En los últimos tiempos la campaña de desprestigio en contra del Presidente Constitucional de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez Frías, adquirió en la Argentina una virulencia inusitada. Es de sobras conocido que el proceso político en curso en ese hermano país nunca fue del agrado del centro imperial y sus clases y grupos […]
En los últimos tiempos la campaña de desprestigio en contra del Presidente Constitucional de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez Frías, adquirió en la Argentina una virulencia inusitada. Es de sobras conocido que el proceso político en curso en ese hermano país nunca fue del agrado del centro imperial y sus clases y grupos sociales aliados. Y que para atacar al Presidente Chávez Frías y los logros de la Revolución Bolivariana, que dieron vuelta una página en la historia de Venezuela, no ha habido escrúpulo moral que no haya sido pisoteado, ni mentiras o calumnias dejadas de proferir u ofensas que no haya sido lanzada. Se reitera la misma política de satanización y de aquello que los especialistas estadounidenses llaman «character assasination» (el asesinato mediático del personaje, prerrequisito de su liquidación política e, inclusive, en ciertos casos, física, como lo prueban los casos de Saddam Hussein y Muamar El Kadaffi), ensayado repetidamente en la historia latinoamericana. La padecieron los gobiernos democráticos de Guatemala (Jacobo Arbenz), Chile (Salvador Allende), la revolución boliviana de 1952, el peronismo en la segunda mitad de la década del cuarenta, la Revolución cubana en la figura del Fidel Castro, Maurice Bishop en Grenada, Juan Bosch en República Dominicana y, más recientemente Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador, Daniel Ortega y más generalmente el Sandinismo en Nicaragua, «Mel» Zelaya en Honduras y, sobre todo, Hugo Chávez en Venezuela. Campañas de desprestigio y de terror, enderezadas a confundir y amedrantar a la población, a intimidarla pronosticando toda clase de horrores y padecimientos, fundadas en el ocultamiento de algunos hechos, la grosera tergiversación de otros y en una flagrante violación de las más elementales normas de la ética periodística.
Hasta el 8 de Marzo del corriente año el nombre de Hugo Chávez Frías aparece mencionado 11.702 veces en el diario La Nación, y 5674 veces en Clarín. En la abrumadora, por no decir la totalidad, de los casos, esas menciones son para criticarlo con saña cuando no para injuriarlo desvergonzadamente. Chávez es, para estos periódicos, una figura que merece más atención que en su momento tuvo Lula, o el propio Bill Clinton. Sólo George W. Bush, especialmente luego de las atrocidades del 11-S, mereció un poco más de atención que Chávez. ¿Cuál es la razón de tan desorbitada concentración en la figura del líder bolivariano? Desfigurar su imagen, debilitar su gobierno, reconcentrar las fuerzas de sus enemigos.
Vehículo preferencial de esta campaña son los grandes medios de comunicación, gráficos, radiales o televisivos. Medios que, como es de público conocimiento, se han desembarazado de la pesada labor de informar con veracidad para asumir sin ambages un papel netamente político y económico: la defensa de los grupos dominantes -de sus privilegios, prerrogativas y ventajas materiales- y de los intereses globales del imperio, al cual sirven sin tapujo alguno y de manera coordinada y permanente. Tal como lo aseguran los estrategas del Pentágono, «hoy la guerra antisubversiva se libra en los medios.» Basta con leer los editoriales de los medios hegemónicos en América Latina, o con analizar las noticias de las que dan cuenta y la forma en que las presentan en el caso de Venezuela para comprobar el carácter sistemático y perfectamente orquestado de esta «guerra antisubversiva» contra un gobierno legítimo, que sólo un espíritu muy ingenuo podría atribuir al azar.
Con ocasión de las elecciones primarias para elegir al candidato de la oposición unificada que se opondrá al Presidente Chávez Frías en la próxima contienda electoral los periódicos se desvivieron en alabanzas a la figura de Henrique Capriles Radonski. En este caso, el periodismo cedió su lugar a la más desvergonzada propaganda elevando a ese personaje a las alturas de un probo estadista, respetuoso de las tradiciones republicanas y los valores democráticos. No sólo se mintió al presentar de este modo a un personaje de escasas luces y más que débiles credenciales republicanas y democráticas sino, más grave aún, se escamotearon ante la opinión pública algunos siniestros antecedentes del líder opositor. Por ejemplo, su frenético apoyo al golpe de estado del 11 de Abril del 2002 y su protagónica participación en el asalto a la embajada de Cuba en Venezuela, encabezando una turbamulta dispuesta a linchar a los que allí estuvieran refugiados y que sólo por milagro no se concretó. La «esperanza democrática» tan ensalzada por La Nación y Clarín perpetró un delito que ni siquiera dos sátrapas tan conspicuos como Jorge R. Videla y Augusto Pinochet se atrevieron cometer, pero nada de esto disuadió a Capriles Radonski. Pero de esto nada se dice. Quien viola las reglas de la democracia es Chávez; sus opositores son bellas e impolutas almas democráticas. La misión asignada a los medios es perpetuar las mentiras y los engaños, y ocultar cuidadosamente cualquier información positiva sobre la gestión del presidente Chávez confiando de este modo en frustrar su amplia victoria en las elecciones presidenciales del próximo 7 de Octubre.
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Firmas
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Confiamos en poder conseguir una buena cantidad de firmas en los próximos días. Se ruega consignar su nombre, nacionalidad y profesión, de este modo:
Nombre Apellidos , salvadoreño, economista
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