que debe guardar lo único que garantiza la moralización de una sociedad, cual es su insumisión. Alain Badiou, viejo maoísta y filósofo francés, recordando los caminos que nos llevan a construir una verdad colectiva, rescata el sentido «palestino» de esa verdad que se torna en una moral permanente del alzamiento nadie es capaz de vencerla porque esa «moral del alzado» nos permite ser constantemente desde la lucha y no la derrota -¡no hay pueblo vencido!-. Un pueblo perdura solo en esa moral y solo desde esa lealtad a una moral fabricada por sí mismo, es una fuerza común de convicción totalmente contraria a la lealtad del sometido que en nuestro caso invocan a través de la simple inercia de una historia que ya fue. En otras palabras, a un alzado no lo gobierna nadie, así sea en la peor de las situaciones materiales, se basta a sí mismo porque goza su deseo de liberación y lo ejerce. La muerte existe y se reconoce, se teme, pero también nos acompaña como amiga inseparable porque de ella igualmente nos hacemos y aprendemos todos; es el círculo creador de vida y muerte que motoriza esta moral entre iguales.
Tenemos en frente un año por venir que será de todas formas decisivo ante la historia que vivimos. Todo el entramado al cual estamos sometidos de una sociedad capitalista y dependiente al punto que seguimos siendo, nos puede llevar hasta una situación de hambruna y desesperación sin ninguna duda. Advirtámonos a nosotros mismos: ¡Estemos Juntos!, reabramos los lazos de solidaridad, apoyo mutuo y acción directa, que siendo principios libertarios de siempre hoy en día pueden ser básicos frente a los acontecimientos que se encaminan. Una moral del alzado, necesita del otro en igual actitud, de igual manera que lo vivimos hasta hace diez años. Pero en este caso no se trata del simple grito revolucionario, es también de un grito de inteligencia y organización en función de tomar definitivamente las riendas básicas para la construcción de otro poder y otra economía. Es la conciencia inmediata que nos toca entretejer en este momento postchavista, no dejarse encaminar por el desespero, y verse estratégicamente en el lugar del único sujeto que puede evitar que esto se lo lleve la implantación oligárquica y protofascista que espera como gata al acecho.
Nuestro reto en un primer lugar está claro: promover una Moral del Alzado, estableciendo puntos de alzamiento desde todos los puntos posibles que conecten todos los espacios vivos del movimiento popular y del pueblo en lucha. En el campo agrario, industrial, comunicacional, educativo, en el campo legal incluso, que ya trataremos en forma particular, desde donde se desenvuelve el verdadero poder de un pueblo. Necesitaremos producir y distribuir los alimentos para una población en estado de más en más critico, resolver los nudos prácticos de un acción de sobrevivencia, hasta poner al gobierno contra la pared y derrotar las franquicias reaccionarias que de fuera y dentro del gobierno, esperan por el renacer de su venganza. Seguro que todavía hay mucho más que advertirnos en este momento tan difícil, pero que así mismo insistimos: momento que puede tornarse en un punto de la historia realmente bello y extraordinario. Busquemos que se convierta en el punto final de un modelo de sociedad, poder y economía que agotó todas sus posibilidades, más allá de presidentes, burgueses y burócratas. Llegó el momento del NOSOTR@s realmente alzado contra las maldiciones de fondo que nos llevaron hasta acá. ¡Estemos juntos que no hay pueblo vencido!.