Refundación Comunista de Puerto Rico difunde una Biografía de Carlos Marighella publicada originalmente por la Editorial Tricontinental (La Habana, Cuba) pocos días después de la muerte del heroico guerrillero comunista, hace 35 años. Con la caída en la lucha del dirigente revolucionario brasileño Carlos Marighella, próximo a cumplir 58 años de edad, […]
Refundación Comunista de Puerto Rico difunde una Biografía de Carlos Marighella publicada originalmente por la Editorial Tricontinental (La Habana, Cuba) pocos días después de la muerte del heroico guerrillero comunista, hace 35 años.
Con la caída en la lucha del dirigente revolucionario brasileño Carlos Marighella, próximo a cumplir 58 años de edad, termina una vida dedicada desde los primeros años de la juventud a la causa de los humildes y de la liberación de los pueblos, sostenida sin desmayo por más de cuatro décadas, y comienza uno de los más altos ejemplos en la historia patriótica del mayor y más poblado país de la América Latina.
El régimen militar y proimperialista del Brasil que lanzó contra esta limpia y abnegada vida toda su jauría de criminales, pretende haber suprimido así del movimiento revolucionario brasileño el «Comando de la Subversión», como ha dado en llamarle. Pero el propio Marighella, en reciente proclama revolucionaria, había advertido que el «Comando de la Subversión está en el descontento popular».
Marighella era el máximo dirigente de Acción Liberadora Nacional, una de las principales organizaciones revolucionarias del Brasil, enfrentada en lucha armada directa contra el régimen.
Reunió destacadas dotes como hombre de pensamiento al igual que como hombre de acción. Organizador de la lucha armada, jefe de importantes acciones revolucionarias, era también un estudioso de las cuestiones fundamentales de la política, la economía y los asuntos sociales de su país y del mundo.
Entre sus principales obras se encuentran Por qué resistí al arresto (1964), La crisis brasileña (1965), La lucha interna (1966), «Cartas de La Habana» y «Mensaje de Cuba» (1967), «Pronunciamiento de la agrupación comunista de Sao Paulo» (1968), y un grupo de otros textos escritos todos durante el presente año : «Operaciones y tácticas guerrilleras», «Acerca de problemas y principios estratégicos», «Acerca de la unidad de los revolucionarios», «Cuestiones de organización» y «Minimanual del guerrillero urbano», así como artículos aparecidos en la revista clandestina «Problemas».
La creación de la organización por él dirigida fue el resultado de concepciones políticas radicales orientadas a la conquista del poder mediante la lucha armada para el establecimiento de un gobierno de liberación nacional que liquidara el dominio del imperialismo yanqui en Brasil y abriera para las masas explotadas de este gran país la posibilidad de construirse a sí mismas un futuro de justicia y progreso.
«Mi disposición [había precisado al renunciar a su cargo de dirección en el PCB] es luchar revolucionariamente junto a las masas y jamás quedarme esperando por reglas del juego político-burocrático y convencional que impone la directiva.»
Entendía que ése era el camino no sólo para Brasil sino para millones de hombres y mujeres en distintas regiones del orbe: «No hay otra salida para el Tercer Mundo [precisó en una entrevista concedida a Tricontinental] excepto la organización de la guerra justa y necesaria contra el imperialismo.»
Y apuntó con certeza al más destacado ejemplo de su época: «El ejemplo a seguir es el de Viet Nam», expresó en oportunidad de la Conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad.
Con la muerte de Marighella, el movimiento revolucionario brasileño pierde a uno de sus líderes más capaces y valientes, que no conoció de dobleces en el combate a muerte contra el imperialismo y la explotación.
Esas dotes excepcionales del jefe revolucionario caído se habían puesto de manifiesto muchas veces antes. Por ejemplo, en 1964, a raíz del golpe militar, combate resueltamente entre los primeros. En aquella ocasión intentó asaltar el Club Militar y el Club de Oficiales de la Marina de Río de Janeiro, al frente del pueblo concentrado en la Plaza de Cinelandia . Días después, sorprendido por los esbirros en una sala cinematográfica de la antigua capital brasileña, se resiste al arresto, es gravemente herido de bala y apresado. Una bala le penetró el pulmón izquierdo y salva la vida sólo gracias a su fortaleza física.
Una vez más conocerá de prisiones y torturas, pero como siempre, no decaerán su ánimo, su militancia y combatividad.
Marighella nació el 5 de diciembre de 1911 en la ciudad de Salvador, en el Estado de Bahía, región pobre, productora de materias primas, como los demás Estados del Nordeste brasileño. Su cuna fue la del humilde hogar de un inmigrante italiano y una descendiente de esclavos aficanos, fundado en la época en que el capitalismo y la penetración imperialista se abrieron paso en el Brasil y surgieron los primeros establecimientos industriales.
Concluye la primera enseñanza coincidiendo con la crisis mundial capitalista de fines de la década del 20, y siendo ya un jovencito es testigo de las grandes olas de huelgas y de la caída en flecha de los precios del café, que dio lugar a una miseria generalizada.
Aprendió pronto y bien a distinguir lo justo de lo injusto y muy joven aún echó definitivamente la suerte propia junto a la suerte de los humildes. Cuando contaba 18 años de edad, mientras cursaba el primer año de la Escuela Politécnica de Salvador, Marighella se convirtió en militante comunista.
En 1934, en los días en que las ideas fascistas comienzan a penetrar en el país sudamericano tras el ascenso al poder de Hitler en Alemania, Marighella hace su ingreso en la Federación Roja de Estudiantes.
En los primeros meses de 1935 partió para Río de Janeiro como miembro de lo que entonces se llamaba Comisión Especial del Comité Central; allí fungió como responsable de todo el aparato de impresión. Después de la derrota del movimiento armado de la Alianza Nacional Liberadora (noviembre de 1935) fue desatada una violenta represión. Marighella fue arrestado en marzo de 1936. Brutalmente apaleado, nada reveló. Estuvo preso hasta mayo de 1937 cuando el gobierno, que preparaba una farsa electoral, resolvió soltar los presos políticos cuya prisión preventiva no hubiera sido todavía decretada. En esa época, julio de 1937, fue para Sao Paulo, donde pasó a dirigir el Comité Estadual del Partido. Su actuación fue eficientísima. Reorganizó el Partido, que había sido víctima de una infiltración trotskista, y liquidó rápidamente la influencia de esos elementos. Dio proseguimiento a la lucha antimperialista y fortaleció los vínculos entre la organización revolucionaria y las masas, llevando a los comunistas a actuar dentro de los sindicatos oficiales creados por el gobierno.
Arrestado nuevamente en Sao Paulo en 1939, pasa algunos meses en la Casa de Detención y es transferido después para la isla de Fernando de Noronha y, finalmente, para el de Dois Rios, en Ilha Grande, cuando Fernando de Noronha fue transformada en base militar en virtud de haber entrado Brasil en la Segunda Guerra Mundial.
En la prisión de la isla de Fernando de Noronha, con más de tres mil compañeros inicia un trabajo político de gran importancia entre los prisioneros, para los que organiza cursos de distintos niveles de enseñanza, alfabetización, competencias deportivas y funda el núcleo de la Universidad Popular, como llamaba a ese conjunto de actividades.
Tras la caída de Getulio Vargas, quien en su última etapa tomó medidas populares y nacionalistas que le concitaron la oposición del imperialismo y la reacción, se presenta en Brasil una compleja coyuntura política. Marighella se acoge a la amnistía dictada después de la victoria contra el fascismo en la Segunda Guerra Mundial, y en 1946 es electo diputado federal por el Partido Comunista en el Estado de Bahía. En este período, que concluye abruptamente en 1948 con la ilegalización del Partido y la supresión de los mandatos parlamentarios de los diputados, Marighella se revela como un combativo político popular y un ardoroso orador. Sus empeños por esta época tropiezan con las insalvables trabas estructurales de la legalidad burguesa, y Marighella saca de ello, como acostumbra hacer en cada situación adversa, una nueva enseñanza. Ese año vuelve a Sao Paulo como secretario político del Comité Estadual del PCB. Desde su expulsión del parlamento hasta el suicidio de Vargas en su segundo gobierno, Marighella se destaca en la lucha contra el recrudecimiento de la penetración imperialista y de afianzamiento de esa legalidad hipócrita. Con su llegada a Sao Paulo tras la expusión del parlamento comienza su clandestinidad total.
En 1952 Marighella pasa a ser miembro de la Comisión Ejecutiva del Comité Central y se ocupa de por entonces, además de tareas de asesoramiento a la Sección Nacional del Trabajo Sindical y a la Sección Nacional del Trabajo Campesino.
Durante su labor en Sao Paulo, donde se concentra la población proletaria y tienen asiento los sectores económicos fundamentales del país, Marighella se proyecta cada vez más resueltamente en favor de formas de lucha más directas y eficaces.
A fines de la década del 50, el imperialismo busca en Brasil controles aún más severos, mientras en Cuba los pierde todos con el triunfo y desarrollo de la Revolución, entre cuyos destacados defensores estuvo siempre Marighella, que en 1963 fue uno de los organizadores del Congreso Continental de Solidaridad con la Revolución Cubana celebrado en Niterói, capital del Estado de Río de Janeiro.
En la práctica y el estudio revolucionario arriba a un conjunto de conclusiones que le hacen decidirse resuelltamente en esta lucha por el camino armado. Y en 1967, cuando ya estas concepciones han hecho crisis ante los criterios de la dirección de la que fuera por muchos años su organización política, Marighella abandona la dirección del PCB, y por aquellos días proclama :»Solamente tenemos compromisos con la revolución.»
Y en entrevista con el peródico cubano Juventud Rebelde, en agosto de 1967, enfatiza : «Jamás dejaré de ser comunista.»
Ese compromiso con la revolución, esa decisión de hacerla, de arrebatar el poder a los explotadores, es el motor de un nuevo camino en la lucha revolucionaria en Brasil en el que corresponde destacado papel a Carlos Marighella.
La vida de Marighella fue una existencia de constantes luchas y sacrificios, escogida precisamente por su calidad humana, por sus sentimientos de amor, tantas veces expresados, por los humildes y los explotados.
Por eso, tal vez era característico su buen humor, su carácter alegre, sus hábitos modestos y su popularidad. La vida de organizador y jefe de la acción revolucionaria, perseguido por todos los cuerpos represivos del enorme país, que le habían conferido el título de «enemigo público número uno», imponía sacrificios mayores, sobre todo porque lo privaba del contacto directo con su pueblo, de la oportunidad que tanto apreciaba de visitar las barriadas, los cafés de la playa, los centros estudiantiles, donde aprendió a conocer directamente cada problema humano, cada necesidad. Era el precio de abnegación que el deber revolucionario imponía y lo cumplía por eso, sin perder un solo instante el buen humor.
En torno a las luchas revolucionarias por él dirigidas se aglutinaron muy diversos sectores de la población brasileña, se consiguió un alto grado de unidad de acción de las organizaciones revolucionarias y como resultado de ello el régiman fue muchas veces sacudido en sus cimientos.
Para ese régimen, que ahora canta victorias por la supresión de tan destacado jefe revolucionario, no hay, desde luego, salida, porque no podrá matar «el descontento popular», no podrá liquidar a todos los revolucionarios.
Ante la gran pérdida, los revolucionarios hacen ya su compromiso de proseguir su lucha en favor del pueblo y de las clases oprimidas y contra la dictadura y el imperialismo.
La ascendente carrera revolucionaria de Carlos Marighella, iniciada hace más de cuarenta años, alcanza ahora su más alto sitial, al inscribirse su nombre para siempre, con caracteres gloriosos, junto a los héroes de todos los tiempos en la historia revolucionaria de los pueblos.