Mi buen amigo Paco, El otro día supe de ti por Jordi Mir y Ramón, quien nos mandó recuerdos tuyos. Me llevaron buenas noticias tuyas, y me vinieron a decir que después de muchas vicisitudes parecía ser que experimentabas una clara recuperación física, que acompañaba a un mejor estado de ánimo… Me alegro mucho, un […]
Mi buen amigo Paco,
El otro día supe de ti por Jordi Mir y Ramón, quien nos mandó recuerdos tuyos. Me llevaron buenas noticias tuyas, y me vinieron a decir que después de muchas vicisitudes parecía ser que experimentabas una clara recuperación física, que acompañaba a un mejor estado de ánimo…
Me alegro mucho, un viejo luchador, librando ahora un combate para su propia recuperación… Sé por experiencia propia lo que significó para ti la pérdida de Neus, de la compañera de tu vida, y lo difícil que es el camino de la recuperación y las lágrimas derramadas en el camino. Hay que apretar los puños, y aguantar, como tantas veces hemos hecho luchando por mil causas perdidas. Si algo sabemos hacer los viejos comunistas es precisamente resistir cuando vienen tiempos difíciles, cuando las cosas se tuercen, cuando cunde la desesperanza y el desánimo. No, nosotros no nos dejamos llevar por el desaliento, estamos acostumbrados a plantar cara, aunque nos la partan. Cuando parece que todo está perdido a nosotros aun nos queda la dignidad, nuestra dignidad, el derecho a vernos la cara en el espejo, y sentirnos orgullosos de nosotros mismos y de nuestros compañeros. Es lo que nos queda de aquellos viejos cuadernos de la clandestinidad que heredamos de la vieja guardia, y que nos explicaban que un comunista podía romperse, pero jamás se doblegaba. Aun guardo, en algún recóndito cajón, alguno de estos cuadernos con la grapa oxidada, y las hojas amarillentas, que si pudieran hablar nos contarían su itinerario por estafetas siniestras, acariciados por manos llenas de esperanza…
Bueno amigo Paco, muchas veces he pensado en ti, y en tu lucha contra la enfermedad que has librado últimamente, y que te ha alejado momentáneamente de tu mundo universitario, de tus queridos compañeros, de tus aportaciones teóricas para combatir toda injusticia se diera donde se diera, de tu apoyo incondicional a «los de abajo», de tu ayuda directa y práctica a los estudiantes que te venían a ver, a los compañeros que encontraban en ti una solidaridad que no tenía límites…
Yo también había subido a verte a tu despacho una infinidad de veces, y siempre había contado con tus análisis, tus consejos, pero sobre todo con tu apoyo incondicional. Nunca tuviste un «ahora no puedo» y siempre apoyaste todas las iniciativas que nacían de abajo. Cuando hace cinco años dejé mis responsabilidades más directas como responsable del profesorado de CCOO de la Pompeu, y de la Junta de Personal, me propuse venir a verte para agradecerte todo lo que habías hecho de apoyo a nuestra lucha, pero siempre lo fui dejando por aquello que los comunistas no están acostumbrados a agradecer el esfuerzo de sus camaradas, pero yo si que quería agradecerte tu entrega sin reservas Paco. Yo he conocido muy bien la Pompeu, y he lidiado en todos los departamentos, y he conocido a sus gentes, sus esperanzas, sus anhelos y sus contradicciones. He encontrado muchos amigos y compañeros que han formado piña en nuestra andadura, pero puedo decirte que has sido un baluarte excepcional, un referente moral y ético para todos nosotros, y sepas que me he sentido en deuda contigo. Por eso te mando esta carta, como tributo y reconocimiento hacia tu persona.
La vida entrecruza muchas veces a la gente que conoces, y con el tiempo se acaba estableciendo unos lazos de amistad entre las personas. Yo a ti te conocí mucho antes que tu supieras de mi existencia. Debería yo tener 18 años y había acabado de entrar en la Universidad, y pronto me añadí a la lucha universitaria y formé parte de la comisión de curso del SDEUB, formada por diez estudiantes, la mayoría muy inexpertos en aquellas lides. Recuerdo tu figura, en alguna movilización general, a la salida de una asamblea, en el claustro de letras en el primer piso, con el patio lleno de estudiantes y animando a hacer frente a la represión que imponía la dictadura. Solo asomabas de cintura para arriba, pero tu convicción era contagiosa. También de aquella misma época recuerdo la figura de Rafael Argullol, en una asamblea en el Aula Magna, haciendo una arenga que parecía extraída de los tiempos remotos de la Asamblea Francesa…
Recuerdo estas pinceladas de la época en que entré en la Universidad. Después, en el año siguiente, cuando se implantó el primer estado de excepción me afilié en el PSUC, y adquirí responsabilidades en el Comité de Universidad. En aquella época hacía política en la Universidad, trabajaba por las tardes, y a ratos estudiaba…
Cuando acabé la Universidad, formé parte del Comité de Barcelona, estaba en organización, teniendo la responsabilidad de todos los comités obreros de Barcelona: Poble nou, Sant Andreu y Zona Franca. Habíamos tenido enormes bajas de cuadros obreros en muchas fábricas. Nos habían desmantelado en Lámparas Zeta, solo había quedado un trabajador nuestro en Motor Ibérica, las luchas en la Seat nos habían dejado diezmados, y acabábamos de pasar la huelga de más de dos mesos de Hispano Olivetti, allá al lado de la Plaza de las Glorias. También tuvimos muchas bajas. Y ahora viene la anécdota que nos volvió a cruzar a ti y a mi, y que ahora te relato.
Tú, Paco, estabas como responsable del Comité Universitario de Profesores, y vuestro enlace con el Comité de Barcelona era Jordi Solé Tura, pero resulta que en aquella época salió a oposición una plaza a la cual podía aspirar, y pidió tres meses para poder prepararla. Total que yo me hice cargo de su tarea temporalmente, y me pasaron fecha y lugar de vuestra próxima reunión. Cuando llegué (yo era el último en llegar por cuestiones de protocolo de seguridad) estabais todos sentados en el suelo haciendo un corrillo en lo que debería ser el comedor de aquel piso (que situaría por República Argentina, encima de la plaza de Lesseps). Tu dirigías la reunión, con tus pantalones de pana, y sentado como un indio (sin pipa de la paz) y recuerdo que vosotros pedíais que de una vez por todas el partido preparara la Huelga Nacional, cosa que en nuestras propias filas tenía muchos detractores (entre ellos toda la gente de CCOO de la construcción y del textil). Pero lo que más recuerdo es una cosa que no se me ha olvidado nunca. Tú, Paco, dirigiéndote al resto de camaradas dijiste muy serio: «pero compañeros, cuando nos dirigimos a las masas hemos de pensar con la cabeza, pero hemos de hablar con el corazón. Convenceremos más con nuestra actitud, que con nuestros argumentos…» Yo que tenía cierta prevención hacia los medios universitarios me quedé impactado por tus palabras y pensé para mis adentros: desde luego este responsable político puede ser cualquier cosa menos un burócrata…
No recuerdo más reuniones con vosotros, y creo que pasé la responsabilidad del contacto con Universidad a otro miembro del comité, pero tus palabras me acompañaron siempre, y aún hice uso de ellas en una etapa reciente de nuestra Universidad. Estaba Rosa preparando su discurso de defensa de su candidatura a Rector [de la UPF], y me vino con unos papeles que querían ser el guión del discurso para ver que me parecían, y sin mirarlos le dije: «Rosa tu no necessites seguir el guió de cap paper, dirigeix-te al personal amb el cor, i digues-li, mirant-els-hi als ulls, tot allò que et surt de dintre, la Universitat que tu vols, sense floritures, i t’emportaràs a la gent darrera teu…. [Rosa: tú no necesitas seguir el guión escrito en ningún papel. Dirígete a las personas con el corazón, y diles, mirándolas a los ojos, todo lo que te salga de dentro, la Universidad que tú deseas, sin florituras, y verás como la gente apoya tus posiciones]». No me atreví a decirle a Rosa que aquellas palabras que le decía tenían su origen en ti, Paco, cuando eras muy joven… Pero seguro que si se lo hubiera dicho, le hubiera gustado, pues Rosa también te quería mucho…
Ya lo ves Paco, la vida es lo que las neuronas de uno recuerdan, más todo aquello que los demás recuerdan de ti, y cuando uno ha entregado lo mejor de si mismo sin desfallecer nunca en su andadura, en el camino ha ido dejando gratos recuerdos, que los demás hemos ido recogiendo, como piedras preciosas que han emanado de ti.
Queremos que te recuperes pronto para volverte a tener entre nosotros, y que cuando suba a verte a tu despacho te vuelva a encontrar rodeado de libros, con sus puntos amarillos para encontrar cada cita, y que tú dejes los libros un momento para levantarte y darme un abrazo, como decía la canción de Raimon….
Tu amigo, compañero y camarada,
Jaume
Respuesta de Francisco Fernández Buey, Barcelona 14 de junio de 2012
Mi querido amigo Jaume:
Solo cuatro líneas para darte las gracias, de todo corazón, por tu fraternal y cariñosa carta y para disculparme por no haber dicho nada antes y por ser tan escueto ahora. La verdad es que entre lo débil que aún estoy después de tanta desgracia y de tanta operación y el que la bondad de tu carta me ha dejado conmmocionado, no me siento con fuerzas para responder como sé que debiera. Lo haré con calma, espero, en los próximos días en cuanto me sienta física y anímicamente recuperado.
Estoy más que seguro, querido Jaume, que entenderás mejor que nadie esta debilidad mía.
Te mando ahora un abrazo fraternal y agradecido,
Paco
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