Las negociaciones sobre el acuerdo comercial entre UE y Canadá fracasaron este viernes al no conseguir el visto bueno de la pequeña región belga de Valonia, abriendo una nueva crisis en un bloque europeo debilitado por el Brexit. «La Unión Europea es incapaz ahora de lograr un acuerdo internacional, incluso con un país que cuenta […]
Las negociaciones sobre el acuerdo comercial entre UE y Canadá fracasaron este viernes al no conseguir el visto bueno de la pequeña región belga de Valonia, abriendo una nueva crisis en un bloque europeo debilitado por el Brexit.
«La Unión Europea es incapaz ahora de lograr un acuerdo internacional, incluso con un país que cuenta con valores tan europeos (…), tan amable y con tanta paciencia como Canadá», dijo una emocionada ministra canadiense de Comercio, Chrystia Freeland, a su salida del gobierno regional de Namur.
Freeland «abandonó las negociaciones con los valones y vuelve a Canadá», declaró a la AFP su portavoz, subrayando que las negociaciones de última hora que buscaban salvar el CETA, cuya firma estaba inicialmente prevista para el jueves próximo en Bruselas, «no tuvieron éxito».
Tras siete años de negociaciones, la UE tenía prevista la firma de este acuerdo comercial, que crearía un espacio de libre comercio de unos 550 millones de habitantes, en una cumbre el 27 de octubre en Bruselas con la presencia del primer ministro canadiense, Justin Trudeau.
El único escollo en su camino es Valonia, una región de unos 3,6 millones habitantes con una industria perjudicada por los efectos de la globalización, que impide al gobierno belga dirigido por el liberal Charles Michel dar su necesaria aprobación.
Las maratónicas negociaciones se sucedían desde la noche del jueves y, aunque un presionado presidente regional valón Paul Magnette reconocía a mediodía ante el parlamento valón «avances», estos eran todavía «insuficientes», a su juicio, para levantar su veto.
Las últimas reticencias valonas pasan por el mecanismo de arbitraje, destinado a solucionar futuros conflictos entre países y multinacionales, así como avances insuficientes «en los servicios públicos», detalló Magnette.
Esta posición parece que colmó la paciencia canadiense y Freeland abandonó horas después «muy decepcionada» la sede del gobierno regional. «He trabajado muy, muy duro, pero pienso que es imposible (…) Lo único que puedo decir es que mañana por la mañana estaré en mi casa con mis tres hijos».
Para el ejecutivo europeo, el proceso para allanar el camino hacia la firma del CETA no terminó, según una fuente de la Comisión.
Antes de conocerse la marcha de la negociadora canadiense, el presidente del ejecutivo europeo, Jean-Claude Juncker, se mostraba esperanzado en hallar «una solución en los próximos días».
Otros dos países reticentes, Bulgaria y Rumanía, sí dieron a última hora el visto bueno al tratado comercial, después que Canadá les diera garantías sobre la exención de visados para su ciudadanos que viajen a este país norteamericano.
La UE se juega con el CETA su credibilidad para alcanzar futuros acuerdos de libre comercio con otras regiones como los que negocia actualmente con Estados Unidos, conocido como TTIP, o con los países del Mercosur.
Y siembre dudas sobre la capacidad de los europeos de negociar con Reino Unido su salida del bloque.
«La posición internacional de la UE sufrirá mucho, si falla el CETA», aseguró Guntram Wolff, director del centro de análisis Bruegel con sede en Bruselas.
A su juicio, el «error» de los europeos reside en el denominado «procedimiento mixto» que necesita el visto bueno de todos los países del bloque para lograr un acuerdo y, en el caso de Bélgica, de los parlamentos regionales.
Para Guntram, la UE, con unos 550 millones de habitantes, no puede permitirse que «unos 3 millones de personas» puedan bloquear un acuerdo de libre comercio.
Al término de la cumbre, los mandatarios europeos se esforzaron en subrayar los beneficios para el empleo y el crecimiento económico de este tipo de acuerdos de libre comercio.
El acuerdo comercial con Canadá, negociado durante siete años, prevé un aumento del comercio total de bienes y servicios entre ambas regiones de un 20%, según sus defensores.
Casi todos los productos, excepto algunos agrícolas como la carne de vacuno o de cerdo, no pagarán derechos de aduana y las empresas europeas podrán acceder a las licitaciones públicas canadienses.
Sin embargo, sus detractores denuncian la falta de transparencia de las negociaciones con Ottawa y temen que siente un precedente para el acuerdo que Bruselas negocia actualmente con Washington, mucho más ambicioso.