Traducido del portugués para Rebelión por Ulises Juárez Polanco (www.juarezpolanco.com)
Es de sobra conocido que la sociedad mundial vive en el ojo de una crisis incalculable de sentido y de falta de rumbo histórico. No sabemos a dónde vamos. Los sueños y las utopías murieron, dejando a las sociedades y a las personas sin fundamento. Se nos entrega al sistema económico dominante que hace de todo mercancía y se rige por la competencia feroz y no por lazos de cooperación.
Hay dos pensadores que nos ayudan a entender esta crisis, Max Weber y Friedrich Nietzsche. Weber caracteriza la sociedad moderna por el proceso de secularización y por el desencantamiento del mundo. No es que las religiones hayan desaparecido, están ahí e incluso regresan con un fervor renovado. Pero ya no son el vínculo de la cohesión social. Ahora predominan la producción y la función, y menos el valor y el sentido. El mundo perdió su encanto. Nietzsche anunció la muerte de Dios. Pero hay que entender bien a Niezsche. Él no dice que Dios murió, sino que nosotros lo matamos. Es decir, Dios está socialmente muerto. En su nombre no se erige más comunidad ni nace cohesión social.
Durante miles de años fue la religión la que unía y reunía a las personas y creaba el lazo social. Ahora ya no es así. Eso no significa que hoy impere el ateísmo. Lo opuesto a la religión no es el ateísmo, sino la ruptura y la quiebra de relaciones. Hoy vivimos colectivamente rotos por dentro y desamparados. Prácticamente nada nos invita a vivir juntos y a construir un sueño en común. Mientras, la humanidad precisa de algo que le proporcione un sentido de vivir y que le produzca una imagen coherente de sí misma y una esperanza para el futuro.
Es en este contexto como debe verse la Carta de la Tierra, documento nacido de las bases de la humanidad. Ya fue asumida por la Unesco en el año 2000 y la idea es que la ONU la incorpore a la Carta de los Derechos Humanos. La Carta de la Tierra reúne un conjunto de visiones, valores y principios que pueden volver a encantar a la sociedad mundial. Sitúa en su centro la comunidad de vida a la cual pertenecen la Tierra y la Humanidad, que son momentos del universo en evolución. Todos los problemas están en ella considerados como interdependientes, los ambientales, los sociales, los económicos, los culturales y los espirituales, lo cual nos obliga a forjar soluciones incluyentes.
Según la Carta, el desafío que la situación actual del mundo nos impone es éste: o formar una alianza global para cuidar de la Tierra y los unos a los otros o nos arriesgarnos a la destrucción y a la devastación de la diversidad de la vida.
Dos principios proponen viabilizar esta alianza: la sostenibilidad y el cuidado. La sostenibilidad se alcanza cuando usamos con respecto y racionalidad los recursos naturales pensando asimismo en futuras generaciones. Y el cuidado es un comportamiento benevolente, respetuoso y no agresivo para con la naturaleza, que permite regenerar lo devastado y velar por aquello que todavía queda de ésta, de la cual somos parte y con un destino común.
Estos dos principios dan origen, como dice la Carta de la Tierra, a un modo de vida sostenible. Permiten un desarrollo que atiende las necesidades de todos los seres vivos y, al mismo tiempo, garantiza la integridad y la capacidad de regeneración de la naturaleza.
Debemos vivir un sentido de responsabilidad universal. El futuro de la Tierra y de la Humanidad está ahora en nuestras manos.
Leonardo Boff es teólogo brasileño
http://www.adital.org.br/site/noticia.asp?lang=PT&cod=20381