Días intensos de campana electoral en Amazonas nos permiten volver sobre algunos fundamentos de la política revolucionaria que debemos observar para evitar el debilitamiento de nuestras fuerzas. 1. No tendría que haber diferencia sustancial entre nuestras jornadas de «gobierno de eficiencia en la calle» y la campaña propiamente dicha. El método debería ser siempre el […]
Días intensos de campana electoral en Amazonas nos permiten volver sobre algunos fundamentos de la política revolucionaria que debemos observar para evitar el debilitamiento de nuestras fuerzas.
1. No tendría que haber diferencia sustancial entre nuestras jornadas de «gobierno de eficiencia en la calle» y la campaña propiamente dicha. El método debería ser siempre el mismo, y su validación habría de depender, en primer lugar, del respeto a la regla básica: contacto permanente con la población. Pero no cualquier tipo de contacto. El cara a cara resulta simplemente insustituible. Contacto refiere a interlocución y, en el mejor de los casos, a interpelación mutua: no se trata de mirar la mayor cantidad de rostros en el menor tiempo posible, estrechar tantas manos como se pueda, como precondición para transmitir el mensaje. El mensaje lo constituye la manera como actuamos, y es por nuestros actos como somos juzgados, casi siempre muy severamente, por la población. El contacto es una ficción si no nos conectamos con los problemas comunes: si no hay tal identificación de problemas, no hay espacio común, no puede hablarse de una relación política entre comunes. Eso explica tanto desencuentro, y a eso refiere la imagen ya clásica del candidato que irrumpe en mi espacio para referirse a asuntos que no son los míos, y que sólo puede establecer algún frágil vínculo conmigo mediante la promesa vana. El chavismo tiene su origen en ese desencuentro radical con la clase política. Por eso le es tan fácil identificar a los charlatanes, y por la misma razón exige y, en alguna medida, produce, una clase política distinta, que comienza a dignificar el ejercicio de la política.
2. Respecto del asunto crucial de los problemas comunes: la campaña (y el propio ejercicio de gobierno) no es más o menos difícil conforme a la mayor o menor cantidad de problemas que enfrente la población. Idéntica consideración puede hacerse sobre la gravedad de los problemas: ésta no determina la dificultad de la campaña. La clave radica en la disposición, en la voluntad colectiva para enfrentarlos y solucionarlos. En otras palabras, lo que resulta clave es la idea misma de problema común: la posibilidad de resolver un problema es lo que nos hace parte de una comunidad política. El propio proceso de subjetivación política del chavismo consiste en el descubrimiento colectivo de la fuerza que eventualmente nos permitiría refundar la república vía constituyente, estableciendo nuevas reglas de juego políticas, creando una nueva cultura política fundada en la participación protagónica, etc. Desde sus orígenes, el chavismo fue del tamaño de los problemas que se planteó, y sólo se planteó, como diría Marx sobre los pueblos en revolución, los problemas que podía resolver. No existe tal cosa como un pueblo chavista despolitizado, o desmovilizado políticamente, como consecuencia de los problemas que debe encarar.
3. La pregunta es: ¿podemos resolver juntos nuestros problemas comunes? La campaña no es una pausa, en la que dejamos de formularnos ésta y otras preguntas fundamentales. Al contrario, es una nueva oportunidad para reafirmar que pertenecemos a una comunidad política. Una comunidad política de iguales. Es un momento para reducir distancias, para limar asperezas, para lidiar con nuestras diferencias de manera democrática, para unir fuerzas contra el enemigo común.
4. La cohesión de un pueblo que está protagonizando una revolución depende en buena medida del horizonte que es capaz de dibujar, más que del camino desandado. Es el horizonte el que nos permite superar los obstáculos. Nunca estará de más recordar la conquistado, pero lo que ha sido es apenas la antesala de lo que será.
5. El orgullo de clase popular suele expresarse en la conseja: no olvidemos de dónde venimos. No olvidemos que ni siquiera éramos y que hoy somos. No olvidemos el maravilloso momento histórico en que descubrimos que somos una fuerza que puede definir lo que habremos de ser. Somos chavistas pa lo que salga. Bien es cierto que hay quienes se aprovechan de la existencia del chavismo, y algunos hasta pasan por chavistas, y usurpan nuestros símbolos y toman decisiones en contra de nuestros intereses. Luchemos contra ellos. Pero que eso no nos desvíe del objetivo central de este 6D: derrotar a quienes desean que el chavismo desaparezca.
* Reinaldo Iturriza López Ministro del Poder Popular para la Cultura y ex-Ministro del Poder Popular para las Comunas y Protección Social de la República Bolivariana de Venezuela
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