Traducido para Rebelión por Felisa Sastre
Una crítica habitual que se hace al socialismo es que el capitalismo es más eficaz y menos burocrático.
«Ninguna empresa privada», escribió en 1944 el sociólogo Ludwig von Mises, «caerá en las garras de la burocracia si se gestiona con el único fin de obtener beneficios». Según Mises, sólo la interferencia del Gobierno en el proceso genera la burocracia. Mises era un defensor del libre mercado capitalista en una época en la que el keynesiasmo llevaba la voz cantante.
Hoy, ha triunfado la ideología de Mises aunque sus ideas han fracasado estrepitosamente en explicar la realidad. A pesar de la tendencia a huir de la propiedad pública y promocionar la propiedad privada, los gobiernos de todo el mundo han continuado utilizando el dinero de los contribuyentes esencialmente para subvencionar las industrias privadas y para sufragar los instrumentos de represión y de guerra.
En medio de las polémicas sobre el papel declinante del Estado, el gasto estatal en porcentaje del PIB se ha incrementado terriblemente en el último cuarto de siglo. El Informe del Banco Mundial de Desarrollo del año 1997 señala que en los países de la OCDE el total del gasto estatal en porcentaje del PIB ha aumentado enormemente desde 1960- la Edad de Oro del capitalismo neoliberal- cuando era sólo el 20 por ciento, hasta casi el 50 por ciento en 1995.
¿Y qué ocurre con la industria privada? ¿El libre mercado ha permitido rebajar la burocracia de las grandes empresas? Desde luego que no. Durante la primera mitad de los años 90, la burocracia corporativa en EE.UU. ha crecido de forma notable.
Según David Gordon, el número de gestores y altos ejecutivos en Estados Unidos ha crecido desde el 12.5 al 14 por ciento de la fuerza de trabajo.
La burocracia de las corporaciones no es producto de la «interferencia del Estado» en el libre mercado sino de la concentración y centralización del capital, el crecimiento del mercado mundial y con él, el aumento del control monopolístico de industrias enteras por un puñado de gigantescas corporaciones multinacionales.
Esas compañías compiten en un mercado internacional pero deben también comprometerse a gran escala en programaciones internas que implican a legiones de abogados, gestores, grupos de presión, consultores, etc.
Si el neoliberalismo del libre mercado, con su pública aceptación de la bondad de la codicia desenfrenada, promueve algo es la burocracia de las corporaciones. La búsqueda de beneficios crea una cultura de corrupción y amiguismo cuyos protagonistas están en una búsqueda constante de la forma de hacerse con la mayor cuota de la riqueza generada por el sudor de los trabajadores empleados por las empresas privadas y con financiación estatal.
En cualquier lugar donde las ganancias se desbordan, existen parásitos, amigos de los amigos y «consultores» encubiertos que se alimentan del pesebre. La historia de las empresas estadounidenses está llena de grandes industrias, e incluso de corporaciones completas que, borrachas por el éxito de un modelo, desarrollan una burocracia exagerada y satisfecha que se ve zarandeada por nuevos competidores en lugares inesperados.
Una mirada al sistema de atención sanitaria de Estados Unidos echa por tierra el argumento de que lo privado es menos burocrático que lo público. La industria privada del sector sanitario en EE.UU., que sólo busca beneficios, genera una burocracia masiva cuyo único propósito es realizar el complicado trabajo administrativo de asegurarse que los beneficios vayan a la gente adecuada.
Un estudio elaborado en 2004 por investigadores de la Harvard Medical School y de Public Citizen revela que el coste de la burocracia sanitaria de Estados Unidos asciende a 399.4000 millones de dólares y que un sistema nacional de salud podría ahorrar como mínimo 286.000 millones al año en tareas administrativas, lo que supondría dinero suficiente para asegurar a los 43 millones de personas sin seguro médico y para suministrar los medicamentos dispensados con receta a todos los estadounidenses.
El estudio revela que la burocracia se lleva el 31 por ciento del gasto en asistencia médica en Estados Unidos mientras en Canadá, cuyo sistema público de asistencia sanitaria todavía sobrevive, la burocracia supone sólo el 16,7 por ciento del gasto sanitario y ofrece más servicios de salud por dólar invertido.
Un sistema nacional público de asistencia sanitaria en Estados Unidos ofrecería más servicios por menos coste pero, una vez más, hay que señalar que la asistencia sanitaria en Estados Unidos no trata de ayudar a la gente sino que se preocupa exclusivamente de que un pequeño número de capitalistas obtengan enormes cantidades de dinero.
Enlace original:
http://www.socialistworker.org/2005-2/565/565_09_Bureaucracy.shtml